Capitulo Nueve

7 0 0
                                    

La luna llena iluminaba el cielo, proyectando sombras misteriosas sobre la cabaña. Awilix se levantó de su catre, su mirada fija en el cielo. Caminaba en silencio hacia el bosque con Eros y Santiago a sus lados. Ambos cargando cosas que ayudarían a Awilix a sobrevivir fuera de la casa uno. Eros caminaba con la mirada baja, preocupado de la reacción de Quetzaly al despertarse y no encontrar a Awilix.

—¿Estas segura de esto? —pregunto Santiago, con voz baja, mientras detenía su caminata en el inicio del bosque.

—Sí —respondió Awilix, con determinación de escapar aquella noche. —No pienso quedarme aquí sin haberlo intentado.

Eros asintió intranquilo por la situacion.

—Ten cuidado. —pidió Eros. —Y recuerda volver si no encuentras esperanza.

Awilix lo miro, con una pequeña sonrisa nostálgica y asiente levemente.

—Lo hare. Cuida de Zaly y —se voltea a ver a Santiago. —Se que me odia y posiblemente yo lo haga también, pero no quiero volver y no tener a quien sacar de sus casillas.

Santiago y Eros rieron.

—Tranquila, ella seguirá aquí. —aseguro Santiago.

Awilix sonrió. Tomando la bolsa que Eros cargaba, la cual contenía algo de comida para algunos días, luego tomo la lanza que Eros llevaba y el cuchillo, por si se quedaba sin filo o se rompía. Awilix suspiro, tomando una postura firme, tratando de ocultar los nervios, pues a pesar de estar decidida a encontrar alguna pizca de esperanza para un futuro mejor, se moría de nervios ante las miles de ideas de lo que podía encontrar allá afuera.

—Bueno, hasta aquí llego su camino...

—¿Segura que no quieres que te acompañemos? —pregunto Eros interrumpiendo a Awilix.

La chica negó.

—Estare bien, la reja esta cerca. —Eros asintió levemente, aun con el temor viviente de que la chica no cumpliera su promesa de regresar, de que la mataran estando fuera de la casa uno. —Espero encontrar una esperanza, pero también espero verlos de vuelta pronto. — menciono con una sonrisa.  

—Suerte. —dijeron ambos chicos.

—Gracias. —murmuró Awilix.

Dio media vuelta y comenzó a caminar hacia el bosque, respirando profundamente, tratando de evadir los nervios. Pronto, comenzó a tararear la canción que su abuela cantaba a diario cuando estaba con vida. No entendía algo mas de la cancion mas lo que su abuela había explicado, pero aquella canción la mantenía con calma y con esperanza cada vez que estaba nerviosa.

—La vamos a extrañar. —dijo Santiago

Eros asintió levemente.

—La vamos a recuperar. —aseguro Eros.

—Es hora de regresar. —menciono Santiago. Eros asintió levemente, con la mirada aun siguiendo a Awilix entre el bosque.

La castaña caminaba tranquila, tarareando la canción de su abuela con la mirada en alto, atenta a cada ruido fuera de voz y el viento. Camino un buen rato por el bosque, teniendo cuidado de no crear mucho ruido con las ramas. Supo que estaba cerca del lugar cuando comenzó a notar mas arboles falsos, la mayoría casi de plástico, con hojas duras y de un verdes casi fosforescente. 

 Al llegar a la reja lanzo una rama de un árbol falso a esta, comprobando que el gran cartel que amenazaba con electrocutar a cualquiera que se acercaba era falsa. Se acerco a esta y comenzó a agitarla levemente buscando el lado mas firme, al hacerlo, lanzo la mochila por arriba de esta, luego la lanza por uno de los hoyos de la reja y por ultimo ella escalo la reja, la cual no superaba los tres metros de altura. Brinco hacia el otro lado y tomo sus cosas mientras miraba enfrente suyo.

Habían unas pequeñas casas comidas completamente por la naturaleza. Nuevamente habían varios árboles aun falsos. Se mantuvo de pie, con una ligera sonrisa en su cara, observando los miles de árboles y las casas llenas de naturaleza. 

No tenía idea de hacia donde tenía que caminar, pero sabía que la luna reflejaría al instante en los enormes edificios de la casa trece por lo que sabría a donde tenía que caminar. Awilix se acercó a la casa más grande que vio, una de tres pisos, cubierta por enredaderas y musgo. La naturaleza había declamado el edificio, convirtiéndolo en una parte de si misma.

Se acercó a la puerta de madera, cubierta por la naturaleza pero demasiado débil, empujo levemente de esta, la cual se abrió al instante, con un pequeño chillido. Se adentro en esta encontrando las escaleras al instante, se acercó y comenzó a subir, cada paso resonaba en las escaleras crujientes. La madera estaba podrida y cada paso era un riesgo.

Al llegar al segundo piso, una tabla se rompió bajo su pie, Awilix casi soltó un grito, sosteniéndose en el aire. Cuando logró recuperarse coloco sus manos en su pecho, calmando su corazón el cual latía con fuerza. Se recuperó rápidamente y se acerco a las siguientes escaleras, volviendo a pisar con temor y cuidado cada paso.

Finalmente llegó al tercer piso, abrió nuevamente otra puerta, la cual daba a una gran terraza. La brisa fresca la recibió provocando una sonrisa en la chica. La vista era impresionante a pesar del color chillón de sus hojas. Se acercó a la orilla y comenzó a observar todo. No se había equivocado ante sus pensamientos, pues frente a ella, los edificios de la casa cero se erguían frente a ella como un gran sueño, como la ciudad que su abuela solía imaginar cuando era joven, antes de la guerra.

Cada edificio brillaba ante la luz de la luna, a pesar de lo lejos que se encontraba. La luz plateada resaltaba las líneas arquitectónicas, convirtiendo la casa cero en una visión surrealista. Podía distinguir desde lejos la gran muralla flaqueada por columnas de mármol, la cual encerraba la casa cero, con varios guardias listos para atacar.

La belleza de la Casa Cero contrastaba con la desolación que la rodeaba. Awilix recordó las historias que su abuela le contaba sobre el país antes de la guerra, cuando la vida bullía en las calles. Ahora, solo quedaba silencio y ruinas.

Su mirada se detuvo en el edificio mas grande, el edificio central de la Casa Trece, era una obra maestra de arquitectura moderna, diseñada para impresionar y dominar el entorno. Su estructura imponente se elevaba hacia el cielo como una declaración de poder y control.

La cúpula, su característica mas distintiva, brillaba como un espejo ante la luz lunar, reflejando la luz con una precisión casi sobrenatural. Estaba coronada por una aguja, cada vez mas fina que parecía tocar las estrellas.

Lo máximo que llegaba a ver eran los muros de los últimos pisos, los cuales eran de vidrio y metal, con líneas limpias y minimalistas que constaban en la ornamentación clásica de los edificios circundantes. Las ventanas parecían estar talladas en la estructura, como una joya.

Una sonrisa se esbozo en la cara de la castaña mientras acomodaba su cabello ante la fresca brisa. Aunque los edificios estaban lejos, sabia que podria encontrar una esperanza, tenia fe en que lograría llegar hasta la Casa Trece.

El Desafío De Los Desterrados (Libro 1, 2, 3 y 4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora