La luna ya estaba alta en el cielo, iluminando la noche con una luz plateada. La fogata, cada vez más grande, iluminaba gran cantidad de del lugar cerca de la cabaña, no llegaba tan lejos como lo estaba el bosque, pero iluminaba lo suficiente para que los chicos supieran cuando el bosque se encontraba cerca de ellos, obligándolos a retroceder varios pasos.
Awilix y Eros se encontraban fuera de la cabaña, alejados de los demás, observando a través de fuego a Diego y Quetzaly jugar con las espadas. Sentados en unas rocas tras la fogata. Mientras la chica disfrutaba de una manzana verde, el rizado, jugaba con sus manos, nervioso ante la noticia de aquella mañana.
Eros, con preocupación, miró a Awilix, queriendo insistir sobre el mismo tema. La chica, jugando con su cabello, miraba con una ligera sonrisa a los pequeños, cuando sintió la mirada del contrario.
—¿Que sucede? —pregunto ella, con voz baja y calmada, mirándolo fijamente, pero esta vez con una mirada tranquila y relajada.
—No puedes irte —dijo Eros, con voz urgente ante el tema. —. No sin saber qué hay ahí fuera. Awilix suspiró. De vuelta al mismo tema. Aquel tema no había salido de la boca de los chicos durante los últimos días. La castaña ya tenía el plan para escapar, por lo tanto, los chicos insistían en que no podía irse por que si, sin tener con que defenderse o sin saber que hay afuera.
Acomodó su postura mientras tomaba aire. Se quede callada durante unos segundos y soltó el aire.
—Eros, ya está decidido. No quiero morir aquí adentro.
Eros la miró. Tenía miedo de que no cumpliera su promesa de volver si no había esperanza, pues tenía miedo de que al salir de la casa uno, ejércitos de la casa trece estuvieran fuera esperando por ella, para llevarla a la casa trece, donde seguramente la torturarían o simplemente la matarían al instante que la vieran salir de la casa uno, al instante que la vieran cerca de los límites del lugar.
—¿Por qué es tan importante para ti? —preguntó el chico. Mirando fijamente a Awilix, buscando la respuesta entre sus movimientos.
Awilix se detuvo, su mirada fija en los jóvenes que jugaban, a la vez, jugando con sus propias manos. Por un momento, Eros pensó que no respondería.
—Tenia un hermano menor... Jason —dijo finalmente, entre susurros. —Lo perdí. Lo convertí en uno de ellos... yo... fue mi culpa y, solo quiero saber que es lo que hay allá afuera, que es lo que inicio con este virus o con la guerra, una respuesta a todo esto. —Eros se sorprendió ante su respuesta. —Los pocos libros que hay están manipulados por la casa trece.
—Lo siento —bisbiseo. —No sabía.
Awilix negó con la cabeza. Mirando hacia la fogata, con la mirada perdida, recordando vivazmente aquella noche donde perdió a su hermano por su culpa. Culpándose internamente por no haber hecho nada, por no haberlo salvado.
—Nadie lo sabe. Pero no puedo dejar de pensar en él. En lo que podría haber hecho para salvarlo aquella noche.
Eros la miró con comprensión. Los ojos de la chica, llenos de lágrimas que contuvo, brillaban bajo el fuego.
—No es tu culpa —murmuro el chico.
Awilix sonrió tristemente y miró al suelo, aquello se lo habían dicho un millón de veces, y todas esas veces negaba diciendo que si era su culpa.
—Sí, lo es —dijo Awilix, su voz llena de determinación. —, pero estoy decidida a encontrar una forma de salvar a los que aún quedan. Se que hay una forma de acabar con esto, de un futuro mejor.
Eros asintió, su mirada fija en los ojos de Awilix, llenos de una mezcla de tristeza y resolución. Nuevamente sorprendido por la fe de la chica en un futuro mejor, por su lucha constante, que ya no era por su hermano cómo lo fue cuando sucedió, sino, una lucha por todos aquellos que aún vivían, por todas aquellas personas que merecen algo mejor.
Eros regresó su vista a los pequeños por unos segundos y luego, volteó a la chica, con una idea en mente, que sabía que sería rechazada al instante por Awilix.
—¿Y si vamos contigo? —propuso Eros, sorprendiendo a la chica.
—¿Qué? —ella lo miró y comenzó a negar. —No, no. Es muy peligroso.
—Es más peligroso para ti sola. —insistió.
—Eros. —Awilix miró al chico a su lado.
—¿Si?
—Es peligroso... y —suspiro. —, quiero que me prometas algo.
El chico la miró intrigado. Bajo la nerviosa mirada de la chica, pregunto:
—¿Que sucede?
—Prométeme que cuidarás de Zaly. —dijo ella. Eros se sorprendió, no esperaba aquella petición. —Por favor.
—Claro que lo haré —confirmo. —, pero ¿por qué?
Awilix sonrió.
—Zaly me recuerda mucho a mi hermano... si no hay esperanza y tengo que volver, quiero que ella esté a salvo aquí.
Eros sonrió y asintió.
—La cuidaré —prometió.
Awilix lo miró con una pequeña sonrisa.
—Gracias, Eros. —murmuró.
Se levantó, dejando a Eros solo, y camino hacia donde los más jóvenes jugaban con la espada, instigando que era hora de meterse, pues los infectados se escuchaban cerca. Luego de crear la fogata, era menos común verlos cerca de la cabaña, pero aún así, merodeaban cerca esperando a cualquiera de ellos para utilizarlo como cena o listos para hacerlos de su manada.
Con un suspiro silencioso, Eros contempló como Awilix hablaba con Diego y Quetzaly, sacudiendo sus cabellos y con una gran sonrisa, casi como una despedida sutil. La conciencia de que quizás nunca más vería volvería a verla, debido a su determinación de escapar esa noche, le dejó un regusto amargo.
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El Desafío De Los Desterrados (Libro 1, 2, 3 y 4)
Fiksi IlmiahEl mundo esta completamente destruido por guerras y problemas ambientales. México se encuentra bajo un gobierno opresivo de científicos que buscan una manera de revertir todos los problemas del mundo y políticos que mantienen ciegos a las personas c...