Capitulo 4

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La semana pasó en un suspiro, pero los días previos a la fiesta del viernes en casa de Mason estuvieron llenos de todo menos tranquilidad. Desde el extraño encuentro con Easton en la sala de castigos, no podía dejar de darle vueltas a la cabeza. Aunque traté de apartar esos pensamientos, siempre volvían, como si no pudiera sacármelos de encima. Pero, afortunadamente, algo -o mejor dicho, alguien- me mantuvo ocupada durante la mayor parte de la semana: Tucker.

Nos habían asignado un proyecto de química bastante complicado, y como era de esperarse, Tucker y yo éramos compañeros. No me molestaba. Tucker siempre había sido un excelente estudiante, y trabajar con él era fácil y agradable, como todo en nuestra amistad. La mayor parte de las tardes, después de clases, nos reuníamos en mi casa o en la suya para trabajar en el proyecto.

El miércoles por la tarde, estábamos en mi cocina, rodeados de libros de química y papeles por todos lados. Mi madre, Evelyn, estaba preparando la cena, mientras Noah se dejaba caer en la sala, pasando de un canal a otro sin mucho interés.

-Creo que si ajustamos la ecuación de la solución, deberíamos obtener un resultado más estable -dijo Tucker, inclinándose sobre el libro, concentrado.

Yo asentí, aunque en realidad no estaba pensando mucho en la ecuación. Mi mente vagaba, recordando el comentario de Noah durante el almuerzo.

-Tucker, ¿crees que no estamos pasando demasiado tiempo juntos últimamente? -pregunté de repente.

Él levantó la cabeza de su libro, sus ojos claros se encontraron con los míos, y sonrió con esa calidez que siempre había sentido tan familiar.

-¿Te molesta? -preguntó, inclinando la cabeza ligeramente.

-No, claro que no. Es solo que... Noah siempre insinúa cosas. Ya sabes cómo es -dije, encogiéndome de hombros.

Tucker rió entre dientes y se estiró hacia atrás en su silla.

-Noah tiene esa habilidad, ¿no? -respondió-. Pero no dejes que te moleste. Solo somos amigos. Aunque -añadió, con una pequeña sonrisa traviesa-, seríamos una gran pareja si lo fuéramos. Al menos eso es lo que dice Noah.

Rodé los ojos y le di un empujón juguetón en el brazo.

-No comiences tú también.

Nos reímos, y por un momento, todo se sintió normal, como siempre había sido. Tucker era Tucker, mi mejor amigo, alguien en quien podía confiar, con quien podía pasar horas sin sentirme incómoda o presionada. Pero, de alguna manera, la forma en que dijo esas últimas palabras dejó una pequeña semilla de duda en mi mente. Algo en su mirada me hizo pensar que quizás... ¿sentía algo más? Sacudí la cabeza, descartando el pensamiento. No quería complicar las cosas entre nosotros.

Mi madre se acercó con una bandeja de galletas que acababa de sacar del horno.

-¿Galletas, chicos? -preguntó con una sonrisa, poniendo la bandeja en la mesa.

-Gracias, señora Wilson -dijo Tucker amablemente, tomando una.

-Gracias, mamá -dije mientras mordía una de las galletas de chocolate. Estaban perfectas, crujientes por fuera y suaves por dentro, como solo mi madre podía hacerlas.

Mi madre nos observó un momento, con una mirada curiosa en su rostro.

-Tucker, deberías venir más a menudo. Mia siempre está más concentrada cuando estás aquí -dijo mi madre, riendo suavemente.

Tucker le devolvió la sonrisa y me lanzó una mirada traviesa. Sabía que mi madre estaba bromeando, pero siempre tenía una forma de hacer que cualquier situación pareciera más significativa de lo que era.

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