Capitulo 8

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Las escaleras parecían más empinadas mientras las bajaba. Mi mente seguía enredada en lo que acababa de suceder con Easton en el pasillo, pero ahora solo sentía una mezcla de frustración y confusión. ¿Qué significaba todo eso? La fiesta ya no tenía ningún atractivo para mí. Todo lo que quería era salir de allí.
Cuando llegué a la planta baja, vi a Mason apoyado en una pared, riéndose de algo con un grupo de chicos del equipo de fútbol. Me acerqué a él, esperando que mi hermano pudiera llevarme a casa.
—Hey, Mason —dije, atrayendo su atención—. ¿Sabes dónde está Noah? Necesito que me lleve a casa, ya no me siento muy bien.
Mason arqueó una ceja y me miró con curiosidad.
—Noah está ocupado… —dijo, haciendo un gesto con la cabeza hacia las escaleras.
Seguí la dirección que me señaló y vi a Noah en la distancia, entre risas con Molly, la animadora más guapa del instituto. Parecía bastante entretenido, y aunque normalmente no me habría importado, esa noche no tenía la energía para interrumpirlo.
Suspiré y le di una sonrisa cansada a Mason.
—Está bien, me iré caminando. Total, solo son quince minutos.
Mason frunció el ceño, claramente no muy contento con mi decisión, pero no insistió. Le hice un gesto de despedida antes de acercarme a Blair y Kate, que seguían en el círculo de verdad o reto, completamente sumergidas en la diversión.
—Chicas, me voy ya —les dije, y ambas levantaron la vista, sorprendidas.
—¿En serio? ¿Tan pronto? —preguntó Blair, visiblemente divertida por el juego. Pero Kate, que era un poco más perceptiva, notó mi estado de ánimo.
—¿Estás bien? —me preguntó con una ligera preocupación.
—Sí, solo estoy un poco cansada. Nos vemos el lunes.
Les di un beso en la mejilla, al igual que a Tucker, quien me devolvió el gesto con una sonrisa cálida y tierna.
—Cuídate, Mia. Si necesitas algo, avísame, ¿vale? —dijo, su tono siempre atento y dulce. Sabía que Tucker se preocupaba por mí, pero esta noche simplemente no estaba de humor para largas conversaciones.
—Gracias, Tuck. Nos vemos —le sonreí débilmente antes de dirigirme hacia la puerta.
El aire fresco de la noche me recibió cuando abrí la puerta, y por un momento, el silencio del exterior me hizo sentir un leve alivio. Sin embargo, antes de que pudiera dar el primer paso para irme, sentí una mano firme agarrar mi muñeca. Me giré bruscamente, sorprendida, y me encontré con los intensos ojos verdes de Easton.
—No vas a caminar sola —dijo, su voz baja pero firme.
Mi corazón dio un vuelco, pero su expresión era tan inescrutable que no pude descifrar si estaba molesto o preocupado. Antes de que pudiera protestar o decir algo, él continuó:
—Te acompaño a casa. Después vuelvo a la fiesta.
No protesté. Algo en su tono me hizo sentir que no tenía sentido discutir. Easton Rossi no era del tipo que pedía permiso o daba opciones, simplemente hacía lo que creía necesario.
Empezamos a caminar en silencio por las calles tranquilas de Richmond, la distancia entre nosotros tan palpable como la tensión en el aire. Mis pensamientos eran un torbellino, pero no sabía cómo romper el hielo. Sabía que el beso en el juego no había sido solo eso para él, pero ahora estábamos en un punto muerto. El silencio era casi ensordecedor, y cada vez que intentaba hablar, me bloqueaba. Él tampoco decía nada. Caminaba a mi lado, las manos en los bolsillos, sus ojos fijos en el camino frente a nosotros.
Finalmente, llegamos a mi casa. El porche estaba oscuro y las luces del interior apagadas. Me detuve en la entrada, dándome la vuelta hacia él. Esperaba… no sé qué. Quizás alguna palabra, alguna señal de que todo esto significaba algo.
Pero no fue así.
—Nos vemos —fue todo lo que dijo, su voz seca, casi distante. Me miró por un segundo más antes de darse la vuelta y empezar a caminar de regreso.
Me quedé allí, congelada en mi lugar. ¿Un simple "nos vemos"? Todo lo que habíamos vivido esa noche, toda la tensión, y lo único que obtenía era una despedida vacía y fría.
—¡¿En serio?! —exclamé en voz baja, frustrada conmigo misma más que con él. Lo vi alejarse por la calle, y sentí una oleada de indignación subiendo por mi pecho. ¿Era eso todo lo que valía para él? Después de lo que había pasado en el pasillo, después del beso, después del silencio cargado de emociones, me dejaba con un simple "nos vemos".
Qué noche de mierda.
Suspiré, sintiéndome completamente agotada, y entré a la casa en silencio, intentando no despertar a mis padres. Me dirigí a mi habitación sin encender ninguna luz, deseando simplemente meterme en la cama y olvidarme de todo.
Me cambié rápidamente, poniéndome mi pijama de algodón favorito, y me dejé caer en la cama con un suspiro pesado. Easton seguía en mi mente, su rostro, su voz, su maldita manera de dejarme siempre con más preguntas que respuestas.
"Nos vemos", repetí en mi cabeza, con un tono sarcástico. Qué ridículo.
Para distraerme, tomé uno de mis libros favoritos de la mesita de noche, "Orgullo y Prejuicio" de Jane Austen. Sabía que leer sobre las complicaciones románticas de Elizabeth Bennet y Mr. Darcy me haría sentir un poco mejor, al menos temporalmente. Abrí el libro y dejé que las palabras me envolvieran, aunque mis pensamientos seguían volviendo a Easton una y otra vez.
De fondo, puse la serie que siempre me daba consuelo: "Las Chicas Gilmore". El sonido familiar de Lorelai y Rory hablando rápidamente llenó la habitación, dándome un poco de calma en medio del caos de mis emociones.
Quizás el lunes, cuando lo vea en clase, todo tendrá más sentido. O quizás no. Pero por ahora, solo quería perderme en el mundo de Austen y olvidarme de que había sido otra noche decepcionante en lo que respecta a Easton Rossi.
Apagué las luces, dejando solo el brillo de la pantalla del portátil iluminando la habitación. Mañana sería otro día. Y tal vez, solo tal vez, las cosas cambiarían.

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