TODOS LOS DÍAS

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(Chico Blanco ft. GAZZI)


Apenas una semana antes de que el mes de mayo viese llegar su final y diera paso al verano, época que Juanjo adoraba ya que podía permitirse dejar de lado, momentáneamente, sus responsabilidades, él y sus dos compañeros de piso se encontraban en la pequeña casa de campo de la familia de Álvaro. Ésta, que era humilde pero contaba con una piscina de construcción en su jardín, se encontraba a las afueras de Sevilla, a pocos minutos de uno de aquellos pueblos que rodeaban la ciudad como si de una armadura de asfalto y ladrillo se tratase. Cuando decidieron que aquel día se merecían huir del calor entre el agua y aquellas pequeñas uvas moradas que nacían de la parra que décadas antes había plantado la abuela del chico de ojos castaños, y entre todas las opciones posibles, escogieron un resultado que parecía más que obvio entre las ya innumerables dinámicas aprendidas y repetidas por aquel trío de amigos; al zaragozano, entre bufidos y carraspeos exagerados que buscaban expresar una fingida ofensa, le había tocado cubrir la función de chófer aquel día.

Aquel domingo, el chico abrió sus ojos por primera vez sobre las nueve y media de la mañana, con las sábanas que le habían cubierto durante toda la noche en el suelo, lejos ahora de él y su cuerpo, con su espalda bañada en sudor, y con una sensación de embotamiento en su cabeza que le impediría regresar a los mundos de Morfeo por más que así lo hubiese deseado. Mientras posaba la cafetera en la vitrocerámica y esperaba a que la ley de la termodinámica hiciese su magia, consiguiendo que el café comenzase a fluir a borbotones e impregnara toda la habitación con su aroma, Juanjo tomó conciencia de que el verano y, por ende, el calor, parecían haber atravesado aquellas murallas de asfalto que rodeaban la capital andaluza. Cuando por fin pudo servirse su café, reservando lo que había sobrado para que Denna y Álvaro pudieran hacer lo mismo cuando su sueño decidiera también abandonarles, se sentó en uno de aquellos taburetes verde lima que acompañaban a la barra que atravesaba su cocina, quedándose una cantidad indefinida de minutos observando, más ensimismado de lo usual, la pantalla de su teléfono móvil. Más concretamente, su atención había sido atrapada por completo aquella mañana por una foto que le había enviado, de madrugada, el chico con el que llevaba viéndose casi cuatro meses.

- ¿Qué te tiene tan entretenido que ni te das cuenta de que estoy aquí? -Preguntó su mejor amiga con un tono de voz juguetón al que le acompañaba un bostezo, al mismo tiempo que atravesaba el umbral de la puerta, arqueando una ceja al ver que el chico seguía sin despegar la mirada de su teléfono incluso después de haberle hablado, actuando como si ella siguiese sin estar allí-. ¡Ts, tú! ¡Que te estoy hablando!

- Buenos días a ti también, Almu -respondió aún con cierto desinterés, elevando ahora su mirada para recorrer la figura de la chica, que vestía una de aquellas camisetas que, después de haber hecho uso de su conocimiento experto y profundo en el terreno del chantaje emocional, le habría robado a su nueva víctima-, tienes café en la cafetera; de nada -añadió, con una pequeña sonrisa colgando de sus labios-.

- ¡Ay, dios, es que te voy a comer de un bocao'! -La expresión ofendida de la chica se transformó, en cuestión de un mísero parpadeo, en una que gritaba a los cuatro vientos amor, complacencia y capricho cumplido. En una carrera rodeó la barra de cocina que les separaba, abrazando su costado y dejando varios besos en su perfil-. ¡Es que te tengo que querer y punto! ¿Qué otro remedio me queda? ¡Ninguno, Juanjo, ninguno! -La chica apretó su agarre, y Juanjo salió de la dispersión que bañaba su mente para responder con una pequeña carcajada y con sus manos acariciando los antebrazos de la chica-. ¿Por qué no nos hemos enrollado nunca? ¡No lo entiendo! Funcionaríamos tan bien juntos...

- Denna, ¡por dios! ¡Cállate ya! -Respondió, divertido e irónico, con el poco rastro de sueño que aún le acompañaba yéndose para no volver hasta que el ocaso también lo hiciese aquel día. Ejerció una suave presión en los brazos de la chica para crear un poco de distancia entre ellos, mirando ahora fijamente a aquellos vivaces ojos que, como de costumbre, no habían sido desmaquillados correctamente la noche anterior-. ¿Por qué estás tan pelota? ¿Qué quieres? Ni que fuera la primera vez que os dejo el café hecho... -Denna le devolvió la mirada, llevándose una de sus manos a su pecho, actuando como si aquel comentario hubiese sido un disparo certero a su corazón-.

Oniria encuentra a Insomnia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora