Tocarte

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(Jorge Drexler ft. C. Tangana)


    El tono sugerente y urgente que acompañaba a la voz de Martin consiguió que la piel de la nuca del chico de ojos verdes se erizase, que un escalofrío recorriese toda su columna vertebral, que sus pupilas se dilatasen, y que aquella sensación anticipatoria que amenazaba con dejar sin respiración al castaño ahora fuese, también, compartida por él. Claro que se acordaba, ¿cómo no iba a hacerlo? Si no había día, desde que lo había conocido, en el que no fantasease con su cuerpo desnudo sobre el del menor, con su boca devorándolo, o con sus manos explorando cada rincón. No obstante, y debido a lo inesperado de aquella petición en un momento como aquel, sus ojos se abrieron, sorprendidos, y el rosáceo de sus mejillas se intensificó.

- ¿Aquí y ahora? ¿En serio? -Preguntó con sorna en un susurro cerca del oído del más pequeño, que aún portaba una sonrisa risueña y casi despistada con él, como si aquella conversación no tuviese que ver con él y con su genuina sinvergonzonería-.

- Sin rechistar, reprochar, preguntar o cuestionar, ¿te acuerdas? Lo dijiste tú -Juanjo tragó saliva ante las que hace sólo algunas semanas habían sido sus propias palabras, mientras observaba como aquel chico lucía victorioso. Su pose era desenfadada, y su mirada seguía posada en Denna y Álvaro, como si su atención aún se mantuviese con ellos. El zaragozano dejó escapar una risa suave y derrotada, negando con la cabeza al mismo tiempo que devolvía su mirada a sus dos amigos-.

- Oye, chicos -comenzó a decir, logrando que la rubia y el de cabello rizado se girasen para observarle-, no os había dicho nada pero... Martin y yo habíamos quedado para... -Se rascó la nuca, visiblemente nervioso, buscando alguna excusa que sonase lo suficientemente convincente como para que, al menos, aquellos dos cotillas natos no hiciesen demasiadas preguntas. Martin le miraba, divertido. ¿Cómo podía aquel chico ser tan inteligente y, al mismo tiempo, tan fácil de leer?-.

- ... Para ayudarme a hacer un trabajo de psicología del desarrollo.

Fue el vizcaíno el que, con soltura, gracia natural y unas dotes actorales envidiables, completó la excusa en la que el más mayor parecía haberse atascado. Álvaro podría haber mencionado el hecho de que Martin no llevaba consigo ninguna mochila repleta de material de estudio, y Denna podría haberlo hecho con aquella cita que habían planeado Juanjo y ella para ir, después de aquella conferencia, a comer a su bar favorito del barrio en el que vivían. Sin embargo, ambos decidieron guardarse para sí mismos una información como aquella, que había sido valorada en sus mentes como banal y superflua, despidiéndose de los dos chicos y saliendo entre risas de aquella roñosa habitación. Después de que aquella puerta se cerrase y el silencio ocupase todo aquel espacio, el moreno se acercó a la misma, echando el pestillo. Fue entonces cuando se giró para encarar al chico de ojos color miel, iniciándose una batalla entre el reto en sus miradas y el juego en sus sonrisas. Ambos se plantearon, en la quietud de sus mentes, la misma pregunta en aquel mismo momento; ¿cuál de los dos daría, aquella vez, el primer paso?

A ambos les gustaba darle respuestas a sus preguntar, pero Martin gestionaba peor sus impulsos, por lo que fue él quien terminó acortando la distancia que le separaba del mayor, encerrándolo entre la puerta de aquel despacho, y él. Colocó sus brazos sobre el pecho del chico que ahora se encontraba aprisionado, uniendo con urgencia sus labios, al mismo tiempo que, torpemente y con un leve temblor en sus manos, intentaba desabrochar los botones de su camisa. Juanjo jadeó sobre los labios del castaño debido a la sorpresa, aunque su respuesta ante aquel movimiento fue automática; coló sus manos bajo aquella camiseta de alguna película retro que vestía Martin, dibujando con ellas un recorrido que ascendía desde su cintura, hasta su media espalda. Le devolvió aquel beso con la misma necesidad, apretando la piel localizada bajo sus palmas, obligando al cuerpo contrario a terminar de recortar cualquier distancia con el suyo. Martin, al mismo tiempo que se deshacía de la camisa de Juanjo y la tiraba hacia alguna dirección para nada premeditada, entreabrió sus labios para permitirle el acceso, dejando morir ambos chicos un sinfín de suspiros ahogados en la boca contraria. El vizcaíno acariciaba la piel desnuda de su pecho, mientras que el chico de ojos verdes bajaba sus manos a su cintura para agarrar el borde de su camiseta y tirar de ella. Aquel movimiento tuvo como resultado que sus labios se viesen obligados a separarse y que una pequeña ola de frustración golpease su mente cuando, durante aquel mísero instante en el que le quitaba la camiseta, no había sido capaz de ver su rostro. Le pareció una respuesta emocional infantil pero, cuando por fin lanzó aquella prenda lejos de su vista, pudiendo volver a recorrer toda su expresión con sus ojos, pudo ver como una felina y victoriosa sonrisa cubría los labios del castaño.

Oniria encuentra a Insomnia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora