CAPITULO 34

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Maratón

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En serio había sido todo...

Podía sentir las últimas palabras de Freen chocando fuerte contra su débil corazón. Y pensar que segundos antes de la llamada de Max habían estado a punto de besarse de nuevo. En cambio, ahora ella estaba a tres horas de ella. A 350 kilómetros de ella. Lejos. Totalmente lejos y fuera de su alcance. No había recibido ninguna sola llamada en lo que iba del día. Y sabía muy bien, como la conocía, que no la recibiría. Que esta vez verdaderamente no había ningún camino por el cual ambas pudieran luchar por tenerlo todo de nuevo. Se había acabado.

¿Y qué iba a hacer ahora? A pesar de sus tercos intentos por creer que tenía una brújula que podía guiarla, en ese momento no podía evitar sentirse perdida. Freen era su brújula. Su "camino a casa". Nunca le había dicho algo así, y ahora mismo lloraba porque nunca más tendría la oportunidad de decírselo.

Todavía sollozando, buscó entre su ropa algo adecuado para la cena de esta noche. Tenía que pensar, que en algunas horas debía cambiar completamente de postura. Aunque estuviera totalmente destruída, sabía bien que un ejecutivo de banco no iba a contratar a una deprimida, cuya vida no tenía sentido pues la mujer de su vida acababa de decirle que jamás la volvería a ver. Sollozó de nuevo.

- Eres un desastre. - se dijo a sí misma, mirando su ropa desordenada sobre la cama. Frente a ella, un espejo que cubría un cuarto de toda la pared, llegaba hasta el piso y la dibujaba a ella en el mismo estado en el que se encontraba. Tenía el maquillaje corrido, ojeras pequeñas y el cabello desordenado.

Sin ganas de nada, se tumbó de espaldas sobre su ropa. Ni siquiera el techo de la habitación de hotel podía darle tranquilidad. Tenía un diseño de ángeles que se daban la mano con otros ángeles, en lo que parecía una orgía o algo así. Toda la habitación estaba cubierta del mismo tapiz. Y era malditamente perturbador. Sin embargo, según Max, aquel era uno de los hoteles más ostentosos de todo Washington. Quizá era cierto, pues omitiendo los ángeles perturbadores, había un plasma gigante en la pared frente a su cama. Y la cama, guau, parecía sacada de un cuento de hadas. Era enorme, blanca, blanda y preciosa. Se sentía tan pequeña en ella. Pequeña e indefensa. Dando un suspiro, estiró su mano derecha para poder alcanzar el mando del televisor. Había más de cinco controles sobre la cama. ¿Pero qué era esto? Si a esto llamaban lujo, ella prefería volver a casa. Intentando, uno de los controles logró encender la televisión.

Se quedó quieta observando la televisión por un buen rato, pasando de canal en canal, aunque en realidad no buscara nada. Mientras lo hacía, su atención se posó en el noticiero nocturno. Acababa de empezar justo hace cinco minutos.
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Elisabeth tenía el control de la televisión entre sus manos. Veía las caricaturas y reía de vez en cuando. Entre sus brazos apretaba fuerte la muñeca rubia que Max, amablemente, le había obsequiado hace unos días. Soltó una carcajada, pendiente de la televisión, mientras aguantaba sus ganas de ir al baño. Sin poder hacerlo más, se puso de pie, dejando caer la rubia muñeca sobre el control del televisor. Dos números se presionaron accidentalmente y las caricaturas desaparecieron, en cambio ahora estaba el noticiero nocturno que acababa de empezar.
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La presentadora era bastante guapa. Tenía el pelo atado en una cola de caballo y leía de vez en cuando los papales que tenía sobre su escritorio. Lo hacía bien, pero no lo suficiente. Dictó un par de noticas. Un tratado acababa de ser firmado entre dos países, una chica había sido secuestrada, un militar acababa de morir...

Becky se sobó los ojos. Esto definitivamente no ayudaba. No le estaba ayudando en lo absoluto a distraerse, sino más bien a quedarse dormida.

Decidida a cambiar aquel anticuado noticiero, presionó un par de números en el control remoto. Mientras el canal se cambiaba de uno a otro, pudo escuchar algo que le heló la piel.

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¿Dónde estaba Elisabeth? La había dejado mirando caricaturas hace cinco minutos y ahora ya no estaba. Lo único que quedaba de ella era esa muñeca cara y bonita que Max le había regalado. Debajo de ella estaba el mando del televisor, lo tomo entre sus manos y antes de que pudiera apagar el televisor, leyó rápidamente los titulares.

Oh mierda...

"Mafia Tentation: encontrada".

Una reportera estaba al lado de un agente del FBI. El tipo estaba serio y con un par de folios en la mano.

"El agente Luke ha seguido detenidamente cada paso que este caso requiere. Cuéntenos un poco sobre esto, agente Luke".

La reportera le ofreció el micrófono, colocándolo en la boca del policía. Y este, con el semblante frío y calculador, empezó a hablar.

"Nuestros hombres del FBI han logrado atrapar a un tipo que fue cómplice del homicidio sucedido hace un mes. El homicidio de New Jersey".

"El homicidio de New Jersey" el homicidio de la madre de Becky... todo iba cobrando mucho sentido.

"La información que tenemos ahora es bastante precaria y no podemos revelar nada más hasta el momento, pues hay ciertos acuerdos con el gobierno de Estados Unidos que nos lo impiden".

"¿El presidente está al tanto de esto?"

"Sí. Por supuesto. Él nos ha pedido dar esta información, pues el tema ha pasado a mayores. Lo único que deseamos es la seguridad de cada uno de los ciudadanos".

Freen tragó saliva. Hasta ese momento, Elisabeth se había ubicado a su lado, y sin entender nada, tomi su muñeca rubia y la puso sobre sus rodillas, sentándose al lado de su madre, que miraba estupefacta el noticiero. Ella sintió su cuerpo y pasó el brazo derecho por sobre sus hombros.

"Se han reportado alrededor de diez homicidios en lo que va del mes. Homicidios acompañados de robos, como esta mafia viene acostumbrando a realizar. Nuestras investigaciones, junto con la información que hemos logrado sonsacar del criminal que logramos capturar, nos han hecho sacar muchas conclusiones".

El oficial tragó saliva.

"Creemos que... lo que ésta mafia está realizando, se debe nada más que a algo personal. Es decir, ellos... están contra de alguien en particular".

Mierda... Cierto sentimiento de paranoia invadió el cuerpo de Freen. Estaba sola junto a Elisabeth, y aunque sabía que jamás dejaría que algo le sucediera, podía sentir temor dentro de sí.

Lo sabía... sabía que aquella mafia había renacido de quien sabe dónde. Y sabía también que el tema de los crímenes no era más que personal. Que estaba en contra de ella, por supuesto. Pero habían ciertas piezas que todavía no encajaban bien.

"Queremos dejar en claro, que esto no se trata de una guerra. El tema personal de aquella mafia se está investigando con mucha cautela, pero es necesario, que por lo menos en lo que va de estos días, ningún ciudadano se acerque a ningún banco. Estos serán clausurados hasta un nuevo aviso. El gobierno de Estados Unidos ha decretado este suceso como algo temporal".

De mal en peor. Quizá llamar a Becky en ese momento era buena idea. Ella debía saber sobre esto, ahora que ya estaba al tanto.

Freen palpó su móvil dentro de su bolsillo trasero del pantalón. Buscó el número de y antes de que pudiera marcarle, escuchó atentamente algo que hizo que todas las piezas del rompecabezas se unieran rápidamente, formando así el preciado rompecabezas. Mierda, ya lo tenía. ¿Cómo había podido ser tan tonta?

"Hemos certificado la información que tenemos en nuestras manos, actualmente sabemos que la cede oficial de esta masa de criminales se encuentra en Washington. Por lo que, con autorización del presidente de Estados Unidos y las fuerzas armadas, la ciudad de Washington queda irrefutablemente en código rojo. Nadie puede salir, ni entrar de esa ciudad".

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TENTATION 4- FreenBecky G!pDonde viven las historias. Descúbrelo ahora