CAPITULO 23

727 93 3
                                    


Holaaa.

****************************

La cabeza le daba vueltas. No podía diferenciar entre un escalón u otro, pero de todas formas había logrado llegar al último piso sin antes haberse tropezado. Digamos que tenía ya bastante experiencia en el asunto. La puerta frente a ella, le dijo muchas cosas antes de poder notar que tan solo era un objeto. Y al hacerlo, buscó con lentitud entre sus bolsillos la llave principal del departamento. Entre intentos e intentos, y la poca luz de luna que lo iluminaba esa noche, logró hallar la indicada. Celebró en silencio y abrió la puerta. La oscuridad nubló sus ojos. ¿Dónde estaba? Oh... claro... cerró y abrió los ojos muchas veces hasta que su sentido común le indicó que conocía muy bien aquel lugar. Encendió las luces del departamento y pocos fueron los pasos que pudo dar antes de que se tumbara sobre el diván, frente al televisor.

Minutos y minutos pasaron. Se había quedado tendida sobre los cojines, con los ojos cerrados. Sin embargo, ni siquiera el estado que la embargaba la había hecho cometer uno de los peores pecados de su vida. Se había negado a tener sexo con aquella mesera de bar, que le había ofrecido una y mil cosas en una sola noche. Probablemente las cosas hubieran sido muy diferente hace algunos años, probablemente ahora no estaría acostada sobre el diván de su propia casa, aliviada de no haber cometido ninguna locura. Y eso solo le hacía entender cuan loca estaba por Rebecca. Cuan enamorada estaba. ¿Eso era peligroso? ¿Había perdido el gusto por otras mujeres? Mnh... no lo sabía, y realmente era algo que debía analizar. Aquella castaña le había parecido muy guapa, ¿por qué mentir? Pero algo en ella, algo en todas las mujeres del mundo, le hacían saber que jamás tendría suficiente. Que jamás obtendría lo que querría con ninguna de ellas. Porque lo que quería, lo tenía ya y eso era suficiente.

La mañana llegó rápido y el sol salió tan radiantemente como pudo. Quizá se debía a la tormenta de anoche, la tormenta que Freen y Becky habían ocasionado.

Para ella también era un buen día. Para ella, nada había sucedido anoche. Su rostro era diferente y ahora movía las caderas de un lado para otro, cepillándose los dientes frente al espejo. Radiante. Preciosa. Dejó el cepillo de dientes sobre el lavador y salió del baño personal. Frente a ella se extendía un espejo que le permitía verse de pies a cabeza. Tenía un muy buen aspecto e iba bastante guapa para la oficina, más de lo normal. Se dio un visto bueno y salió de la habitación.

Mientras Becky abría el refrigerador y marcaba un número en el móvil, Freen despertaba de un amargo sueño. Sus ojos todavía estaban pesados y solo eso le bastaba para saber el aspecto que traía. Sin embargo, la vista no era para nada de mal gusto. Al contrario, podía divisar a su chica en tacones, envuelta en una falda tubo color negro, un saco del mismo color y una blusa de tirantes crema. Se veía tan natural, como cualquiera otro día. Como si nada hubiera sucedido anoche. ¿Eso era una buena señal? Freen se puso de pie, todavía bastante somnolienta.

- Sí, ella se ha acostumbrado bastante a ti. - dijo Becky entretenida con el móvil. Cerró el refrigerador, con una caja de leche en su mano libre. - Vale, tienes llaves. Solo serán unas horas. Ajá... vale, gracias. - colgó la llamada y dejó el móvil a un lado. Delante de ella tenía unos ojos miel mirándola implorando, pero parte de su juego era no caer, ni siquiera mirarle, ignorarle por completo.

Así que eso hizo... siguió caminando por toda la cocina, aún sabiendo que Freen la miraba en busca de alguna explicación. ¿Alguna hablaría en algún momento?

- Becc... - susurró, después de unos minutos. Pero ella seguía moviendo cosas de un lado para otro sobre la encimera de la cocina. Mientras lo hacía no dejaba de verse tan atractiva. Tan sencilla. - Nena... - volvió a llamarle ella. Pero Becky no parecía escucharle y no parecía querer argumentar algo. Así que mientras ella se daba la vuelta para colocar la caja de leche en el refrigerador, Freen pareció tras su cuerpo en el acto. Becky se volteó.

- Suéltame. - le dijo al sentir ambas manos de Freen sobre sus caderas, evitando que ella escapara. Y aunque Becky sabía que debía esforzarse por permanecer molesta, esos ojos y esa boca húmeda y rosada, rompía sus esquemas.

- No voy a soltarte. - le contradijo Freen Ambas se miraron, intensamente, tratando de intimidar a la otra. En ciertas cosas se parecían tanto. - Escúchame, por favor.

- Apestas.

- Rebecca, por favor.

- Te voy a decir algo, a partir de ahora has como si Elisabeth y yo no existiéramos ¿está bien? Justo y como lo hiciste anoche.

- Lo lamento, de verdad... yo...

- Olvídalo.

-¡Escúchame! - gritó Freen.

- ¡Escúchame tú a mí! - gritó ella también. Ambas se quedaron calladas después de alzar las voces, lo único que podía escucharse eran sus respiraciones agitadas. - Sé que nunca has tenido respeto por nadie, pero era tu hija quién te estaba viendo ebria anoche. No yo, ni ninguno de tus jodidos amigos ¿de acuerdo? Era una niña de tres años que ojalá nunca sepa lo que fuiste en algún momento.

Solo sus miradas fueron quiénes hablaron en ese momento. Y ella estaba muriendo por dentro. Sabía muy bien que lo que acababa de decirle a Freen era totalmente desgarrador, podía verlo en sus ojos en ese momento. Le había dolido mucho, como a ella, escuchar esas palabras. Pero sabía que tenía razón, sabía que ella era la única persona que podía hacerla entrar en razón aunque a veces fuera ella quién sufriera más. Sabía que ella era parte de su autocontrol, parte de lo que la mantenía siendo la persona que ahora era... La única que podía hacerla volver a la tierra, y elevarla de vez en cuando... Sin embargo, verla con los ojos húmedos le partía el corazón en pedazos pequeños. Freen no lloraba...

- Perdóname. - susurró Freen. Becky tragó saliva. Por dentro se gritaba palabras de aliento para poder mantenerse en la misma recta en la que había empezado.

- La niñera vendrá en unos minutos. - dictó. Se dio media vuelta y soltó aire. Escuchó a Freen suspirar de la misma manera, tras ella. Y Freen sabía muy bien que no había nada que pudiera hacer en ese momento. Lo había jodido todo de una manera espectacular. Y solo le había bastado emborracharse una sola noche. - Iré a la oficina.

"La oficina"...

Aquello solo hizo que la mente de Freen se nublara de imágenes de Max Nichols. Becky. En su departamento. Ahora que lo recordaba... ¿qué hacía anoche con ella?

Y hervía en ganas por preguntárselo. Pero vamos, lo sabía, solo ganaría mucho más problemas. ¿Pelear por ese tipejo? Estaba claro que Becky no quería nada con él. No lo había hecho en el pasado y mucho menos ahora.

La observó sentada sobre el diván, moverse de un lado para otro. Viendo a Elisabeth, tomando un bolso, abrigándose y finalmente llegando a la puerta. El momento de despedirse había llegado y con ella, ninguna de las dos sabía que era lo que podía pasar.

Ella se dio media vuelta, dispuesta a salir, pero antes Freen alzó la voz...

- También iré a la oficina en unas horas. - le comentó. Becky se giró y asintió al mismo tiempo. En ese lapso pudieron mirarse de nuevo, era inevitable no adivinar lo que la otra estaba pensando en ese momento. Podía percibirse a kilómetros. Se querían. Se querían ahora. - Gati...

- No me llames así. - rogó Becky. Y Freen asintió, sin querer darle la contra una vez más. Debía aceptarlo, había cometido un error que debía pagar a su manera.

Sentada sobre el diván, solo pudo mirar como Becky desaparecía del departamento y se quedaba en medio de un silencio grande que solo le hacía pensar más. Todo lo que Becky le había dicho estaba en su mente y lo escuchaba una y otra vez. Era la única persona en el mundo que podía decirle las cosas de frente. Era aquel antídoto que necesitaba algunas veces, cuando sentía que no había control en ella. Era el paraíso en el que debía hundirse de vez en cuando. Sin embargo, escucharla también le había hecho sacar muchas conclusiones. Lo había estropeado todo lo suficiente como para que Becky sintiera que ni siquiera podía tener respeto por Elisabeth. Y es que... tal vez jamás se haría una idea de cuánto quería a esa niña. De cuanto había aprendido a amarla. No solo había sido el hecho de haber pasado tantas cosas con ella, sino la conexión que ambas tenían.

Y aunque en ese momento había sentido en alguna parte de su corazón, que había estado a punto de perderlas... aquello solo había sido el comienzo de lo que pronto vendría.

************************

Pronto será el final de esta historia, estaré actualizando diario.
✌🏽

TENTATION 4- FreenBecky G!pDonde viven las historias. Descúbrelo ahora