DNNV CAPÍTULO 2 - TRASLUMBRE

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Me mudé a Solanvia tres días antes de que comenzaran las clases. Mi abuela decidió quedarse conmigo durante ese tiempo, sin dejarme solo. Ella se preocupaba mucho por mi estado emocional y seguramente pensó que si se marchaba antes, yo me hundiría en una depresión. Y probablemente así habría sido, pero su presencia en los días que siguieron a la muerte de mamá fue un consuelo inmenso para mí. Su amor, día a día me llenó de fuerzas y me ayudó a adoptar una actitud más positiva frente a lo que estaba por venir. Yo, por mi parte, intentaba devolverle de alguna manera todo lo que ella me daba, pero no estaba seguro de si era suficiente para aliviar al menos un poco su propia pena.

En los días previos a la mudanza, empaqué lo necesario y realizamos algunos trámites legales relacionados con el negocio de mamá. Como yo aún era menor de edad, mi abuela tuvo que asumir la responsabilidad de todo, al menos por ahora. El día de la partida fue muy difícil para mí, pero hice un esfuerzo por no mostrárselo a mi abuela. Sentía que ya hacía bastante por mí como para sumarle más preocupaciones; sin embargo, dejar atrás todo lo que había conocido hasta entonces y que había formado parte de mí resultaba muy doloroso.

Naima lloró mucho cuando me vio salir de casa con mis maletas. Ella me había cuidado desde que yo tenía ocho años, para ese entonces mamá pasaba mucho tiempo fuera de casa debido a sus negocios, y debido a ello comencé a pasar mas tiempo con ella. Poco a poco, fue convirtiéndose como en una segunda madre para mí.

-No llores, vendré a visitarte -le dije, abrazándola con fuerza.

-No te olvides de mí, mi niño -respondió, esbozando una sonrisa tierna mientras me daba un beso en la frente.

-Te prometo que no lo haré. Cuida bien de la casa -le sonreí, sabiendo que con esa frase le pedía que cuidara también de nuestros recuerdos y de las memorias que compartimos allí.

Después de despedirnos, nos dirigimos al aeropuerto. El viaje a Solanvia transcurrió sin problemas y llegamos alrededor de las dos de la tarde. El chofer de mi abuela nos recibió en el aeropuerto y nos llevó hasta su residencia. Al bajar del vehículo, sentí una pequeña nostalgia al recordar cuando venía en las vacaciones de verano con mamá. La última vez que estuve aquí había sido hace cuatro años, para el funeral de mi abuelo. Me di cuenta de que ya no recordaba el motivo por el cuál habíamos dejado de venir.

Solanvia era una hermosa ciudad costera que siempre me hacía ilusión visitar de niño, y regresar aquí bajo un motivo distinto a los anteriores, traía consigo un conjunto de emociones encontradas.

Nube saltó del vehículo con una energía desbordante, corriendo apresuradamente hacia la casa. Al verlo tan entusiasmado, lo imaginé dando vueltas en la playa, persiguiendo olas y husmeando en la arena. Esa imagen me hizo sonreír. Al entrar nos encontramos en la sala con un grupo de personas reunidas; eran amigos cercanos de mi abuela, quienes habían organizado una pequeña reunión de bienvenida. Era evidente que Ava y sus padres habían estado detrás de la planificación de este gesto tan cálido y considerado. Ese detalle me hizo sentir acogido.

Ava era mi mejor amiga. Nos conocimos durante unas vacaciones en Solanvia, cuando nuestras familias decidieron inscribirnos en un campamento de verano. Fue ahí donde, construimos nuestra amistad. En medio de tantos niños, sentí que Ava era la única que me comprendía y yo a ella. Desde entonces, se convirtió en la única persona a la que realmente puedo llamar amiga, y ahora saber que estaría cerca de mí y no a kilómetros de distancia, me hacía sentir mucha alegría.

Después de unos minutos de charla con los demás, Ava y yo nos retiramos discretamente al patio trasero de la casa. Nos sentamos al borde de la piscina, dejando que el agua reflejara el cielo sobre nuestras cabezas.

-Puede que parezca una pregunta tonta, pero quiero saber cómo estás realmente -dijo Ava, rompiendo el silencio con un sutil tacto.

-Estoy mejor. A veces duele como si hubiera sido ayer, pero mi abuela ha sido un apoyo increíble -respondí, con la mirada perdida en el reflejo del agua.

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