Curar heridas

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El Hotel Hazbin estaba en un estado de tranquilidad inusual y hasta cierto punto era espeluznante si te ponías a ver los detalles del lugar.

Las luces parpadeantes que apenas iluminaban el vestíbulo destrozado, donde el eco de risas y música se había desvanecido tras la reciente batalla. Las paredes, adornadas con una mezcla caótica de colores dorado muy elegante y blanco puro estaban manchadas con una cantidad de sangre y restos humanos, que pintaban una escena macabra de ver, los muebles rotos y destrozados, además del olor insufrible a muerte que los rodeaba.

Alastor, a pesar de su actitud despreocupada y su sonrisa siempre presente, mostraba evidentes signos de fatiga. Sus ojos, usualmente brillantes de malicia y diversión, ahora carecían de su habitual chispa. Las heridas que habían marcado su cuerpo eran prueba de la feroz lucha que había librado. Cortes y moretones adornaban su figura, recordatorios de los peligros de defender el hotel.

La batalla había terminado, nada que no pudiera solucionar, se encargó de eliminar las amenazas, lo que no había podido prever, fue que un par de sus contrincantes iba a apuñalarlo con un arma angelical, demasiado lento y sin precisión, solo fueron cortes superficiales los que recibió. A su parecer un precio bajo, ya que todos los inquilinos y trabajadores del hotel estaban intactos.

No había nada de que alarmarse, el inmobiliario fue quien recibió la peor parte, si hubiera dejado que los demás participaran, solo hubieran sido estorbo, quienes sabían pelear era mejor que se dedicaran a proteger a los inquilinos.

Además, era consciente que sus heridas eventualmente serían curadas de forma natural, pensó que tendría tiempo para recuperarse de ellas antes que su pareja hubiera vuelto de la reunión que tuvo con los Goetia, gran error.

Lucifer, aunque acostumbrado a la violencia y al sufrimiento en el pentagrama, no pudo evitar sentirse afectado por el estado de su pareja. Había una chispa de asombro en su corazón, un reconocimiento de que incluso los seres más terribles podían verse atrapados en la vulnerabilidad. La ultima vez que vio a Alastor herido, fue por mano de Adam.

—Eres un auténtico idiota, Alastor —dijo Lucifer, acercándose con una mezcla de frustración y preocupación—. No deberías haberte expuesto como lo hiciste.

Alastor, intentando mantener su habitual despliegue de arrogancia, sonrió débilmente, con su tono de voz grave resonando por el vestíbulo—. Oh, querido, ya sabes que la diversión nunca se detiene, incluso en medio de la batalla.

Lucifer suspiró, un sonido cargado de exasperación. Se quedó mirando las heridas de Alastor. El acero angelical había dejado más huellas imborrables en su piel, y el ángel caído sintió una punzada de culpa. Después de todo, ambos eran los encargados de proteger el hotel, tuvo que ser más prudente en su ausencia.

—No quiero que te arriesgues sin pensar en las consecuencias, Alastor —respondió Lucifer, su voz más suave de lo habitual—. No quiero perderte así.

Alastor ladeó la cabeza, su curiosidad despertada por la vulnerabilidad de Lucifer. Observó cómo el rey se acercaba, una mano extendida hacia él. Un brillo tenue emanaba de los dedos de Lucifer, iluminando el aire a su alrededor.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó Alastor, su tono ahora más inquisitivo.

—Curarte —respondió Lucifer con seriedad—. No permitiré que estas heridas se queden en ti ni un minuto más.

Alastor entrecerró los ojos, sintiendo una mezcla de ternura y fascinación, hace un par de meses ni loco hubiera dejado que alguien mostrara preocupación por él. No era débil, Lucifer lo sabía, pero eso no impedía que hiciera todo lo posible por mantenerlo a salvo.

Con un movimiento delicado, Lucifer hizo que la energía fluyera de su mano, un suave resplandor que comenzó a envolver las heridas de Alastor. Al principio, sentía como una brisa cálida acariciando su piel, pero pronto se convirtió en una sensación más intensa, como si un fuego reconfortante recorriera cada corte y moretón.

—No es necesario que lo hagas, cariño —murmuró Alastor, sintiendo la debilidad disiparse poco a poco—. Van a curarse solas.

—Sí, pero a veces es bueno aceptar la ayuda de los demás —replicó Lucifer, sin apartar la mirada, su rostro reflejando una mezcla de compasión y autoridad—. Te necesito a ti como tú me necesitas a mí. No estamos solos en esto, ya no.

Las palabras del rey resonaron en el corazón de Alastor. Aun era demasiado abrumadora la forma tan honesta y sin filtro que Lucifer usaba. Lo dejaba sin poder poner defensas para ocultar sus sentimientos.

La luz sanadora se desvaneció lentamente, y Alastor notó que su cuerpo ya no sentía esas punzadas de dolor. Se observó a sí mismo; su piel, aunque aún marcada, ya no mostraba las lesiones que había llevado anteriormente.

—Aun no estoy acostumbrado a esta... muestra de afecto —admitió Alastor, su voz un susurro grave—. Pero aprecio lo que has hecho.

Lucifer sonrió de manera sutil—. A veces, es bueno recibir ayuda, más si es de alguien que te ama ¿No crees?

Alastor asintió lentamente. En el infierno, donde las traiciones y los juegos de poder eran la norma, el acto de curar y cuidar a alguien tenía un peso diferente. Era un símbolo de confianza del que nunca quiso participar, pero su corazón traicionero no pudo escapar.

—Yo, también siento lo mismo —respondió, su voz un poco más cálida, sus mejillas se pusieron de un tierno rosa, desde que comenzaron —. Pero si me vuelvo un ser blando, me aseguraré de que sea tu culpa.

Ambos se rieron, y el aire pesado del vestíbulo se llenó de una ligereza intima. En ese instante, entre los cadáveres de sus enemigos y los muebles rotos, se selló un beso entre el rey y el locutor. Un entendimiento tácito de que, en un mundo de sombras, podrían encontrar momentos de luz juntos.

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Pido perdón, ayer tuve unos pequeños compromisos y olvide por completo publicar, aquí va el día 4, con mucho cariño.

Los comentarios y estrellitas alegran mi alma. 

Flufftober  - RadioAppleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora