Flores

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Por norma general, no le gustaba cuando los humanos lograban invocarlo, había demasiada sangre y tripas por todas partes, además de pedidos tan insignificantes para su persona que casi parecía una broma.

Cuando no era un lunático con aspiraciones grandes pero flojo, era un desquiciado mental o alguien que pensó que era una broma. Cada vez era más difícil invocarlo, altero cuantos libros y conocimientos para que fuera muy difícil sacarlo de su mundo.

Una vez condenada la humanidad, no quería saber que depravaciones tenían en mente, pero grata fue su sorpresa cuando lo invocaron en un lugar decente, era de día, hermosas margaritas rodeaban el lugar y aunque frente a el había un cuerpo ensangrentado, decidió ignorarlo, la persona que lo invoco se desmayó, quizás aparecer con su apariencia más demoniaca había sido mucho para él.

Su vista se fijó de nuevo en las margaritas, se veían tan frescas, alegres, y se mordió el labio inferior con duda, ¿Alastor apreciaría un obsequio tan mundano? Con una sonrisa traviesa, Lucifer se decidió por llevar consigo un ramo.

Alastor se encontraba en medio de su programa habitual, hablando sobre cualquier chisme que fuera interesante y colocando música a su gusto. Cuando Lucifer apareció en el umbral de la puerta con el ramo en sus manos, el demonio de la radio levantó una ceja, aunque curioso no interrumpió su monólogo, levanto una mano pidiéndole tiempo a su pareja.

—Bueno pecadores, los dejo con más música, no tardo en volver, disfruten —Y con un botón, dejo de estar al aire— Lucifer, querido —esbozó una sonrisa—. ¿A qué debo el honor de tu visita?

Sin mediar más palabras, Lucifer extendió el ramo hacia él. —¡Mira! Te traigo estas flores para alegrar tu estación. Son preciosas, ¿no crees?

Alastor frunció el ceño, observando las flores con una mezcla de desdén y desconfianza. Antes de que pudiera responder, se recordó de que no podía tocarlas. En cuanto sus dedos se acercarán, las flores comenzarían a marchitarse, sus colores vibrantes se desvanecerían rápidamente, como si la vida misma abandonara aquellas bellezas por el simple contacto de su piel, un castigo cruel, pues siempre adoro la jardinería.

Lucifer, notando la reacción de su pareja, se preocupó. —¿No te gustan? ¿Por qué no las tomas? Son para ti.

Alastor, intentando desviar la atención y ocultar su incomodidad, optó por utilizar su sombra, quien se veía emocionado por tal regalo. Con un movimiento enérgico, la sombra fluida tomó las flores, acercándolas a su rostro.

—No tengo donde colocarlas. —Dijo Alastor distraído.

—Por supuesto, no tienes jarrones en tu estación como si esperaras flores, deja creo algo —Así, en un chasquido de dedos, materializo un jarrón, donde la sombra coloco con mucho cuidado aquel ramo, casi podía ver los corazones en los ojos de ella, pero entonces ¿Por qué Alastor se veía incomodo?

A pesar del tiempo que compartían juntos, no podía entender del todo cómo funcionaba la sombra de Alastor, a veces parecía ir en contra de su anfitrión, como si tuviera vida propia y otras parecía como los impulsos reprimidos de Alastor.

Lucifer observó este acto con atención y un poco de decepción. Su corazón se encogió pensando que efectivamente a Alastor no le habían agradado las flores. —Lo siento, no quería incomodarte con un regalo tan, tonto.

Las orejas de Alastor se aplanaron en su cráneo, quizás tendría que aclararlo. —Me han encantado, solo... —Admitir su condición era algo amargo para él— Solo pasa esto cada vez que intento tocar una planta.

Alastor se giró, su expresión se mantuvo serena, con cuidado de tomar solamente una flor y no tocar el resto, separo a la pobre desafortunada que se marchito en el acto de tocarla, pero con un ligero destello de gratitud en sus ojos, que se ocultaban tras su habitual mueca burlona. —No estoy incomodo, Lucifer. El gesto me encanto. Y esas flores son... adorables, aunque tengan un destino trágico si caen en mis manos.

La sombra de Alastor no podía apartar la mirada del jarrón, mientras Lucifer entonces comprendió la situación. Sin embargo, no iba a ser condescendiente con su pareja, quito la flor marchita de sus manos y la guardo para si mismo. Sin medir palabras, sello sus labios con un beso hambriento, la canción casi llegaba a su final, pero a ninguno de los dos le importo.

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Espero lo hayan disfrutado, ame escribir este.

Gracias por las estrellitas y comentarios, alegran mi alma.

Flufftober  - RadioAppleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora