El maldito

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En el plano astral, existen tres tipos de almas, cada una con sus propias características y condiciones para establecer una atadura celestial con un médium. Las almas como ya sabemos son esenciales para los médiums, quienes tienen la tarea de guiarlas hacia el más allá drenando y utilizando las ondas espirituales de las almas. Sin embargo, hay almas que han sido maldecidas por una segunda atadura celestial debido a acciones en vidas pasadas.

Estas segundas ataduras celestiales son como encadenamientos que obligan a las almas a cumplir ciertas encomiendas interminables. Y si no logran completar estas tareas, corren el riesgo de desaparecer de la existencia sin poder ascender a un plano superior. Aunque no se conoce con certeza por qué se forman estas segundas ataduras celestiales, su impacto es significativo.

Las encomiendas pueden variar en complejidad: desde tareas simples, como mover un objeto de un punto A a un punto B, hasta misiones mucho más difíciles y morales, como atacar , asesinar, abusar a otras personas antes de que se ponga el sol. Para los médiums que desean ayudar a estas almas, deben aceptar cumplir la misma misión durante un período normal de atadura lo cual se traduce a 120 días cumpliendo las mismas tareas que esa alma. Esto significa que, mientras estén conectados, el médium experimentará un castigo similar al de la alma, completando un ciclo de sufrimiento.

Sin embargo, hay un aspecto fascinante en todo esto: las almas con una segunda atadura celestial poseen un nivel de ondas espirituales mucho más alto que las almas normales. Si un médium logra establecer un buen acuerdo con una de estas almas, puede elevar su propio nivel de ondas de manera extraordinaria pero esto causa una disputa ya que este nivel de ondas son demasiado elevados para que un medium pueda soportar esto dictado por la quinta ley de la capacidad adaptativa

En el estado de Yaracuy, hay cinco ataduras de encomiendas malditas, y actualmente, dos de ellas están ataduras con médiums.

Lugar: Chivacoa Avenida 9/ Dia 6 de mayo del 2024 / hora 12:59 pm

En medio de la avenida donde los autos pasan a gran velocidad y el sol resplandece con fuerza, dos mujeres vestidas de manera peculiar con camisas de vestir blancas se encuentran en la carretera, mientras una camioneta negra aguarda detrás de ellas, en espera. La tensión en el aire es palpable, como si el tiempo mismo estuviera conteniendo la respiración. Paola, una de las chicas, con el ceño fruncido y una expresión de duda, se vuelve hacia su compañera; su voz apenas un susurro.

—¿Estás segura de que esta es la avenida? No podemos dejar esperando a Javier y Luis; en cualquier momento nos llamarán para que los pasemos a buscar en la montaña. Además, el señor Marcos nos dio solo media hora para cumplir esta misión.

Mia, su acompañante, la observa con una mezcla de determinación y calma. Su camisa, algo sucia y un tanto desaliñada, contrasta con la seriedad del momento. Con un cigarro entre los dedos, toma una bocanada y exhala el humo para luego responder con un tono firme como el acero.

—Sí, este es el lugar. Las órdenes son claras: esperar hasta la una en punto, cuando transita por aquí debido a su segunda atadura.

Paola, visiblemente inquieta, aparta el humo del cigarrillo que flota frente a ella y se replantea la situación.

—¿No te asusta todo esto? Vamos a hablar con una entidad maldita.

Mia la mira con seriedad, sus ojos reflejando una comprensión profunda.

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⏰ Última actualización: Nov 10 ⏰

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