¿𝐇𝐀𝐘 𝐀𝐋𝐆𝐔𝐈𝐄𝐍 𝐀𝐇𝐈?

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El primer rayo de luz del amanecer se filtró a través de las grietas de los edificios en ruinas, bañando el terreno con una luz dorada y fría. La calidez del sol parecía una broma cruel después de la batalla de la noche anterior. El aire estaba cargado de humo y polvo, y el suelo aún humeaba por el fuego y la electricidad que habíamos liberado.

Nos movimos en silencio, cargando con nuestras provisiones. La criatura en forma de perro que nos había encontrado durante la batalla había desaparecido. Lo había visto correr hacia las sombras en cuanto el enfrentamiento terminó, y no había vuelto a aparecer. El resto del grupo no lo había visto y, por un segundo, pensé que tal vez lo había imaginado todo. Pero sabía que era real; había estado ahí, protegiéndonos de la tormenta de Umbros que nos atacó. Sin embargo, no mencioné nada.

—¿Cómo se supone que vamos a avanzar con esto? —preguntó Ximme, rompiendo el silencio. Su voz, normalmente alegre y confiada, estaba cargada de ansiedad.

—No tengo idea —respondí, ajustando la mochila en mis hombros—. Pero tenemos que seguir adelante. No podemos quedarnos aquí.

El grupo asintió en silencio, y nos dirigimos hacia el sur, en dirección a las viejas ruinas de la ciudad que se extendían más allá de los límites de la Avenida Cíngar. No teníamos un plan claro, solo un destino: encontrar un lugar seguro y averiguar qué hacer con nuestra situación.

Caminamos por horas en un silencio extraño. Las preguntas sobre lo que había ocurrido la noche anterior seguían rebotando en mi mente. Lo que más me perturbaba era el Nyxhound. Esa criatura había sido algo más que un animal mutado; había inteligencia detrás de sus ojos. Y, sin embargo, ahora se mantenía oculto, como si supiera que no debía mostrarse.

Después de un tiempo, el grupo se detuvo en lo que alguna vez debió ser un parque, ahora un espacio abierto y desolado. La vegetación crecía descontrolada entre los escombros, y la tranquilidad del lugar parecía una ilusión engañosa. La ausencia de actividad en el área era inquietante.

—Creo que aquí podemos hacer una pausa —dijo Pavel, señalando un banco roto que parecía relativamente intacto—. Necesitamos descansar y planificar nuestro siguiente movimiento.

Nos acomodamos alrededor del banco, el grupo cansado pero aliviado por la pausa.

—Entonces, ¿qué hacemos? —preguntó Emi, rompiendo el silencio con su tono extrovertido—. ¿Seguimos hacia las ruinas o intentamos encontrar a más sobrevivientes?

—Creo que deberíamos intentar encontrar a alguien —dije, recordando el walkie talkie y las voces con las que había hablado días antes. Las últimas palabras seguían resonando en mi mente.

Pavel se inclinó hacia adelante, encendiendo el viejo radio que habíamos encontrado entre los escombros. Después de unos momentos de ajustes y comprobaciones, una voz estática emergió del aparato, arrastrándose a través de la interferencia. La voz, distorsionada pero clara, era inconfundible.

—¿Hay alguien ahí? —la voz preguntó, cargada de urgencia—. Necesito ayuda... estoy sola. Los Umbros me han estado siguiendo... por favor, si alguien me escucha, responda.

Nos miramos unos a otros, el peso de las palabras golpeando como un trueno en medio del caos. No sabíamos quién estaba al otro lado ni si debíamos confiar o si se trataba de una trampa. Pero una cosa era segura: la persona del otro lado, quien dijo llamarse Atlanta, estaba en peligro. Al igual que nosotros, solo trataba de sobrevivir.

—Es una señal de que hay más personas ahí afuera —dijo Ximme con una mezcla de esperanza y temor—. Tenemos que investigar.

Pável apretó el botón del walkie talkie, su voz saliendo tranquila pero firme.

—Atlanta, estamos aquí. Dinos dónde estás, te ayudaremos.

No sabíamos qué esperar, pero estábamos unidos por una causa común: sobrevivir en un mundo desolado y lleno de sorpresas.

The Shattered CoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora