𝐒𝐍𝐀𝐓𝐂𝐇𝐄𝐃 𝐃𝐑𝐄𝐀𝐌𝐒

0 0 0
                                    

"The Weight of Lies"
The Avett Brothers

La mañana después del encuentro con esa criatura fue extrañamente tranquila. Nos despertamos en silencio, cada uno en su propio rincón del refugio, pero con las mentes todavía revueltas por lo que había pasado la noche anterior. El sol se filtraba tenuemente a través de las ventanas rotas, iluminando los restos de una vida que ya no existía. Afuera, el mundo se mantenía en ese inquietante estado de espera, como si algo estuviera al acecho, pero sin mostrar su rostro.

No hablamos mucho durante el día. Creo que todos estábamos atrapados en nuestros propios pensamientos, intentando procesar lo que había sucedido. La criatura, la forma en que me señaló, el hecho de que sabía más de lo que debía... todo eso pesaba en mi mente, pero no podía dejar que los demás lo vieran. Me mantuve ocupada, revisando los suministros, asegurándome de que todo estuviera en su lugar. Marenka, como siempre, estaba en silencio, concentrada en sus propios asuntos. Emi trataba de bromear de vez en cuando, pero incluso su chispa usual parecía apagada.

El día se fue apagando lentamente, y cuando la noche cayó sobre nosotros, supimos que era mejor distraernos de lo ocurrido. Así que decidimos hacer algo que no hacíamos desde hacía tiempo: hablar de nuestras vidas, de quiénes habríamos sido si el virus nunca hubiera llegado. Fue una idea de Ximme. Al principio dudamos, pero algo en esa propuesta nos trajo un poco de paz, un escape temporal de la realidad sombría que nos rodeaba.

—Si todo esto no hubiera pasado, si el virus nunca hubiera llegado... ¿quién serías ahora, Phantom? —preguntó Emi mientras jugaba con una chispa entre sus dedos. Su tono era más suave de lo habitual, como si estuviera buscando una conexión en medio del caos.

Me quedé pensando. No era algo en lo que hubiera reflexionado mucho desde que todo había cambiado, pero la respuesta vino con sorprendente claridad.

—Creo que me hubiera gustado hacer películas, ¿sabes? —dije, con una media sonrisa—. O tal vez haber pertenecido a una banda de rock. Ser la chica misteriosa detrás del bajo o la guitarra.

Marenka levantó una ceja, un pequeño gesto que casi parecía una sonrisa en ella.

—¿Películas? ¿Como directora? —preguntó.

—Sí, algo así. Crear historias, llevar a la gente a mundos diferentes, aunque solo fuera por un par de horas. O gritar en el micrófono durante un concierto. Cualquiera de esas opciones suena mejor que esto.

Pavel, que estaba reclinado contra una pared, me miró con una sonrisa leve pero no dijo nada. Había una especie de comprensión en sus ojos, como si pudiera imaginarme perfectamente en ese escenario.

—Yo también me hubiera gustado estar en una banda de rock, o quizás ser educador. Algo donde pudiera inspirar a otros, compartir algo de lo que amo.

Emi le lanzó una mirada de sorpresa.

—No te imagino en una banda de rock, Pavel. Pensé que serías el tipo serio con una pizarra y un libro de texto.

Pavel se rió suavemente.

—Bueno, siempre he sido un poco de ambos. A veces, lo que uno hace no es tan diferente de lo que uno quiere ser.

—¿Y tú, Emi? —le pregunté, tratando de cambiar el enfoque.

Emi dejó escapar una risa suave y apagó la chispa en sus dedos.

—Siempre quise ser psicólogo —respondió—. Escuchar a la gente, entender sus problemas... y luego ayudarlos a ver el mundo de una manera diferente. Claro, ahora todos estamos tan jodidos que no sé si podría ayudar a nadie.

—Con lo mucho que hablas, seguro hubieras sido bueno en eso —bromeó Ximme, provocando una pequeña risa entre el grupo.

—Oye, eso es parte del trabajo, ¿no? —respondió Emi con una sonrisa más sincera esta vez—. Hacer que la gente se sienta cómoda, como si pudieran confiar en ti.

—Sí, lo que todos necesitamos ahora —murmuró Marenka, cruzando los brazos sobre su pecho.

Emi le lanzó una mirada rápida, pero no dijo nada.

—¿Y tú, Marenka? —pregunté, queriendo saber qué la motivaba antes de todo esto. Siempre había sido la más callada, la más difícil de leer.

Marenka suspiró y miró hacia el techo, como si tratara de imaginar una versión diferente de sí misma.

—Bióloga marina —dijo finalmente—. Me fascinaba el océano, los animales que viven en él. Siempre pensé que los humanos podríamos aprender mucho de cómo ellos sobreviven en condiciones extremas.

—Eso tiene sentido —dijo Pavel—. Eres la que siempre parece estar un paso adelante de todos nosotros, como si ya hubieras analizado todo antes de que suceda.

Marenka solo asintió, sin agregar más.

Ximme, siempre más alegre que el resto, saltó con una respuesta antes de que le preguntáramos.

—Bailarina, sin duda —dijo, con una sonrisa amplia—. Siempre soñé con ser parte de una gran compañía de danza, recorrer el mundo, hacer que la gente se olvide de todo por un rato solo viéndome moverse. La danza es como... mi escape.

Me sorprendió la energía en su voz, esa chispa de esperanza que todavía parecía tener. Quizás porque era la más joven, Ximme aún guardaba algo de la luz que habíamos perdido con los años.

Atlanta, que había estado escuchando atentamente desde un rincón, se unió a la conversación.

—Yo solía soñar con ser chef —dijo, con una sonrisa nostálgica—. Me encantaba cocinar, experimentar con sabores, hacer platos que alegraran a la gente. Hubiera querido abrir mi propio restaurante, un lugar acogedor donde la comida hablara por sí misma.

Finalmente, la conversación se desvió hacia las pequeñas cosas que soñábamos antes del virus, y cómo esas pequeñas cosas solían ser las que más valorábamos. Reírnos, recordar, hablar de lo que nos hubiera gustado ser, era un pequeño consuelo en medio de todo el caos.

Nos quedamos ahí, compartiendo nuestras historias y sueños imposibles, sabiendo que, en cualquier momento, la realidad nos golpearía de nuevo. Pero, por un breve instante, pudimos imaginar otro final, uno donde no éramos supervivientes en un mundo roto, sino simplemente jóvenes con futuros por delante.

Sin embargo, al final de la noche, no pude evitar recordar las palabras de esa criatura. Mi secreto seguía ahí, enterrado bajo la superficie, y sabía que eventualmente tendría que enfrentarlo. El tiempo se agotaba, y no estaba segura de cuánto más podría mantener la verdad oculta.

El virus había cambiado nuestras vidas para siempre, pero no había cambiado lo que éramos.

The Shattered CoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora