episodio 3

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Miedo

Flashback Blair:

Después de un día de lluvia, las nubes aún cubrían el cielo, pero el silencio era un alivio después de la tormenta. Me refugié en mi cuarto, sumergiéndome en mis estudios mientras la luz tenue se filtraba por la ventana. La calma era acogedora, y me sentía concentrada, rodeada de la tranquilidad que seguía a la lluvia.

Mientras me sumergía en mis estudios, concentrada en la lectura, la puerta de mi cuarto se abrió de golpe, haciendo que me sobresaltara. La pluma que sostenía en mi mano tembló ligeramente antes de que la soltara, y mi mirada se dirigió hacia la persona que había entrado con tanta brusquedad. Era mi abuela, y su rostro reflejaba una expresión de enojo que me hizo encogerme interiormente. Antes de que pudiera decir una palabra, me agarró del brazo con firmeza, obligándome a levantarme de mi silla. Y sin poder decir nada, con brusquedad me llevó afuera.

-A-abuelita, me l-lastima -me quejé, pero ella no me puso atención.

La abuela me arrastró hacia el jardín, sin importarle que las flores estuvieran húmedas y el suelo estuviera cubierto de pantano. El olor a tierra mojada y a flores frescas llenaba el aire, y el sonido de las gotas de agua cayendo de las hojas era como una melodía sombría. El camino de piedras que atravesaba el jardín estaba resbaloso, y tuve que tener cuidado de no resbalar mientras mi abuela me llevaba hacia una parte del jardín que rara vez visitábamos.

Al llegar al jardín, me encontré con una escena inesperada. Toda la familia estaba reunida alrededor de un charco de pantano, sus rostros iluminados por la luz tenue del atardecer. Tíos, tías, primos y abuelos, todos estaban presentes, incluso algunos empleados, excepto mis padres, cuya ausencia era notable. Mi abuela me arrastró hacia el grupo, su mano firme en mi brazo, y me soltó bruscamente, empujándome hacia adelante. Me sentí desequilibrada, como si hubiera sido arrojada a una escena que no entendía. El charco de pantano parecía ser el centro de atención, y todos los ojos se volvieron hacia mí cuando me acerqué.

-¡Tú, pequeña ladrona! -gritó mi abuela, su voz como un látigo que me hizo encogerme.

Me sentí confundida y asustada, sin entender qué estaba sucediendo. Pero entonces, mi mirada se dirigió hacia el charco de pantano y mi corazón se detuvo. Allí, sumergidas en el agua turbia, estaban algunas joyas de mi abuela: un collar de perlas y un anillo de esmeraldas. Estaban allí, como si alguien las hubiera puesto allí con intención de esconderlas, pero no entendía por qué mi abuela me acusaba a mí. Los miré confundida sin decir una palabra.

-Abuela, nosotros la vimos esconder tus joyas allí -dijo mi prima Lori con una voz cargada de veneno. Su acusación me hizo sentir como si me hubieran golpeado en el estómago.

-¿Es cierto lo que dice tu prima? -preguntó mi abuelo, su mirada penetrante buscando en mí alguna señal de culpabilidad.

-¿Qué? No, yo no... -Intenté hablar, pero las palabras se atascaron en mi garganta. Mi prima me interrumpió.

-No mientas, nosotras te vimos -gritó, su voz llena de acusación. Las miradas de toda la familia se clavaron en mí, llenas de desprecio y asco. Me sentí como una criminal.

-Abuela... -solloce, buscando su comprensión, pero su rostro no mostró ningún tipo de expresión-. No pude, abuela, te juro que no fui yo -traté de explicar.

-¡Silencio! -gritó mi abuela, su voz como un trueno que me hizo temblar-. No quiero escuchar más excusas, sinceramente no me sorprende de ti. De ti se puede esperar cualquier cosa, sobre todo por la clase de madre que tienes -dijo con desprecio. Su rostro estaba rojo de ira, y sus ojos brillaban con una furia contenida-. Pero esto no se va a quedar así, te voy a enseñar modales, pequeña mocosa -me espetó, su voz llena de veneno-. Saca mis joyas de ese charco -me ordenó, su dedo índice apuntando hacia el agua turbia-. Sácalas con los dientes.

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