episodio 4

10 1 0
                                    


Sin esperanza†

Después de unos minutos que parecen eternos, logro controlar mi respiración y calmarme un poco. El dolor en mi cuerpo debido a los golpes es insoportable; cada movimiento es un suplicio, cada respiración un esfuerzo. Me siento como si mi cuerpo estuviera hecho de cristal, frágil y a punto de romperse en cualquier momento.

En la habitación solo se escucha mi respiración entrecortada y mis sollozos desesperados. Mis ojos están rojos e hinchados de tanto llorar; las lágrimas siguen cayendo sin parar, como si mi corazón estuviera derramando todo su dolor y sufrimiento. Ya me arden los ojos, pero no puedo parar de llorar, no puedo parar de sentir el dolor y la impotencia.

Mi mente sigue reviviendo los momentos de la pelea, los golpes, las patadas, las palabras hirientes. Me siento como si estuviera atrapada en una pesadilla de la que no puedo despertar. El miedo y la ansiedad siguen presentes, acechando en cada rincón de mi mente, listos para saltar y devorarme en cualquier momento.

No tengo ganas de seguir con esto; la desesperanza me consume y me ahoga. No hay esperanza, no hay luz al final del túnel, solo oscuridad y dolor. No tengo nada por lo cual luchar, nada que me motive a seguir adelante. Las cicatrices del pasado me acechan, me persiguen y me recuerdan constantemente que no soy lo suficientemente fuerte mentalmente, que no soy lo suficientemente buena.

Las lágrimas caen por mis mejillas, silenciosas y amargas. Me duele el corazón, me duele el alma. Me siento como si estuviera muriendo por dentro, como si estuviera desapareciendo poco a poco.

Me quedo sentada en la cama, intentando calmar mi respiración y detener las lágrimas que siguen cayendo por mis mejillas. Mi cuerpo sigue doliendo, pero es el dolor emocional el que me duele más. Me siento vacía, como si hubiera perdido todo sentido de propósito y dirección. De repente, escucho pasos fuera de la habitación. La puerta se abre y Rosario entra con una bandeja en las manos.

- ¿Cómo estás? - pregunta, mirándome con preocupación. Es claro que nota mi apariencia, aún sigo temblando un poco y no puedo dejar de llorar debido al ataque de ansiedad.

Me encojo de hombros. - Mal - respondo, sin mirarla.

Rosario se acerca y deja la bandeja en la mesa. - Te traje algo de comida y agua - dice. - Necesitas comer para recuperarte - Me mira fijamente, como si esperara que yo dijera algo. Pero no tengo nada que decir. Solo quiero estar sola y olvidarme de todo.

- ¿Quieres hablar sobre lo que pasó? - pregunta Rosario, sentándose en la cama junto a mí. Sé que se refiere a la razón del por qué estoy de esta manera y sabe que no es exactamente por lo que sucedió hoy si no que tiene que ver con mi pasado.

Sacudo la cabeza. - No - respondo, sintiendo un nudo en la garganta.

Rosario asiente y se levanta. - Está bien. Cuando estés lista, hablaremos. Se dirige hacia la puerta, pero se detiene antes de salir.

- ¿Mañana sucederá lo mismo? - pregunto, mirando a Rosario con una mezcla de miedo y desesperación. Rosario baja la mirada, evitando mi pregunta.

- ¿Qué quieres decir? - responde, aunque sé que sabe exactamente a qué me refiero.

- No juegues conmigo, Rosario - le digo, mi voz llena de frustración. - Emily me dijo que obligan a las chicas a pelear todas las noches. ¿Es cierto?

Rosario suspira pesadamente y se sienta en la cama junto a mí. - Sí, lo siento - admite finalmente. - No hay nada que pueda hacer para evitarlo.

Me siento como si me hubieran golpeado en el estómago. Necesitaba escucharlo de ella para entender la magnitud de la situación. - ¿Puedo salir de la habitación? - pregunto, intentando mantener la calma.

Mi hermosa posesión Donde viven las historias. Descúbrelo ahora