Habían pasado varios meses desde la última vez que Mina fue vista en el bosque. Nadie la vio desde entonces, sus cosas no estaban en ese viejo edificio, aunque ningún simio se preocupo de más.
Desde el inicio ella fue vista de mala manera.
Se había ganado la etiqueta de peligrosa cuando apareció el primer día a amenazar al líder de los simios, César.
Siguieron sus labores con naturalidad, como cualquier otro día común en el bosque. Aunque un primate llegó a preocuparse por ella de verdad, pero no podía darse el lujo de ignorar todo e ir a buscarla. Había muchas cosas que hacer en la Aldea.
Y hoy era día de caza.
—¿Crees que encontro más humanos y fue con ellos?
—Olvídarlo. Debes estar concentrado en la caza.
El simio medito, monto su caballo y se preparo para salir con el resto. Iba al frente siguiendo el camino, en poco tiempo pasaron frente a esa estación abandonada nuevamente. La única persona que le estaba dando luz de nuevo desapareció sin dejar rastro.
Los primates treparon los árboles como siempre y observaron lo que pronto sería la cena. Era un grupo grande de ciervos degustando las plantas que la tierra les brindaba. No sabían que pronto iban a ser ellos la comida de alguien. César mantuvo la mirada en la manada, esperando el momento indicado de dar la señal, su hijo permanecía a su lado como siempre y el resto detrás.
Entonces soltó un fuerte rugido desde lo profundo de su garganta, asustando a la manada de animales que no dudaron en salir corriendo.
Corrían entre árboles o lanzando sus lanzas para atraparlos, hasta boleadoras para apresar a la criatura.
El simio líder miró su costado, le pareció ver algo correr entre los árboles con gran velocidad, podía ser otro ciervo huyendo de miedo. Decidió pasarlo por alto al ya tener suficiente, cargaban la carreta con los animales muertos y los caballos lo arrastrarian de nuevo a la Aldea.
Sorpresivamente todo fue rápido.
—Suficiente para el resto del mes. Quizá unos días más. —le informo Koba. Aunque César asintio, estaba sumido en sus pensamientos.
El alarido de simios lo hizo regresar, algo se sacudía los arbustos del bosque con brusquedad, todos se pusieron en guardia ante cualquier problema. Podía ser muchas cosas, algo peligroso, inofensivo o misterioso.
—¡César!
Reconoció al instante esa voz.
—¡César!
Mina salió disparada del bosque, su cuerpo estaba cubierto en tierra y podía notarse el cansancio, sus piernas tropezaron y rodó por el suelo unos segundos.
No fue hasta que levantó la cabeza que volvió a gritar enfocando su mirada en el simio líder.
—¡Oso!
Su palabra fue más que clara y el animal siguiéndole el paso fue suficiente prueba que demostraba la verdad. Ella se arrastro con brazos y piernas hasta el simio y se oculto detrás suyo como si fuera un escudo.
Basto una orden de César para que el animal fuera rodeado por todos y se encargarán de la criatura, el de mirada verdosa volteo hasta la joven y examino. Sus ojos estaban completamente abiertos, seguía en estado de shock.
—¿Estas... bien? Mina.
Su cuerpo temblaba. Llevaba corriendo y tratando de huir del oso todo el día, estaba agotada, exhausta, cansada, todo lo que definiera su estado como harta de correr.
Entonces reacciono. Parpadeo varias veces y enfoco sus ojos en el simio.
—Rex... ¿Donde? —contemplo sus alrededores angustiada— ¡Rex!
¿Rex?
Ladridos comenzaron a oírse en lo profundo del bosque, un canino salto sobre los arbustos y corrió hasta la humana. Ella rodeo su cuerpo y pudo respirar con más calma. El can sacaba su lengua igual de agitado, dejaba que la humana lo acariciara mientras tenía sus ojos en César.
Esperando el mínimo movimiento contra su dueña y atacarlo.
Aunque guardo la calma al ver como Mina se separaba de él y esta vez abrazaba al simio, ambos estaban algo sorprendidos. El resto de los primates; cuando pudieron acabar con el oso, dirigieron sus ojos hasta su líder y de igual manera quedaron exaltados al observar como ella abrazaba al simio.
—Gracias... Gracias.
No supo como reaccionar, César levantó ambos brazos y rodeo la anatomía de la adolescente. Era la primera vez que estaba con ella de ese modo y agradecerle por ayudarla.
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—Dije que iba a cuidar el bosque. Y eso estuve haciendo, dando vueltas y vueltas inspeccionando la zona. Tuve que llevarme todo para no estar volviendo todo el tiempo... —fue explicando la chica. Iba sentada con César en el caballo de vuelta a la Aldea.
—Irte... mucho tiempo.
—Lo sé. Unas semanas después encontré a Rex.
Miro al perro ir a la par de ambos. Sus orejas estaban arriba atento a cualquier cosa, aunque su cola se sacudía un poco de la emoción— Tenía una pata herida y lo cure. Luego nos volvimos amigos y me acompaño en mi viaje todo estos meses... Y finalmente apareció ese oso y logré encontrarlos a tiempo. Supuse que andarían de caza, es bueno que no me equivocara.
—¿Que hacer. Ahora?
—No lose. Descansar, supongo. —dejo caer sus hombros y levantó la mirada hasta la copa de los árboles.
Podía volver a esa vieja estación y quedarse allí unos días para descansar. Sus ojos se desviaron a su costado, mostró una sonrisa y saludo al joven simio al otro lado con su caballo. Ash soltó un pequeño ulular como respuesta, contento de poder volver a verla otra vez.
—¿Quedar más tiempo? —consulto su amigo primate entre señas.
Mina no contesto en ese instante, se acomodo un poco mejor sobre el caballo y pico el hombro de César llamando su atención.
—Se que no debería pedirte esto ya que... estamos en guerra aun. Pero-
—No... guerra.
—El primer día te amenace frente a toda tu familia... —susurro con el entrecejo arrugado— Literalmente fue declararte guerra.
—No guerra... —repitió el simio— Tu ayudar. Y simios ayudarte. Paz.
No supo en qué momento pasó, ni como, pero unas lagrimas se estaban deslizando por sus mejillas. Apretó los dientes por sentir todo ese huracán de sentimientos.
