R O T A // PJ Masks (Ninyu/Nicolén) [RESUBIDA / EN CURSO / EN EDICIÓN]

Capítulo 13: "Bajo el cielo nublado"

   Viernes, por fin otro nuevo día. La lluvia ya había cesado, pero eso no impedía que me convirtiera en una estatua de hielo viviente apenas aparté las cobijas que me arropaban. Apagué la alarma, la cual no paraba de sonar de manera estridente. Me levanté de la cama, sintiendo cómo la pereza recorría cada parte de mi ser, y me percaté de dos cosas: en primer lugar, Kyon y su estrepitosa clase no estaban entrenando como hacían todos los viernes; y en segundo, que aún tenía tiempo suficiente para hacer mi rutina.

   Pisando la alfombra aterciopelada de mi habitación, caminé hacia la ventana cercana a mi desastroso lecho. Cuando levanté la persiana cuidadosamente, los vidrios estaban empañados, y al deslizar uno para ver el exterior, me percaté de que había un manto blanco que cubría la ciudad y dificultaba la vista. Los imbéciles a los que llamo vecinos estaban envueltos en abrigos anchos, mientras que las ancianas engreídas se creían celebridades al taparse con pieles y sacar a pasear a sus perros, con el único motivo de presumir que son de raza. “Qué día espantoso” diría Kyon, pero a mí me parecía el más hermoso idilio (omitiendo a las personas con las que compartía vecindario, claro).

   Después de contemplar el paisaje como si estuviera atrapada en una hipnosis, me dirigí al baño, y estando allí me deshice de las prendas del pijama que me cubría. Sentir cada gota que caía sobre mi piel fue reconfortante, y el agua tórrida no tardó en empaparme por completo.

   Al salir de la ducha, envolví mi cuerpo en una bata blanca y regresé a mi habitación para terminar de arreglarme. El viento abrasador que salió de la secadora parecía adueñarse de mi cabello mientras bailaba en el aire, dejándolo seco en la misma cantidad de tiempo que dura un suspiro.
   Luego, revolví todas las prendas de mi armario como si no hubiera un mañana, y finalmente elegí una sudadera beige de suave algodón, un pantalón de mezclilla color gris claro y zapatillas blancas con detalles en el mismo tono de la parte superior de mi atuendo.

   Cuando por fin estuve lista, me resultó inevitable mover mis pies desesperadamente para llegar al primer piso. Blackie notó eso y bajó a mi lado, siguiendo el ritmo de cada uno de mis pasos con la velocidad que sus patitas le permitían.

   Me coloqué un abrigo ancho de lana color crema y la mochila en la espalda, agarré mi manojo de llaves y, sin ningún otro quehacer previo, cerré la puerta y abandoné mi domicilio.
   Estando afuera, un desapacible ventarrón sopló con fuerza, haciendo volar todas las hojas otoñales y levantando una polvareda abrupta que no tardó en opacar mi visión. Lo único que hice fue abrazarme a mí misma, mientras contemplaba el zarandeo de los árboles azafranados y luchaba por tener los ojos abiertos, a pesar de la nube de polvo. No me iba a rendir; mi único objetivo era seguir el recorrido hacia la escuela.

(...)

   Al llegar a Moonlight High, dejé que la calefacción me invadiera como un abrazo cálido y guardé algunos cuadernos y libros en mi casillero, los cuales utilizaría cuando comenzara la jornada escolar del día. Traté de recordar alguno de los absurdos temas de los que hablamos con el niño prodigio con anterioridad, pero no podía; mi estómago gruñía del hambre y mi energía era escasa, necesitaba cafeína urgentemente si mi objetivo era sobrevivir.

   Me encaminé hacia la cafetería, la cual estaba vacía debido al precoz horario. Apoyé mis antebrazos en la parte superior del frío y marmoleño mostrador y mi mente estaba perdida en el blanco cielo raso, hasta que repentinamente apareció una de las encargadas: tenía alrededor de veinte años (mucho más joven que cualquiera que me haya atendido con anterioridad) y se notaba que era alguien agradable, o tal vez eso me generaba su sonrisa gentil y su voz vivificante.