Capitulo 4

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Era domingo por la mañana, y los suaves rayos del sol empezaban a filtrarse a través de las cortinas de la habitación de Yaito. El ambiente en la casa de los Yamanaka estaba tranquilo, como si el día apenas estuviera despertando con él. Lentamente, la luz del amanecer comenzó a bañar el rostro de Yaito, haciéndolo fruncir levemente el ceño mientras sus párpados temblaban al sentir el calor suave en su piel.

Los primeros instantes de la mañana siempre eran los más difíciles para Yaito. Estaba atrapado entre el deseo de quedarse en la cama un rato más y el peso de la realidad que lo aguardaba afuera. Con un suave quejido, se giró en la cama, envolviéndose en las sábanas como si quisiese evitar los rayos del sol. Pero no pudo mantenerse mucho tiempo así. Los eventos del día anterior en el templo comenzaron a filtrarse en su mente, y con ellos, la ansiedad que había estado tratando de ignorar.

Yaito: (El báculo… el polvo... ¡Oh Dios, lo destruí!)- pensó, mientras abría los ojos lentamente.

Suspiró, sabiendo que no podía esconderse para siempre aunque su abuelo iba a mantener el secreto. Sus ojos se acostumbraron a la luz, y poco a poco, Yaito se incorporó en la cama. Los músculos de su cuerpo todavía estaban rígidos por el estrés del día anterior. Miró su teléfono, que estaba en la mesita de noche. No había ningún mensaje nuevo de Akemi, pero tampoco esperaba que hubiera. Después de la desconexión abrupta, seguramente ella se habría quedado preocupada, pero no podía contarle lo que había sucedido.

Yaito: Será un día largo...- murmuró mientras pasaba una mano por su rostro, intentando despejarse.

El sol seguía entrando por la ventana, iluminando su habitación de forma tranquila, como si todo estuviera en orden. Pero dentro de él, el caos y la incertidumbre seguían latentes. Sabía que eventualmente tendría que hablar con su familia sobre lo sucedido en el templo, pero aún no estaba listo. El domingo sería su día para intentar procesarlo todo.

Decidido a no dejarse consumir por sus pensamientos, Yaito se levantó de la cama, estirándose y mirando al exterior por la ventana. La calle estaba tranquila. Algunos vecinos ya paseaban por las aceras, aprovechando el buen clima.

Yaito: Un paso a la vez —se dijo en voz baja.

Con esa resolución, se preparó para enfrentarse al día, aunque en el fondo sabía que la verdadera prueba aún estaba por venir.

Era temprano y, a pesar del nerviosismo que lo había acompañado desde el día anterior, Yaito intentaba mantener la calma. Se levantó de su cama y decidió que lo primero que haría sería darse una ducha para despejarse. Caminó hacia el baño con su habitual sonrisa tranquila, tratando de alejar los pensamientos del báculo y lo sucedido en el templo.

Al llegar a la puerta del baño, sin pensarlo mucho, extendió la mano hacia la perilla. Con un giro suave intentó abrir la puerta, pero de repente...

Crack.

Un sonido seco resonó en el pasillo, y Yaito sintió un peso inesperado en su mano. Parpadeó un par de veces, procesando lo que acababa de pasar, y luego bajó la mirada hacia su mano. La perilla de la puerta estaba completamente arrancada, sostenida en su palma como si fuera un juguete roto.

Yaito se quedó en silencio por unos segundos, sus ojos abiertos de par en par. Luego, levantó lentamente la perilla hacia su rostro, como si no pudiera creer lo que veía.

Yaito: Eh... —logró decir, sin que sus pensamientos lograran ponerse en orden.

Con un pánico creciente, miró de nuevo la puerta del baño, donde antes había estado la perilla. Ahora había un agujero donde solía estar conectada, y el mecanismo de la cerradura parecía completamente inutilizable.

BNHA: El despertar del rey mono Donde viven las historias. Descúbrelo ahora