EL DRAGON DE LOS RIOS-CANCION DE HIELO Y FUEGO

PROLOGO-EL FIN DEL DEVORADOR

-¡Fus...Roh...Dah!-El grito surgió de la garganta de ,Thorin, como una fuerza de la naturaleza sacudiendo los cimientos de Sovngarde. Las palabras resonaron en el paisaje eterno, reverberaron en los cielos y agrietaron las antiguas piedras bajo sus pies., El grito se disparo hacia adelante y se estrello contra Alduin "El devorador de mundos" con la fuerza de un cataclismo.

El dragón negro colosal se tambaleo hacia atrás, agitando sus alas antañas majestuosas en un intento desesperado por mantener el equilibrio. El suelo tembló en respuesta, pero, Thorin, se mantuvo firme con la mirada fija en la monstruosa forma que lo había atormentado cada momento de vigilia durante los últimos dos años.

En un instante, tres gritos mas atravesaron el aire, cada uno de ellos un grito de batalla de los antiguos héroes que una vez se habían enfrentado a Alduin en una época pasada. La voz de Hakon retumbo con el poder de  "Joor...Zah...Frul". Las palabras despojaron a Alduin de su capacidad de elevarse, sus alas vacilaron al perder su poder.

El feroz grito de Gormlaith "Krii...Lun...Aus!, se escucho a continuación, dando en el blanco y minando la fuerza del devorador de mundos. Los rugidos desafiantes del dragón se hicieron mas débiles, mas desesperados.

Entonces Felldir pronuncio las antiguas palabras ¡Fo...Krah...Din!, una ventisca de hielo broto de sus labios y encerró a Alduin en una tumba de escarcha. El dragón que alguna vez fue invencible, ahora era una imponente estatua de hielo, con sus escamas cubiertas por una gruesa capa de escarcha.

-¡Hazlo ahora!-La voz de Gormlaith atravesó el caos como una espada afilata y urgente.

El corazón de Thorin latía con fuerza en su pecho, a un ritmo que concidia con la furia de la batalla. Sus ojos estaban fijos en Alduin, cuya inmensa figura se debatía ahora bajo el implacable ataque. La espada de acero lunar que Throin tenia en sus manos brillaba intensamente bajo la luz de la luna, su hoja blanca como la leche afilada como el amanecer, grabada con runas  daédricas que latían con una  luz celeste brillante, como si estuviera sedienta de la sangre del dragón que tenia adelante.

Thoorin apreto mas las manos. Habia llegado el momento al que había llegado sus dos años de búsqueda implacable. Cada batalla, cada sacrificio, cada adversidad había tenido un único propósito. El sangre de dragón, el destinado a liberar al mundo de este antiguo mal, no flaquearía ahora.

Con un poderoso salto, Thorin, cerro la distancia que lo separaba del dragón herido. Los ojos de Alduin que ardían con una mezcla de odio y desesperación se clavaron en Thorin, pero ya era demasiado tarde, el grito de guerra hizo temblar los cielos mientras bajaba la espada con toda la fuerza y furia que pudo reunir. La punta de la espada se hundió profundamente en la piel negra de Alduin, desgarrando escamas y músculos, hundiéndose en el corazón mismo de la bestia. Una sangre oscura parecida al icor, broto de la herida, manchando el suelo debajo de ellos.

Pero Thorin no había terminado, el fuego de su alma se encendió y con una respiración profunda rugió-¡Yol...Toor...Shul!-Las llamas brotaron de su boca, un infierno abrasador que envolvió a Alduin desde dentro. Rugió de agonía, su inmensa forma se convulsiono mientras el fuego lo consumía, sus escamas, una vez impenetrables comenzaron a agrietarse y a desprenderse, revelando la carne cruda y fundida que había debajo.

Los rugidos del devorador de mundos se convirtieron en jadeos desesperados y ahogados mientras su propia alma comenzaba a desmoronarse. La fuerza que había amenazado con devorar toda la creación estaba siendo destrozada. El dragon se agito violentamente y su cuerpo que antes era temible, se desmorono como si estuviera hecho de ceniza. Debajo de las escamas quedo al descubierto un esqueleto negro, parecido al alquitrán.

Los últimos restos de la forma física de Alduin, Thorin observo imperturbable como la esencia oscura se evaporaba, dejando atrás solo una sombra esquelética del terror que había existido una vez