Marcos Rojo

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"𝐻𝑜𝓎 𝓉𝑒 𝓋𝑜𝓎 𝒶 𝒸𝑜𝓂𝑒𝓇, 𝓃𝑒𝑔𝓇𝑜, 𝒽𝑜𝓎 𝓋𝑒𝓃𝑔𝑜 𝓈𝓊𝑒𝓁𝓉𝒶

𝒴𝑜 𝓆𝓊𝑒 𝑒𝓇𝒶 𝒷𝒾𝑒𝓃 𝓉𝓊𝓇𝓇𝒶 𝓎 𝒷𝒶𝓃𝒹𝒾𝒹𝒶

𝑀𝑒 𝓉𝑒𝓃é𝓈 𝓅𝑒𝓃𝓈á𝓃𝒹𝑜𝓉𝑒 𝓉𝑜' 𝑒𝓁 𝒹í𝒶"

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La diferencia de edad, para Emilia, no significaba nada

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La diferencia de edad, para Emilia, no significaba nada. Era tan solo un número, algo sin importancia.

Ahora, en el cumpleaños de él, y viéndolo abrazado a Eugenia, Emilia sentía que el mundo le estaba jugando una mala pasada. Marcos nunca había querido mostrarse en público con ella, y quizás si era un poco por la edad, pero también porque él no quería nada serio.

Le cantaban el feliz cumpleaños, él sonreía, y Eugenia aplaudía, mirándolo con amor. Emilia decidió que había visto suficiente.

Como pudo, empezó a empujar gente, haciéndolos a un lado violentamente para salir. No le importaba nada, sentía que su dignidad estaba por el piso. Los amigos de él sabían que entre Marcos y ella pasaba algo, pero todos fingían demencia por Eugenia.

Marcos la vio alejarse, sintiéndose mal. Sabía que verlo con Eugenia la afectaba, pero no podía hacer nada. Emilia y él no podían tener nada, porque la diferencia de edad a él sí le importaba.

Tendría que haber pensado en eso antes de meterse con ella, antes de lastimarla como lo estaba haciendo.

Los dos estaban en momentos distintos y querían cosas distintas, él ya era todo un hombre y ella tan solo una joven.

Después del festejo, la banda en vivo comenzó a tocar los temas que a Marcos le gustaban. Cumbia, mucha. Eugenia tiraba unos pasos torpes a su lado, moviendo sus caderas a la par de él.

La estaba pasando bien, pero algo estaba mal.

— Voy a fumar un toque —le dijo Marcos a Eugenia.

— ¿Te acompaño, bebé? —preguntó ella.

— No, está bien, quedate acá que ya vuelvo.

Marcos salió sonriente del escenario, viendo a todos sus amigos cantar y gritar al son de la banda, dando saltos y bailando.

Afuera hacía el típico calor de marzo y la humedad no acompañaba al clima.

Saco la caja de cigarrillos de su bolsillo, busco uno y se lo llevo a la boca, encendiéndolo. No había nadie a su alrededor, por lo que revolvió su ropa y encontró, en el fondo de su pantalón, un porro a medio terminar.

Dejó el cigarrillo a un lado y entonces se llevó la marihuana a los labios, haciendo una casita con una mano para poder encenderlo. Pero el viento no ayudaba, por lo que estuvo unos segundos así, hasta que Emilia apareció y puso una de sus manos, ayudándolo a prenderlo.

𝚂 𝚑 𝚘 𝚝 𝚜 | ᶠᵒᵒᵗᵇᵃˡˡ ᵖˡᵃʸᵉʳˢ ᵉᵈⁱᵗⁱᵒⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora