Miley padece de Dermatitis Atópica.
Nunca ha sido fácil para ella relacionarse con los demás. Su niñez fue dura y no cambió del todo llegando a su adolescencia. Pensaba que no podría ser peor, sin embargo; Miley cambió de escuela debido al trabajo d...
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Su día empezó siendo uno de los peores de su año. No sólo pasó toda la noche teniendo comezón sino que no percibió que estaba lastimándose los brazos y las piernas con sus uñas. En la madrugada, se levantó unas tres veces para echarse agua fría en las piernas, limpiarse y ponerse crema para calmar la comezón. Pero ya suponía que era debido al clima, cuando se despertó y se dirigió hacia el espejo su rostro estaba… completamente brotado.
—No… Carajo —susurró. No le gustaba desesperarse pero la ocasión lo ameritaba.
Su rostro estaba enrojecido debido a la gran comezón que estaba sintiendo en estos momentos, alrededor de su boca, y en los párpados reinaba la sequedad. Se miró las piernas, los brazos, y las manos; las cuales estaban iguales. Grietas se abrían entre sus dedos dejando ver pequeñas heridas aunque muy dolorosas. Si fuera vacaciones no le importaría pero debía ir a la escuela. Ir a la escuela suponía tener que enfrentarse a los demás con ese aspecto, sin embargo, si se ausentaba su padre pensaría que estaba demasiado triste —y lo estaba— pero no quería demostrarlo. Se duchó en menos de 15 minutos, ya que su doctor se lo había indicado de esa manera con agua tibia y jamás caliente —cabe decir que en invierno sufría demasiado—. Una vez fuera de la ducha, sabía que venía la peor parte; ponerse crema estando tan… brotaba.
—¿Miley? —Jessica la llamó—. Tu padre pregunta si estás bien porque se hace tarde para ir a la escuela.
—Estoy… ¡Carajo! ¡Mierda! ¡Me arde! —exclamó Miley, gimiendo de dolor. No sólo ardía sino quemaba. En un instante, todo su cuerpo.
Jessica hizo ademán para entrar pero se detuvo justo en la puerta. No era la primera vez que sucedía y, en realidad, estaba acostumbrada pero nunca dejaba de ponerse triste por escucharla de esa forma.
—¿Necesitas ayuda? —preguntó Jessica—. Tomate tu tiempo, le diré a tu padre que estás en medio de un brote. Debe ser el clima, Mi. Afuera está muy húmedo. Tranquila, ¿de acuerdo? ¿Quieres quedarte?
—No —dijo ella—. Estoy… bien. Mierda. Arde como nunca.
Jessica sólo escuchaba como Miley gemía de dolor. La pelinegra se miró en el espejo. Y… estaba horrible. Quería quedarse. No quería salir así. No tenía la paciencia para tolerar a nadie… Ponerse el uniforme dolería, quemaría y ardería como nunca. Estaba rojísima.
Salió en ropa interior, pensando que Jessica se había ido.
—Lo siento —dijo su ama de llaves,y volteó para marcharse—. Quedé aquí por si necesitabas ayuda. Me iré.
—Está bien, quédate. Necesito ayuda de todas maneras… Mi cuerpo está lleno de crema y estoy esperando a que se me seque.
Jessica le alcanzó el uniforme, a su vez que lo hacía notó como a Miley, en silencio, se le derramaba algunas lágrimas. Ni siquiera sollozaba o decía algo al respecto, directamente hacia todo callada.