10 - Ecos del pasado -

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Luz estaba frente a ellos, emanando su habitual serenidad que parecía calmar incluso las aguas más turbulentas. —Me alegro de verlos, chicos —dijo con su clásico tono comprensivo, como si el tiempo no la afectara—. Eliot, ¿podemos hablar un momento? —preguntó, mirando al ángel con una leve sonrisa.

Eliot asintió, volviéndose hacia Leonard. —Entra, Leonard. Luz y yo tenemos algo que discutir. —A regañadientes, Leonard obedeció. Aunque disfrutaba de la presencia de Luz, cuya sola compañía le brindaba una paz inexplicable, no tenía más remedio que retirarse.

Ya dentro de la casa, y mientras Eliot y Luz hablaban afuera, Leonard se entretuvo buscando excusas para deshacerse de los vegetales que Eliot siempre le obligaba a comer. Sabía que el ángel lo hacía para molestarlo; era casi una tortura para alguien como él, acostumbrado a dietas mucho más... "carnales". Como siempre, logró esconderlos sin que Eliot se diera cuenta.

Al rato, Luz y Eliot entraron en la casa. Luz, con su expresión tranquila, irradiaba una energía cálida que contrastaba con la dureza de Eliot. —Leonard —dijo Eliot—, me tengo que ir por un tiempo. Luz se quedará contigo mientras ayudo a un amigo. Pórtate bien, ¿entendido? —La idea de quedarse a solas con Luz fue como un regalo inesperado para Leonard. Por fin tendría un respiro del irritante ángel, y lo mejor de todo, pasaría tiempo con ella.

Cuando Eliot se fue, la atmósfera en la casa cambió por completo. Luz se encargó de Leonard como una madre cuida a su hijo, algo que él nunca había experimentado antes. Curaba sus heridas con ternura y le hablaba en un tono tan suave que, por un momento, Leonard se permitió bajar la guardia. Cuando llegó la hora de la cena, Luz le preparó un festín, con carne, para el deleite del caníbal. No era humana, claro, pero Leonard apreciaba cualquier comida que no fueran los insufribles vegetales de Eliot.

Mientras comían, Luz no tocó ni un bocado, y Leonard lo notó. —No necesitas comer, ¿verdad? —preguntó con curiosidad.

Luz sonrió, moviendo la cabeza suavemente. —No, pero me alegra verte disfrutar de la comida.

—Me encantó. Es mil veces mejor que las malditas verduras que Eliot me da —respondió Leonard con una pequeña risa. Después de una pausa, su mirada se volvió seria—. Luz, hay algo que quiero preguntarte.

—Dime, Leonard —contestó ella, atenta.

—Es sobre Lunaris. Eliot me habló de ella... y de cómo murió. Quisiera saber más. —Leonard vaciló un segundo antes de continuar—. Dijo que tenía una habilidad similar a la mía. Necesito saber más.

Luz bajó la vista, con tristeza en sus ojos. —Entiendo tu curiosidad, Leonard, pero es un tema sensible. Si quieres saberlo todo, debes permitirme contarlo a mi manera.

Leonard asintió en silencio, sintiendo que estaba a punto de conocer algo que cambiaría su perspectiva para siempre.

—Lunaris Noctifer —comenzó Luz con voz pausada—. Ella fue una de las centinelas, los ángeles más poderosos encargados de proteger las seis puertas del infierno. Era la Centinela de la Noche, hija de la Luna. Su poder era legendario; nadie entre los ángeles podía igualarla. Su habilidad con la sangre, con la que creaba armas de una letalidad inimaginable, le daba un control sobre la batalla que inspiraba tanto temor como respeto. Incluso otros centinelas la temían, no por maldad, sino por la magnitud de su poder. Era una líder nata, hasta que...

Luz hizo una pausa, y Leonard se inclinó hacia adelante, ansioso por más detalles.

—Hasta que Asmodeo apareció. —Luz continuó—. Él fue uno de los demonios más poderosos que ha intentado escapar del infierno. Lunaris lo enfrentó en una batalla que estremeció la tierra. El cielo tembló ante el choque de sus poderes, y enviamos refuerzos: ángeles guardianes, exterminadores, incluso Azrael, su hermano. Pero cuando llegaron, ya era tarde. Solo encontraron sus alas destrozadas, esparcidas como cenizas sobre el campo de batalla. Asmodeo había logrado lo imposible: matar a un ángel de su calibre.

El corazón de Leonard se aceleró. Había escuchado sobre batallas, pero nada como esto. —¿Y qué pasó después? ¿Azrael? —preguntó, temiendo la respuesta.

—Azrael no pudo soportarlo. Desobedeció mis órdenes y llevó un ejército de ángeles exterminadores al mismo infierno. Purgaron gran parte del reino demoníaco, debilitando a la realeza infernal, pero fue un sacrificio inmenso. Ninguno de los ángeles que lo acompañaron volvió con vida. Perdimos a muchos de los nuestros ese día. —Luz cerró los ojos un momento, su rostro mostrando el peso de la tragedia.

Leonard tragó saliva. —¿Y qué pasó con el arma? La que mató a Lunaris.

Luz lo miró con calma. —Esa arma fue recuperada, pero no por nuestras manos. Un espíritu de la muerte, un emisario de lo más inesperado, apareció un día en las puertas doradas del cielo. Traía consigo el arma que había acabado con Lunaris, y con ella, trajo una verdad aún más impactante. El demonio que la había usado, Asmodeo, también había caído por su propia creación.

Leonard abrió los ojos en sorpresa. —¿Qué...? ¿Quién lo trajo? ¿Por qué?

Luz se acercó más a Leonard, su voz un susurro cargado de nostalgia. —El demonio que reemplazó a Asmodeo. Él fue quien la trajo. —Leonard no podía entenderlo, pero había una tristeza profunda en la mirada de Luz.

—Ese demonio... ¿qué pasó con él? —preguntó Leonard con el corazón en la garganta.

Luz sonrió débilmente, como si recordara algo que le producía tanto dolor como esperanza. —Ese demonio fue probado por el cielo, y fue perdonado. Fue entrenado para cumplir una misión distinta, y hoy es conocido como... el Ángel de la Noche.

Las palabras de Luz golpearon a Leonard como un rayo. No podía creerlo. —Eliot... —murmuró, mientras la verdad lo envolvía como una tormenta.

Luz asintió con suavidad. —Sí. Eliot era el reemplazo de Asmodeo, pero él eligió un camino distinto, uno de redención.

Leonard sintió una mezcla de emociones que no podía describir: admiración, confusión y algo más profundo que aún no comprendía.


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⏰ Última actualización: Sep 14 ⏰

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