9 - Lunaris -

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Leonard y Eliot estaban en medio de una agotadora sesión de entrenamiento. Leonard, exhausto y herido, yacía en el suelo, mientras Eliot lo miraba con una mezcla de desdén y diversión.

- ¿De verdad eso es todo? -se burló Eliot, su voz llena de desdén mientras le daba una fuerte patada a Leonard, dejándolo en el suelo con una mueca de dolor. La casa de Eliot, solitaria en las afueras, era un lugar ideal para este tipo de enfrentamientos sin interrupciones.

Leonard, apenas capaz de susurrar, murmuró:

- Idiota...

Eliot escuchó sus palabras y, en respuesta, le dio otra patada, haciendo que Leonard sangrara por la nariz. Eliot, con un aire serio, le advirtió:

- Ten cuidado con lo que dices.

Desesperado y frustrado, Leonard pensó en su última oportunidad de desafiar a Eliot. Sabía que la piel del ángel era casi impenetrable para él, pero su ira y deseo de venganza eran más fuertes. Con la sangre de su nariz, transformó una piedra en una daga afilada y la lanzó a Eliot. La daga cortó la mejilla de Eliot, dejando un hilo de sangre en su rostro. La sorpresa en los ojos de Eliot era palpable.

- ¿Pero... cómo? -preguntó Eliot, impactado por el resultado.

Leonard, con una sonrisa torcida y un brillo de triunfo en sus ojos, respondió:

- Parece que no eres tan indestructible como pensabas.

Eliot, recuperando rápidamente su compostura, limpió la sangre y asumió una postura de pelea.

- Quiero verte intentar eso otra vez -dijo, con una mezcla de desafío y respeto.

Leonard, mordiendo su labio por la tensión, tomó más piedras y las convirtió en cuchillos. A pesar de su esfuerzo, Eliot continuó dominando la pelea, y Leonard fue derrotado una vez más, su cuerpo dolorido y su espíritu abatido.

- No lo entiendo -dijo Leonard, tumbado en el suelo, su voz temblorosa-. ¿Por qué no puedo vencerte?

Eliot, observando a Leonard con una mezcla de admiración y preocupación, empezó a tratar sus heridas.

- Es interesante -dijo Eliot-. Siempre me he preguntado de dónde proviene tu habilidad. Quizás si comprendes más sobre tu poder, podrás aprender a usarlo mejor.

Leonard, mientras se dejaba ayudar, respondió con tristeza:

- No sé. No recuerdo mucho de mi infancia. Los recuerdos más antiguos que tengo son de mi tiempo en el orfanato.

Eliot, con una expresión de comprensión, preguntó:

- Eres huérfano, ¿verdad?

Leonard asintió, sin querer profundizar más en el tema.

- Sí, pero prefiero no hablar de eso ahora.

Eliot, reflexionando, compartió una historia que resonaba con el dolor y la grandeza del pasado.

- Hubo un ángel que también podía usar su sangre para crear armas. Su nombre era Lunaris Noctifer. Ella fue una Centinela Celestial antes que yo, encargada de proteger la grieta que ahora guardo. Su poder era inmenso, y su habilidad con la sangre era temida por todos. Sus armas estaban imbuidas con su sangre y parte de su alma. No había ángel más hábil ni más letal que ella. Hasta los otros centinelas la temían.

Leonard, asombrado, interrumpió:

- ¿Existían otros ángeles de la noche?

Eliot negó con la cabeza.

- No es un título exclusivo del ángel de la luna. En realidad, hay seis Centinelas Celestiales, cada uno encargado de una de las seis puertas del infierno.

Leonard, ansioso por más detalles, preguntó:

- ¿Qué pasó con Lunaris?

Eliot, con una expresión sombría, respondió:

- Ella murió hace años. Un demonio muy poderoso, Asmodeo, el príncipe de la lujuria, intentó escapar. Aunque Lunaris era increíblemente fuerte, Asmodeo la mató. Nadie podía imaginar que un demonio tuviera un arma capaz de matar a un ángel. Asmodeo quedó debilitado después de la batalla, y la grieta quedó vulnerable.

Leonard, con el corazón apesadumbrado, preguntó:

- ¿Qué pasó con el arma?

Una voz familiar interrumpió la conversación. Luz apareció, su presencia emanando una calidez reconfortante.

- Fue recuperada y escondida -dijo Luz, con una mirada que mezclaba tristeza y esperanza.

Eliot, aliviado de ver a Luz, le dedicó una sonrisa llena de gratitud y preocupación.

- Me alegra verte, Luz.

Luz se dirigió a Leonard con una mirada de comprensión profunda.

- Y me alegra ver que tú cuidas de Leonard, Eliot -dijo Luz, con una sonrisa que reflejaba su preocupación y aprecio.

El peso de la historia de Lunaris y la presencia de Luz aportaron a Leonard una nueva perspectiva. La conexión con su propio pasado y el sacrificio de Lunaris lo inspiraron a enfrentar su destino con renovada determinación. La historia de valentía y sacrificio de los Centinelas Celestiales resonó en su corazón, dándole fuerza para continuar su lucha.

El Angel Y El Caníbal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora