El fin de todo

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El piar de los pájaros sonaba distinto esa mañana. Algo no le cuadraba, quizás se debía a que ayer le confesó sus sentimientos a Itachi, no estaba segura. Se obligó a no pensar en nada negativo, Itachi le había aceptado, le hizo una promesa.

Sus mejillas ardían como el mismo sol, de tan solo recordar los anteriores acontecimientos se le erizaba la piel. Estaba segura de que algo pasaría hoy, esa corazonada empezaba a ser más fuerte con el paso de los minutos. Esperaba con su corazón que aquella corazonada fuese algo lindo, quizás un momento que compartir con Itachi. Saliendo de su cuarto se dirigió al baño, subiéndose a una pequeña banqueta que compartía con Sasuke para llegar al lavabo.

Abrió la canilla, dejando que el agua cayese sobre la cerámica. Mojó sus manos y se llevó el agua a la cara, refrescándose. Con la punta de los dedos se sacaba las pocas lagañas que intentaba colarse en sus ojos. Levantó el rostro y se observó en el espejo, formando una pequeña sonrisa con los labios. ¿Se veía hermosa? Esperaba poder ver a Itachi esa mañana. Con esa idea en la cabeza cerró la canilla y bajó al comedor casi desesperada.

  —Hina —saludaba Mikoto al escuchar los pasos de cierta azabache. Al parecer era la última en despertar—. Toma asiento, debo terminar de hacerles los bentos y podrán marcharse —la menor asintió y se sentó al lado de Sasuke. Quería preguntarle a Sasuke, pero, la vergüenza era mayor. Para su buena -o mala- suerte, Sasuke se percató de como su compañero de salón y cuñada, le veía por el rabillo del ojo.

  —No nos acompañará —había leído ses pensamientos, no tenía la menor duda. No entendía como ese niño tenía tan buena intuición—. Tch, Itachi otra vez me dejó solo.

  —Sasuke, sabes que debía ir a una misión —decía mientras colocaba té sobre la mesa. Sasuke apoyó su mejilla en su mano.

  —Siempre está en una misión.

  —También lo estarás cuando seas un ninja, hijo —pellizcaba su mejilla no cubierta tratando de darle ánimos, pero solo consiguió que Sasuke le apartara avergonzado.

  —¡Mamá para! —esa escena le sacaba una pequeña risilla a Hinata. Estás eran cosas que extrañaba vivir en su antiguo hogar. Su madre era casi igual, siempre haciéndole sonreír y sacar carcajadas que resonaban en toda la mansión Hyuga.

  —Tomen —en cada mano sostenía un bento con distintos colores, uno era color lavanda y el otro de color azul—. Vayan a la academia rápido, no los retendré más.

Ambos chicos se despidieron de Mikoto antes de salir de la mansión Uchiha. El camino como siempre fue silencioso, pero no incómodo. Al igual que Hinata, Sasuke había despertado temprano por cierta incomodidad, no tenía ganas de ir al baño, el mismo fue a comprobar. La incomodidad estaba en su pecho, a pesar de que no le dolía. ¿Acaso era karma? Tenía entendido que si hacías un mal acto recibirías igual o mayor castigo, lo mismo si hacías un buen acto. Pero, no creía siempre en esas cosas, pues nunca las vivió. Entonces, ¿cuál era la respuesta a esa molestia?

  —Es culpa de la academia, me estresa el estudio —justificó en sus adentros.

Por otro lado, en el distrito Uchiha se encontraban Shisui e Itachi. Ambos parecían mirarse, comunicarse sin decir una palabra. El mayor sabía que su primo se sentía nervioso, él también quería que todo saliese de acuerdo a lo planeado, sin problemas ni aprietos.

Su mano palmeó el hombro izquierdo de Itachi, tratando de transmitir un poco de tranquilidad.

  —Calma, Tachi —ofrecía su mejor sonrisa en ese momento—. Todo saldrá bien. Haré que esto funcione y al fin, podrás vivir a tu antojo.

Matrimonio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora