El día de San Valentín estaba a solo un día. Las tiendas estaban adornadas con corazones y regalos que vendían. Las chicas entraban a todas las tiendas y salían con un montón de bolsas en las manos. En Konoha se podría decir que el San Valentín era la fiesta más importante para las mujeres.
En la mansión Uchiha se podía ver a una Hinata muy emocionada. Se encontraba sentada en la mesa leyendo una carta. Su sonrisa se mantenía grande y sus ojos brillosos. Quizás Dios le estaba dando esta pequeña recompensa después de todo lo que pasó con su compromiso. ¿Qué era eso que la mantenía tan contenta? Mikoto entró al comedor con el cabello húmedo. Seguramente se había tomado una ducha.
—¿Qué tienes allí? —preguntó curiosa. Hinata le miró con una sonrisa.
—Mi hermana me invitó a la mansión Hyuga, mi antiguo hogar —respondió sonriente. Mikoto entendió a la perfección el por qué de su felicidad.
—¿Quieres que te acompañe en el camino? —Hinata no se negó.
De todos modos la Uchiha no tenía nada mejor que hacer. Fugaku trabajaba, Itachi estaba en una misión y Sasuke se fue con Naruto a entrenar. No entendía la relación de esos dos niños. Sasuke y Naruto se odiaban, pero entrenaban. Entrelazó sus manos para después caminar hacia la puerta. Hinata estaba impaciente por ver a su hermana después de unos días. Pero, lo más importante, ¿de qué tendría que hablarle? Mikoto solo le siguió el paso, nunca había visitado la mansión Hyuga, por lo que no sabía el camino hacia ella.
—¿Crees que debería ir más presentable? —no quería causar mala impresión a la hermana de su futura nuera. Hinata negaba con una sonrisa, estaba segura de que Hanabi le aceptaría como tal.
—Vamos, no quiero hacer esperar a mi hermanita —su sonrisa crecía cada vez más, daba pequeños brincos de emoción. Se podía notar su felicidad.
Ambas salieron de la mansión para caminar hacia la salida del distrito Uchiha. Se sujetaban las manos, Hinata solía darle apretones a veces. Mikoto solo le ofrecía sus sonrisas. Al llegar a la aldea ambas observaban a las mujeres y niñas que compraban para San Valentín.
—Mañana es San Valentín —Hinata asintió. Recordó que tenía pensado regalarle algo a Itachi, pero no tenía idea de qué.
—¿Qué le podría gustar a Itachi? —Mikoto se detuvo a pensar.
—Tengo entendido que Itachi en la academia tenía muchas admiradoras, le regalaban cosas —Hinata sintió esperanza, quizás alguno de esos regalos fue del agrado de Itachi y podría ofrecerle el mismo obsequio—, pero, al llegar a casa se los daba al resto del clan.
—Oh —soltó desalentada. Levantó la cabeza con el ceño fruncido y una mirada determinada—. Aún así, buscaré algo de su agrado.
—Así se habla Hina —Mikoto de verdad esperaba que su hijo y Hinata tuviesen un momento en el que ambos conectarán a la perfección—. Estoy segura de que lo que sea que le regales, le gustará.
Nota mental, mañana iría a la aldea para buscar un regalo apropiado. Al llegar a la mansión Hyuga sonrió. Ese lugar no era uno de buenos recuerdos, pero, por su hermana valía la pena volver a entrar. Esperó afuera a que alguien las recibiera a ambas. Se frotaba las manos con nervios, Mikoto estaba igual, ¿como la recibirían? Ko les abrió paso a la mansión. Sus hijos se abrieron con sorpresa al ver a Hinata.
—S-señorita Hinata, ¿d-de verdad es usted? —Hinata sonrió para después asentir con la cabeza. Ko rápidamente cayó de rodillas para abrazarle con fuerza. Sus brazos rodeaban sobre la cabeza de la niña para apretarla contra su pecho—. Le extrañé cada segundo desde que se fue —confesó en un susurro.