¡Advertencias!
Contiene escenas de sexo detalladas, violencia gráfica, desorden alimenticio, lenguaje fuerte, entre otros.
Apenas faltando dos días para el tan esperado viaje a Francia, y los nervios me consumen. Me encuentro en el gimnasio para deportistas de élite, "El Campeón", intentando aferrarme a la rutina como si eso pudiera calmar la tormenta que llevo dentro.
El sudor corre por mi frente mientras avanzo en el calentamiento diseñado por mi entrenador para tenistas profesionales: 30 minutos de saltos de cuerda para afinar la coordinación, seguidos de sesiones de aceleración y cambios de dirección, repetidas una y otra vez hasta que las piernas arden. Luego vienen los swings simulados, una tras otra, perfeccionando así cada movimiento. Finalmente, me deslizo en la caminadora, dejando que las piernas sigan su ritmo, mientras en mi mente resuenan los ecos de la cancha.
Mi cuerpo se siente echo mierda, aunque ya debería estar acostumbrado. Pero últimamente, el entrenador ha intensificado las sesiones, presionándome hasta los límites. No soy quién para cuestionarlo. Los Juegos Olímpicos están a la vuelta de la esquina, y la ansiedad se respira en cada rincón. El equipo entero está en tensión constante, sus miradas perdidas en la línea invisible que divide la preparación del desafío real.
El peso de las expectativas es abrumador. Argentina hasta día de hoy no a sido capaz de llevarse una sola medalla de oro en esta disciplina, y en estos momentos me pregunto si alguna vez seré capaz de cumplir con todo lo que se espera de mí.
El silencio retumba en mis oídos mientras sigo trotando en la caminadora, a un ritmo lento y controlado. Cada paso es una batalla interna. Apenas puedo concentrarme en esta actividad mecánica, hasta que, en la distancia, unos pasos rompen la calma.
—¡Eh, Rodri! —grita Germán, uno de mis compañeros que también se presentará a las olimpiadas. Ya ha pasado por esto antes, ha estado en competiciones de este calibre, y se le nota sereno, como si el peso de los Juegos Olímpicos no le afectara en absoluto. Para él, es solo otro reto más. Para mí, esto es apenas el principio.
—Fargán te tiene en la mira, ¿eh? —bromea, con una sonrisa fácil que contrasta con el peso que siento sobre mis hombros.
Suspiro con agotamiento y asiento mientras desvío la mirada hacia la pequeña pantalla de la corredora. 22 minutos con 34 segundos. Todavía me falta para alcanzar la media hora. Cada segundo parece estirarse indefinidamente, y la tensión en mis músculos no ayuda. Pero no hay opción de detenerse, no ahora. Fargán está empujándonos al límite por una razón, y yo tengo que demostrar que puedo soportar la presión.
—Fargán me quiere liquidar antes de los Juegos —bromeé, siguiendo el juego. Germán soltó una risa y asintió, como si entendiera perfectamente. —No sé si voy a aguantar con tanto estrés.
—Y sí, amigo, tenés que bancarla. En todos lados te dicen el "pibe prodigio" del tenis.
Gruñí al escuchar eso. Esa palabra me pesa más de lo que me enorgullece.
—Solo quiero rajarme a Bahía y dormir hasta que terminen las Olimpiadas —solté, medio en joda, medio en serio, mientras agarraba mi botella de agua y bebía un sorbo, sin detener el trote en la caminadora.
Germán rió aún más fuerte, luego encendió la caminadora a mi lado y empezó a trotar al mismo ritmo. Él conocía este estrés mejor que nadie. En el pasado, había pasado por lo mismo. Se llevó la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Río 2016, perdiendo la final contra el británico George Davidson. Aunque la medalla fue motivo de orgullo para todos, para Germán fue devastador. Yo apenas comenzaba mi entrenamiento con Fargán en ese entonces; yo tenía 16 años y no entendía por qué estaba tan abatido. ¡Vamos, había ganado una medalla de plata! Pero él casi abandona el tenis.
ESTÁS LEYENDO
Besos olímpicos | Rodrivan
RomanceDos tenistas se encuentran en las Olimpiadas de París 2024, compitiendo en el torneo olímpico. Lo que comienza como una feroz rivalidad en la cancha se transforma inesperadamente en una ardiente atracción imposible de ignorar. Al final del día, ¿qué...