¡Advertencias!
Contiene escenas de sexo detalladas, violencia gráfica, lenguaje fuerte, entre otros.
Si alguien me hubiese preguntado hace unos días sobre Iván, habría respondido sin dudarlo que era un estúpido, soberbio, creído e insoportable. Pero ahora, bajo el suave roce de sus manos, era incapaz de pensar en algo más allá de sus fascinantes ojos. Ojos que parecían guardar un secreto en cada destello, enmarcados por pestañas largas y oscuras que lo volvían aún más hipnótico. Su rostro, bañado por la luz de la Luna, lucía como un lienzo cubierto de diminutas estrellas, pequitas y lunares que, en ese instante, deseaba besar sin descanso.
Me miró con un afecto que parecía desbordar calma y ternura.
Yo lo observé con algo mucho más profundo, más denso.
Con un leve suspiro, acercó su mano y pasó su pulgar por mis labios, rozándolos con una delicadeza que apenas podía soportar. Era una caricia sutil, pero que de algún modo lograba dejarme sin aliento.
Suspiré.
Él también lo hizo, en un eco que reverberó en el silencio compartido.
No supe en qué momento exacto decidimos salir de la fiesta, cuándo tomamos un taxi o hacia dónde nos dirigíamos. Pero cada vez que él me miraba y me regalaba esa sonrisa suave, el destino parecía irrelevante. No podía dudar de alguien con esos ojos y esa sonrisa. Había en él algo que invitaba a la confianza, una calidez que sentía la necesidad de proteger.
Sin darme cuenta, apoyé mi cabeza en su hombro, y él comenzó a acariciar mi cabello con movimientos lentos, cada toque rebosante de una ternura que no parecía de este mundo. Me miraba como si, en ese momento, yo fuera lo único que importaba.
Cuando el auto se detuvo, sentí sus manos rodearme con firmeza mientras me ayudaba a bajar. Con pasos cuidadosos, me guió hasta el interior de una edificación que me resultaba familiar, aunque mi mente, nublada por el alcohol, no lograba ubicar con claridad.
Verdes... rojos... conocía estas paredes. Me detuve, intentando caminar por mi cuenta, pero su voz me envolvió, cálida y firme.
—Apóyate en mí. No quiero que te lastimes, ya llevas demasiado alcohol en el cuerpo.
Su tono era suave, pero la fuerza con la que me sujetaba dejaba claro que no tenía intención de soltarme.
—¿D-dónde es-estamos? —pregunté, apenas con un hilo de voz, sintiéndome ligeramente mareado por el alcohol.
Iván me miró, sin responder, y siguió adelante.
—Eso ahora no importa —dijo finalmente—. Lo único que importa es que aquí estarás a bien.
Iván se detuvo en seco, de repente, y me tomó con más fuerza, pegando mi rostro contra su pecho. Sentí su calor envolviéndome mientras él presionaba mi cabeza contra él, impidiéndome mirar alrededor. Solté un pequeño quejido ante la brusquedad del movimiento y traté de apartarme, pero él solo reafirmó su agarre. Justo en ese momento, una voz resonó desde el pasillo, rompiendo el silencio.
—Ehi, Iván! Chi stai portando nella tua stanza? Sai che non è consigliabile fare sesso prima degli allenamenti, giusto? (¡Hey, Iván! ¿A quién estás llevando a tu habitación? Sabes que no es recomendable tener sexo antes de los entrenamientos, ¿verdad?)
El corazón me dio un vuelco. Si alguien nos veía, esto fácilmente podría acabar en rumores o incluso en noticias. Apreté los ojos y me aferré más a él, deseando que la situación se disipara antes de volverse incontrolable.
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Besos olímpicos | Rodrivan
RomansaDos tenistas se encuentran en las Olimpiadas de París 2024, compitiendo en el torneo olímpico. Lo que comienza como una feroz rivalidad en la cancha se transforma inesperadamente en una ardiente atracción imposible de ignorar. Al final del día, ¿qué...