¡Advertencias!
Contiene escenas de sexo detalladas, violencia gráfica, desorden alimenticio, lenguaje fuerte, entre otros.
Es tan raro todo este sentimiento.
Es que... ¿qué mierda? ¡¿Qué mierda les pasa a los hombres?! (Aunque, sí, es un poco irónico que piense eso siendo yo uno). No entiendo en qué cabeza cabe ligar con un chico, evidentemente ligar, y luego actuar como si no hubiera pasado nada...
Y no me malentiendan, para nada me gusta Iván y no espero que venga con un ramo de flores o con una declaración de amor en cada esquina. Pero, al fin y al cabo, si hace menos de una semana compartimos cama, no estaría de más que se tomara la molestia de decir un simple "hola". ¿Es pedir demasiado?
Levanto una pesa ligera, más por la costumbre que por necesidad. Germán está al otro lado de la sala, dándole indicaciones a un par de chicos más jóvenes que parecen necesitar una mano. No me acerco. Hoy no tengo ganas de ser sociable, mucho menos después de la noche casi en vela que pasé. Y aunque intento enfocarme en mis movimientos, la imagen de Iván sigue ahí, como un mosquito zumbando en el oído, iu.
¿Será que soy yo el del problema? Porque claro, no somos buenos compañeros. Ni mucho menos amigos. Quizá no soy lo suficientemente importante en su órbita como para justificar un saludo. Pero igual, qué sé yo, ¿cortesía básica?
Tomo un sorbo de agua y camino hacia una de las bicicletas estáticas, necesitaba moverme para distraerme, pero al girar la esquina, lo veo. Iván está ahí, justo frente a mí, como si el universo decidiera que era un buen momento para forzar una interacción.
Y, para variar, viene directo hacia mí.
—¿Qué tal, Rodri? —su voz suena casual, como si de verdad quisiera iniciar una charla trivial. Y me llama así, con ese apodo; "Rodri", porque sabe que me molesta. ¡Obviamente me va a enojar si me ha evitado completamente durante cuatro putos días de mierda!
—¿Qué querés, Buhajeruk? —le respondo sin darle el gusto de una sonrisa.
Él arquea una ceja, como si no hubiera captado el mal humor en mi tono. Se apoya contra una máquina de pesas y me mira con esa expresión entre confiada y desconcertante que parece ser su estado natural.
—¿Estás listo para mañana?
—¿A qué te referís?
—A la apertura —aclara, como si fuera obvio. Y luego, como si no le bastara con una pregunta, añade:— ¿Van a venir tus padres?
Eso sí me molesta.
No sé si fue su tono casual o el hecho de que haya tocado justo donde más duele. Mis padres no van a venir. Ni mañana, ni pasado, ni nunca. Pero no me molesto en explicárselo. "Tampoco es que sea su culpa realmente".
—¿Qué mierda me estás preguntando, Iván?
Su expresión cambia por un segundo, apenas perceptible, como si no esperara esa reacción. Pero enseguida recupera su fachada tranquila.
—Nada. Era sólo una pregunta. ¿Hay alguna razón en específico para que esa pregunta te moleste tanto?
—No hablemos de eso, en vez, podemos hablar de la inútil forma en que me evitaste estos últimos días —le suelto, cruzándome de brazos. Mi tono es amargo, pero no puedo evitarlo. No sé si estoy más molesto con él o conmigo mismo por dejar que me afecte tanto.
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Besos olímpicos | Rodrivan
Storie d'amoreDos tenistas se encuentran en las Olimpiadas de París 2024, compitiendo en el torneo olímpico. Lo que comienza como una feroz rivalidad en la cancha se transforma inesperadamente en una ardiente atracción imposible de ignorar. Al final del día, ¿qué...