Capitulo 9

53 8 0
                                    

Ciudad Santa

XXX

—Entonces, supongo que esto es un adiós —dijo Asta, con la mirada fija en Frieren y Fern.

Había pasado poco más de un día desde su encuentro con los demonios, y el grupo había acelerado su marcha, logrando llegar a una aldea junto a una playa. Durante el trayecto, habían discutido sobre lo ocurrido, pero, a pesar de sus especulaciones, no lograron llegar a una conclusión razonable sobre el interés de los demonios en Asta.

—Si usted es su objetivo, ¿no sería más seguro que permanezca con nosotras? —preguntó Fern, su voz cargada de preocupación.

—Tal vez tengas razón —admitió Asta, con un tono más suave—, pero debo cumplir mi misión. Tengo que llegar a la Ciudad Santa.

—Ya veo... —murmuró Fern, bajando la mirada, resignada.

Asta miró a ambas con seriedad antes de esbozar una pequeña sonrisa.

—Espero que nos encontremos de nuevo en el futuro —dijo, con un toque de optimismo en su voz.

Frieren se giró hacia la aldea, con su típico semblante impasible.

—Entonces, buen viaje, Asta. Nos quedaremos aquí unos meses —dijo, mientras comenzaba a caminar hacia la entrada del pueblo.

Fern, más formal, hizo una leve inclinación de cabeza.

—Por favor, tenga cuidado, Sir Asta —añadió, manteniendo el respeto en su tono.

—Lo haré —respondió Asta con confianza, mientras se giraba en dirección opuesta—. Hasta que nos reencontremos —se despidió, levantando una mano mientras comenzaba a alejarse.

Fern lo observó mientras se alejaba, su capa ondeando ligeramente con la brisa marina. Dejó escapar un suspiro. Le hubiera gustado que Asta se quedara al menos una noche más en la aldea, pero comprendía su urgencia. Con la reciente aparición de demonios en la región, el caballero sentía la necesidad de apresurarse hacia la Ciudad Santa.

Miró una última vez la silueta de Asta hasta que desapareció en la distancia. A pesar de sus intentos por no mostrarlo, la aparición de los demonios y el misterioso interés que mostraron en Asta le habían dejado una sensación de inquietud. Quizás habría sido más seguro si hubieran continuado juntos.

—Vamos, Fern —dijo Frieren, deteniéndose brevemente para observar a su aprendiz—. No te preocupes tanto. Él es fuerte, más de lo que aparenta.

Fern asintió lentamente, aunque no podía evitar pensar en todo lo que había sucedido. Mientras alcanzaba a Frieren, una pequeña sonrisa apareció en su rostro al recordar la charla que tuvieron con Asta durante el viaje. Entre los momentos tensos, algo en la forma en que él se mantenía optimista y decidido a pesar de los peligros le resultaba reconfortante. Admiraba esa fortaleza en él.

—¿Cree que lo volveremos a ver? —preguntó Fern, mirando a Frieren con curiosidad.

—Probablemente —respondió Frieren, en su tono calmado y despreocupado—. Los caminos de los guerreros y los magos tienden a cruzarse cuando los tiempos oscuros se acercan.

Fern no dijo nada más, pero había algo en las palabras de Frieren que la tranquilizaba. Estaba segura de que volverían a encontrarse, tarde o temprano. Aunque, por ahora, debían concentrarse en su propio camino.

XXX

Finalmente, después de ocho largos meses desde que comenzó su viaje, Asta llegó a su destino: la Ciudad Santa de Strahl. Era una ciudad tan imponente como la Capital Real, pero irradiaba una majestuosidad distinta. Las enormes murallas que la rodeaban, aunque no tan colosales como las de la capital, seguían impresionando por su grandeza y su solidez. Desde la distancia, la ciudad brillaba bajo el sol como un símbolo de orden y devoción.

Sombras Pasadas (Black Clover X Sōsō no Frieren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora