Capítulo 40 "Mojados los dos"

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POV: Sebastian Harris

Me desagrada no poder cambiarlo.

Cada vez que me quedo en blanco cuando debería responderle con certeza, confianza y más importante, con seguridad en lo que le digo me hace sentir horrible porque hago todo lo contrario.

Todo este tiempo junto a él a sido sumamente increíble y agradable además de inesperado en un buen sentido de la palabra pero me atormenta cada una de esas preguntas "Difíciles" que me hace por el simple echo de considerarlas de esa manera cuando no debería ser así.

¿Se supone que es difícil decirle al chico que quieres que si seguirás estando con él?

En mi caso si lo es, lamentablemente lo es cuando técnicamente todo lo que nos rodea está en contra de lo que sucede entre nosotros.

Llenarlo con mentiras es una mierda y a pesar de que soy consciente de ello lo sigo asiendo, ¿Por qué? Porque no tengo alternativa en lo que a mi posición respecta.

Sus padres para lo más que sirven en su vida es como un banco personal y aún así siguen queriendo ocultarle lo que puede llegar a pasarle.

Por un tiempo tenía la idea errónea de que era lo mejor pero ahora veo que no lo es, solo le están dando mas vueltas al terrible asunto del que puede enterarse en cualquier momento y solo se está retrasando lo inevitable.

Si fuera por mi ya lo sabría.

¿Y si después no quiere volver a verme?

Una naranja cae al suelo a causa del golpe que le acabo de dar a la barra con mi puño. Las respuestas a esas preguntas son lo que más dolor me causan y sin hablar del odio hacia los causantes de todo.

Me agacho, tomo la fruta y vuelvo a incorporarme intentando mantener el controlo de mi mano al utilizar el cuchillo para no terminar lanzándolo contra cualquier foto donde aparezcan los padres de Evans.

Aprieto la mandíbula y apoyo los antebrazos sobre la isla para soltar una bocanada de aire hacia el suelo.

—Calma Sebastian —Me digo a mi mismo y vuelvo a levantar la cabeza.

La sensación de ira corriendo por todo mi cuerpo que me provoca querer lanzar todo al suelo y comenzar a golpear las paredes para drenarla o simplemente no sentirme tan frustrado es cada día más recurrente.

Estar solo y pensar este tipo de cosas son los que generan dicha emoción pero siempre busco o llega a mi mirada alguien que sorpresivamente puede tranquilizarme en un segundo y hacerme sentir jodidamente bien.

Observar como sonríe, detallar su expresión en armonía, ver que se divierte y como muestra confianza con su entorno se ha vuelto uno de mis mejores pasatiempos que también me ha servido como una especie de droga que me hace olvidar lo demás y que espero ojalá dure por siempre.

Un maullido peligrosamente cercano me hace activar mis alarmas y dirigir mi vista a donde está el demonio peludo caminando tranquilamente por el suelo de la cocina.

—En definitiva quien me tranquiliza no eres tú —Suelto de mala manera a la gata frente a mi —Alejate si quieres estar en buenos términos conmigo gatita —La amenazo con el cuchillo en mi mano.

Esta vuelve a maullar y se queda sentada allí observándome como si esperara algo y lo que deduzco es que debe tener hambre. Otra vez.

—Esa es la única razón por la que apareces gata inoportuna —Ruedo los ojos.

Le pasó por un lado, saco su comida de la alacena y la sirvo en su plato.

—Ahí tienes para que no vuelvas a joderme en todo el día —Argumento con pereza.

Odioso AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora