Emilia abrió los ojos perezosamente acostumbrándose a los rayos del sol que se filtraban por la ventana mientras fruncía el ceño y tanteaba con la mano intentando apagar el ruidoso despertador que no le permitía dormir más.
Después de unos segundos intentándolo se dio por vencida y abrió del todo los ojos fulminándolo con la mirada y apagándolo con fuerza, suspiró y se volvió a tumbar disfrutando de unos minutos de tranquilidad antes de tener que levantarse.
Esos pocos minutos hicieron que se diese cuenta de algo extraño, algo que nunca antes había sentido y que no sabía muy bien como definir o como explicar. Frunció de nuevo el ceño aun con los ojos cerrados intentando descubrir de qué se trataba, pero era inútil, solo sentía algo en su interior, algo raro, una sensación de que se agolpaba en su pecho dificultándole el respirar con normalidad.
No sabía porque, pero tenía la impresión de que esa sensación era una premonición de que su día no iba a ser como cualquier otro, que algo iba a pasar.
Se planteó quedarse en la cama, fingir estar enferma y de esa manera permanecer en la seguridad de la casa donde sabía que nada podría ocurrir, aunque pensándolo bien, quedarse sola en casa durante una mañana donde se supone que nunca hay nadie no le dio tampoco muy buena sensación, lo último que quería es ser asesinada en su propia cama por un psicópata, o algo mucho peor.
Gruñó y se levantó a regañadientes de la cama para después comenzar con su rutina de la mañana y prepararse para comenzar el día.
Cuando estuvo totalmente lista se miró en el espejo durante unos momentos asegurándose que estaba perfecta. Su cabello castaño en una coleta perfecta, el uniforme de animadora perfectamente colocado. Miró sus ojos hazel a través del cristal dándose fuerzas para el largo día que la esperaba y después se encaminó hacia la planta baja, concretamente hacia la cocina, donde su madre ya estaba preparando el desayuno para el resto de la familia.
- Buenos días - murmuró Emilia no muy animada.
Su madre la miró de reojo mientras hacía los huevos revueltos.
- Buenos días cariño - le suena dulcemente - ¿Has dormido bien?
Emilia se encogió de hombros y se sentó a la mesa comenzando a servirse un zumo mientras Gabriela se acercaba con la sartén sirviéndole los huevos en su plato, acompañada ya por el tocino que tanto adoraba su hija.
- ¿Todo bien? - le preguntó después de unos minutos en los que Emilia solo removía la comida mirándola fijamente perdida en sus pensamientos.
- Es solo que me encuentro... - se calló durante unos segundos meditando como explicarlo - rara - fue el único adjetivo que se le ocurrió.
- Cualquier problema a estas horas se soluciona con un buen desayuno - le suena intentando animarla a lo que Emilia avanza lentamente comiendo un poco.
Justo en ese momento Pedro apareció por la puerta, ya totalmente vestido con su traje y con su maletín en la mano, se acercó a Emilia dejándole un suave beso en la cabeza y luego se acercó hasta su mujer dándole un beso en los labios para después. siéntese a la mesa, dejando el maletín a un lado.
- ¿Cómo está mi niña preciosa? - le preguntó Pedro con dulzura.
- Bien papá - murmuró Emilia - Creo que es mejor que me vaya, sino llegaré tarde - les dijo para después levantarse de la mesa.
Les dio un beso a cada uno y después de coger su mochila salió de la casa rumbo a su coche.
Los dos padres la miraron extrañados y luego se miraron entre ellos para encogiéndose de hombros no entendiendo muy bien que le pasaba a su hija.
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𝕆𝕔𝕙𝕠
De Todo𝑇𝑜𝑑𝑜 𝑐𝑜𝑚𝑒𝑛𝑧𝑜́ 𝑐𝑜𝑛 𝑒𝑙𝑙𝑎 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑚𝑢𝑐ℎ𝑎𝑠 𝑜𝑡𝑟𝑎𝑠 𝑙𝑎 𝑠𝑖𝑔𝑢𝑖𝑒𝑟𝑜𝑛 ¿𝐴𝑙𝑔𝑢𝑖𝑒𝑛 𝑠𝑒𝑟𝑎́ 𝑐𝑎𝑝𝑎𝑧 𝑑𝑒 𝑑𝑒𝑡𝑒𝑛𝑒𝑟𝑙𝑜? 𝔸𝕕𝕧𝕖𝕣𝕥𝕖𝕟𝕔𝕚𝕒𝕤: Cᴀᴛᴇɢᴏʀɪ́ᴀ M ᴘᴏʀ ʟᴀs ᴇsᴄᴇɴᴀs ᴅᴇ ғᴜᴇʀᴛᴇ ᴄᴏɴᴛᴇɴɪᴅᴏ ᴛᴀɴᴛᴏ sᴇxᴜᴀʟ ᴄᴏ...