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Antes de comenzar el capítulo, quiero agradecerles profundamente por el apoyo que han brindado a mi fanfic y por los 100 me gusta. Lamento no haber actualizado estos últimos domingos, pero he atravesado algunos inconvenientes. Espero que estén disfrutando del desarrollo de la historia. Nuevamente, muchas gracias por todo su apoyo.
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El duelo puede ser devastador en una madre, cargado de ira, dolor y un feroz deseo de venganza por un hijo o hija que ha fallecido. Sentir que una parte de tu vida se desvanece en un abrir y cerrar de ojos es un sufrimiento indescriptible; ya sea al presenciar la muerte de aquel a quien diste vida, cuidaste y amaste, o simplemente al recibir la trágica noticia. Rhaenyra sabía muy bien lo que era esta última experiencia. En ese instante, la familia Targaryen y Velaryon se encontraba fuera de Dragonstone, reunida en torno a una pequeña fogata.
La antigua dama de King's Landing se hallaba más cerca de las llamas, acompañada de sus hijos, Joffrey y Jacaerys. Ambos lloraban en silencio, sus lágrimas caían de manera inexorable, reflejando el dolor que albergaban. El menor de los Velaryon sostenía en sus manos el caballito que Lucerys le había regalado en su último cumpleaños, mientras que Rhaenyra sujetaba con ternura la manta en la que había envuelto el cuerpo de su hijo al nacer.
Rhae se mantenía a cierta distancia, aún sin considerarse parte de la familia Velaryon, respetando su espacio en el duelo por Lucerys. A su lado estaba Daemon, y a poca distancia, Rianne. El único niño presente era Joffrey, pues su madre sabía que debía despedirse de su hermano mayor. Los demás infantes, hijos de la reina negra y Aelon, estaban al cuidado de las nodrizas.
Después de un tiempo, Jacaerys fue el primero en dar el paso para ofrecer los restos de su hermano al fuego. Al acercarse, se tomó unos minutos para contemplar las ropas que su madre había logrado recuperar, recordando los momentos compartidos con Lucerys. Ahora, esos recuerdos no eran más que fragmentos de un pasado que algún día relataría a Aelon. Finalmente, el heredero de Driftmark lanzó la vestimenta a las llamas y volvió a su lugar, donde tomó en brazos a Joffrey para que este pudiera arrojar el pequeño caballo de juguete al fuego.
El pequeño de ojos celestes, igual que su hermano mayor y ahora único hermano, observó el juguete por unos instantes antes de dejarlo caer en las llamas. Al ver esto, Jacaerys no pudo evitar que las lágrimas brotaran de nuevo mientras acariciaba los cabellos de su joven hermano. Poco después, Rhaenyra se acercó a ellos. A diferencia de sus hijos, no se tomó mucho tiempo para arrojar la manta al fuego. Al hacerlo, la hija de Aemma Arryn permaneció un rato contemplando cómo las llamas devoraban los restos de su dulce hijo, Lucerys.
Durante todo ese tiempo, que bien pudieron haber sido minutos u horas, Rhae se mantuvo en silencio, sumida en sus pensamientos y respetando el duelo de la familia de su esposo. Sin embargo, al levantar la vista, se encontró con la mirada de Rhaena, quien, destrozada, intentaba contener las lágrimas, aunque le resultaba imposible. Esa imagen partió el corazón de Rhae.
