c a p í t u l o d i e z

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Los días pasaron en absoluta monotonía.

Harry y yo nos despertábamos temprano en la mañana, desayunábamos juntos y luego él se iba a trabajar por varias horas. No almorzaba en casa y llegaba poco después de la cena.

Yo por otro lado, me quedaba en casa cumpliendo con mis deberes. De cierta forma, esa era nuestra especie de rutina y poco a poco estaba acostumbrándome a ella.

Ambos habíamos llegado a una especie de acuerdo en donde él no me molesta mientras yo no lo molestara a él, por lo que ya no pasaba ninguna clase de incidente o encontronazo entre nosotros. Aunque también influía mucho el hecho de que nunca estaba en casa, y cuando lo estaba, permanecía en su despacho. Así que pasábamos la mayor parta del tiempo alejados, y eso era un alivio para mí, honestamente.

Y para mi suerte, con Charlie haciéndome compañía, ya no me sentía tan solitaria. Pasábamos horas conversando sobre diferentes temas y nos dábamos cuenta de que teníamos muchas cosas en común; Nos gustaba el arte, los libros y la música. Realmente, para haber sido criado en un orfanato y después ser un ladrón de calles, Charlie era alguien muy culto ¡Y me encantaba compartir mi tiempo con él!

Siempre había tenido mejores amigas, pero nunca había tenido mejores amigos. De hecho, ni siquiera había tenido amigos hombres; De donde venía, todos los chicos que conocía o buscaban pretenderme o querían algo de mí a cambio. En este caso, con Charlie se sentía diferente. Nuestra amistad parecía genuina y desinteresada.

Me alegraba de que fuera mi amigo, ya que honestamente, me sentía abandonada. Me preguntaba por qué desde que me marché, nadie de mis amigas me había llamado. Quiero decir, habían pasado dos semanas desde que me marché y solamente recibí una llamada de Sarah, pero ¿Y Hanna? ¿Isabelle? ¿Anne? Les había escrito a todas y no contestaban mis cartas y tampoco llamaban. ¿Acaso se habrían olvidado de mí?

Le manifesté mi inquietud a Charlie, el cuál se mostraba comprensivo y me consolaba diciendo que a lo mejor estaban ocupadas o pasando por momentos difíciles. Pero por más que intentara consolarme, seguía sintiendo un vacío en mi corazón por la falta de comunicación. Me sentía olvidada y en el exilio.

Por supuesto que también estaba la opción de que fuera yo la que las llamara y me comunicara con ellas, pero no quería mostrarme desesperada, ni triste. Seguramente ellas estaban ocupadas con otra cosa, y no quería molestarlas con mis agobiantes sentimientos.

Así que por los momentos, esperaría.

En eso, para intentar animarme, Charlie decidió sacarme a pasear por la ciudad.

Yo me sentía emocionada, así que sin pensarlo acepté y ambos nos montamos en su auto, de camino al centro.

Cuando llegamos, Charlie decidió dejar el coche aparcado para que empezáramos a caminar.

Yo estaba feliz porque finalmente salía del vecindario y veía un poco más la ciudad y sus alrededores, entusiasmada, noté como las calles estaban llenas de vida, con coches circulando por las estrechas carreteras y gente caminando apresuradamente por las aceras.

Los edificios de ladrillo rojo y los monumentos antiguos contrastaban con las tiendas de moda. Caminamos por calles adoquinadas, pasando por pintorescos cafés y boutiques elegantes. El sonido de la música en vivo se filtraba por las calles, mezclándose con el bullicio de la multitud.

Paseamos por parques verdes, donde los árboles se mecían suavemente con la brisa y las flores silvestres añadían un toque de color al paisaje.

Fue en ese momento cuando me di cuenta que a lo lejos, sentadas en unas mesas de campo, se encontraban Meredith, Freya y Darnelle. Y sus hijos a lo lejos jugando en el parque.

El delfín rosa©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora