the kidnapped prince regulus black

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El mar estaba en calma, pero el barco pirata de James Potter y su tripulación se acercaba con sigilo a la costa del reino Black. El "Merodeador", su nave insignia, cortaba las aguas oscuras como un depredador acechando a su presa. El cielo estaba cubierto por un manto de nubes grises que presagiaban tormenta, un escenario que James encontraba ideal para un golpe como el que estaba planeando.

A su lado, Sirius Black, su mejor amigo y el hombre que había renunciado a su linaje real para unirse a la vida de pirata, estaba de pie con los brazos cruzados, observando el castillo de su familia en la distancia. Remus Lupin, el estratega del grupo, estaba revisando un mapa detallado de la fortaleza, mientras Lily Evans, su navegante y una guerrera de espíritu indomable, conversaba en voz baja con su novia, Mary McDonald, junto a Marlene McKinnon y Frank y Alice Longbottom, quienes preparaban sus armas.

Hoy era un día especial en el reino Black. Era el día de la coronación del príncipe heredero, Regulus Black, el hermano menor de Sirius. Un chico que, según las historias que corrían entre los pueblos costeros, era la última esperanza de su dinastía. Desde la partida de Sirius, el joven príncipe había quedado bajo la presión constante de su linaje, moldeado para ser el perfecto monarca. Pero James no veía a Regulus como un rey. Lo veía como un botín.

El plan era simple: infiltrarse durante la ceremonia, aprovechar la confusión, y llevarse al príncipe. No solo conseguirían un rescate, sino que humillarían al reino Black, enviando un mensaje claro de que los piratas del "Merodeador" eran intocables.

—¿Estás seguro de esto, James? —preguntó Sirius, sus ojos plateados fijos en el castillo—. Es mi hermano.

James sonrió, mostrando su típica confianza.

—Será como robarle un caramelo a un niño. Además, ¿qué es un rey sin un poco de caos en su vida? Lo vamos a liberar de su aburrida existencia. ¿No es eso lo que hiciste tú, Black?

Sirius soltó una carcajada.

—Eso es cierto. Pero Regulus no es yo.

James alzó una ceja, curioso. Nunca había visto a Sirius mostrar debilidad por nadie, ni siquiera por su propia sangre.

—No te preocupes, lo trataremos bien. —Le dio una palmada en la espalda—. Un príncipe como él será un buen botín. Y, quién sabe, tal vez nos sorprenda.

***

La ceremonia en el gran salón del castillo era un espectáculo fastuoso. Regulus Black, el príncipe heredero, estaba en el centro de todo, con su porte elegante y el rostro sereno, aunque había algo en su postura que revelaba una sutil incomodidad. Vestía un atuendo real de terciopelo negro con detalles dorados, y su corona aún reposaba en un cojín, esperando ser colocada sobre su cabeza.

Desde las sombras de una de las balconadas del salón, James lo observaba con atención. A primera vista, Regulus no parecía la figura intimidante que uno esperaría de un futuro monarca. Era pequeño en comparación con otros nobles, con una cintura fina y delicada. Su cabello oscuro caía en rizos suaves hasta justo por encima de sus orejas, y su piel tenía un brillo pálido, casi etéreo, como porcelana. Lo que más llamó la atención de James fueron los labios rosados del príncipe y las largas pestañas que enmarcaban sus ojos oscuros, junto con las pequeñas pecas que adornaban su nariz. Todo en Regulus parecía frágil, pero de una forma intrigante, peligrosa.

James se relamió los labios, sus pensamientos volviendo a la idea de que este príncipe no solo sería un buen rescate; sería un buen trofeo. Un botín perfecto.

***

El bullicio en la ceremonia se hacía más fuerte a medida que se acercaba el momento de la coronación. Regulus, con una sonrisa educada, saludaba a los nobles que se acercaban, pero su mente estaba en otra parte. A medida que los minutos pasaban, la presión sobre sus hombros aumentaba. A veces, se preguntaba si había una vida diferente a esta, lejos del trono.