the kidnapped prince regulus black

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Regulus estaba acostado en la cama de su nueva habitación, aún sintiendo el frío en sus huesos por el agua que casi lo había arrastrado a la muerte. El sabor salado del mar seguía en su boca, y cada vez que cerraba los ojos, podía ver el oscuro abismo debajo de él, recordándole lo cerca que había estado de no salir a la superficie nunca más. James lo había salvado, pero eso no cambiaba el hecho de que aún era su prisionero, atrapado en una jaula más lujosa pero igualmente opresiva.

Mientras se acomodaba en la cama, su mente empezó a vagar por los recuerdos de su infancia. Él y Sirius siempre habían estado juntos, compartiendo no solo el apellido Black, sino también la carga de ser hijos de una familia de poder. Ambos tomaban las mismas clases en el castillo, pero había una gran diferencia en lo que se esperaba de cada uno.

Sirius era el heredero. Sus clases se centraban en prepararlo para ser rey algún día. Le enseñaban política, estrategia militar y cómo gobernar con mano firme. Los castigos llegaban rápidamente si Sirius no alcanzaba las expectativas, pero siempre con la intención de endurecerlo, de hacerlo más fuerte.

Por otro lado, las lecciones de Regulus eran muy diferentes. Aunque también eran estrictas, las suyas giraban en torno a su futuro como esposo. Desde pequeño, le enseñaron protocolo, cómo ser un anfitrión impecable, cómo manejar las finanzas del hogar y cómo mantener la compostura en todo momento. Las clases para Regulus no eran sobre liderazgo, sino sobre cómo apoyar a un futuro rey, cómo ser perfecto en todos los sentidos para cumplir con su papel en el matrimonio.

Sirius siempre lo había protegido en su infancia, asegurándose de que los castigos fueran menos severos cuando cometía algún error. Pero todo cambió el día en que Sirius escapó. Sin una despedida, sin explicaciones, Sirius simplemente se fue, dejándolo solo a él, y con su partida, todo el peso que alguna vez había llevado su hermano cayó sobre los hombros de Regulus.

Ya no era solo el futuro esposo de alguien. Ahora tenía que ser el heredero. Su madre, Walburga, fue quien le dejó claro que debía tomar las lecciones de su hermano. Ahora tendría que aprender política, estrategia, y todo lo que implicaba ser un rey. Las expectativas se duplicaron, y los castigos por no cumplirlas eran mucho más duros.

"Regulus", le decía su madre en un tono helado, "tienes que hacerlo todo a la perfección. No puedes fallar, nunca".

Y Regulus nunca falló. Se moldeó para ser el heredero perfecto que Walburga y Orión querían. Nunca se permitió cometer errores, porque sabía que las consecuencias serían devastadoras. Pero aunque cumplía con todo lo que le pedían, sentía cómo la presión lo aplastaba. Cada día era una lucha por cumplir las expectativas imposibles de sus padres.

A veces, se preguntaba cómo habría sido su vida si Sirius nunca se hubiera ido. Si hubiera podido seguir con su papel de segundo hijo, sin el peso de la corona en su futuro. Si hubiera podido ser solo Regulus, sin tener que ser el heredero perfecto.

El sonido del viento en la pequeña ventana lo devolvió a la realidad. Aunque había escapado del calabozo, seguía siendo un prisionero. La presión de su familia había desaparecido por ahora, pero ahora tenía que lidiar con el control de James. No había escapatoria, ni del pasado, ni del presente.

Regulus suspiró, mirando el techo. Sabía que su vida siempre había sido una cadena de obligaciones, y ahora, incluso en cautiverio, seguía siendo lo mismo.

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James se acercó a la habitación de Regulus con una bandeja en las manos, decidido a seguir adelante con su plan. Llamó suavemente a la puerta y, sin esperar respuesta, entró. Regulus estaba sentado en la cama, su mirada perdida en la pequeña ventana. Parecía tranquilo, aunque James sabía que bajo esa calma había muchas emociones ocultas. Perfecto para lo que él necesitaba.