No, no y mil veces no.
Veo la cara de Mackenzie y la inmesa preocupación que reflejan sus ojos, y vuelvo a repetirme que no; no puedo haberme metido en semejante problema gratuitamente o peor, para nada.
—Algo bueno tiene que salir de esto...
—¿Bueno? —en verdad se siente consternada—. Si no apelas a tu excelente memoria y a la camaradería de Reed, lo único bueno que vas a tener es una condena de muerte —su mirar se torna felino—, porque no hay cosa peor en el mundo que caer en una cárcel de reclusión militar.
Percibo cómo mi cuerpo se descompone, el estómago se me contrae y la piel del rostro va palideciendo y enfriándose.
—Yo le ayudé. Lo defendí...
—Y torturaste a tres soldados del ejército enlistados con las mejores calificaciones —soplando se sienta en la cama, se pone de pie y se encarama a la salida del dormitorio—. Necesito hacer una llamada.
De pronto la desesperación me consume. No podré tolerar mis pensamientos negativos y autodestructivos en soledad. Me urge una persona que al menos me mienta y me diga que quizá el panorama me resultará alentador, que tal vez no la cagué hasta el fondo.
—Mack...
Ella me observa por encima de su hombro con frialdad.
—Duerme, ve a la enfermería y rinde tus pruebas lo que queda de la semana, del resto yo me encargo.
—No quiero que tapes mis mierdas... O que te perjudiques por salvarme el culo.
—Tendrías que haberlo pensado antes.
Sin más se marcha y allí me quedo, sentada en la cama inferior del catre, llena de tierra, heno y sangre seca; mirando un punto fijo en la nada, con el corazón latiéndome a un ritmo desenfrenado.
Un latir estrepitoso que se suma al sofoco respiratorio y un ataque de tos que me dobla y me hace abrazar mis rodillas.
Joder...
Es el mismo malestar de la mañana.
Las manos me sudan, las coyunturas en las piernas sudan, mi espalda es un río... Pero estoy congelada.
Mierda...
Me recuesto en la cama ignorando la suciedad y miro las tablas de fina madera que componen la litera de Mackenzie.
Tengo frío pero transpiro como si hiciera un calor infernal.
Entrecierro los ojos, repitiendo en mi mente el minuto a minuto que desembocó en mi reacción en los establos. Todo está lúcido. Mi testimonio no tiene falencias ni incongruencias; lo voy a repetir tal cuál hoy, el domingo o dentro de dos meses, porque en primer lugar, no mentí y segundo, no me arrepiento de lo que hice.
ESTÁS LEYENDO
Dancing in Hell © +21
Narrativa generaleLIBRO 2 DE LA SAGA DEVIL'S DANCE La vida en Mónaco no volvió a ser la misma y el cierre de ciclos acabó por sumirlos en la más siniestra oscuridad. Emergiendo del pozo más hambrientos que nunca, y como alguna vez pudieron demostrar que a la sombra d...