Allí, en el umbral entre la realidad y la fantasía, un encuentro inesperado estaba a punto de desatar una cadena de eventos que cambiarían el destino de dos almas destinadas a cruzarse.
En el instante en que sus miradas se encontraron, un palpitar...
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Después del cumpleaños de Tom Riddle, todo en Hogwarts se sentía más tenso, más pesado, especialmente entre Annastacia y él.
Los estudiantes regresaron de las vacaciones navideñas, pero para ellos dos, algo había cambiado profundamente. Sus miradas se cruzaban con una intensidad inusual, como si no pudieran apartar los ojos el uno del otro. A primera vista, parecía una conexión silenciosa, una complicidad que compartían. Pero para Annastacia, aquellas miradas de Tom comenzaban a sentirse diferentes, más posesivas, más controladoras.
Tom había sido siempre reservado, meticuloso en sus movimientos, pero desde hacía meses había comenzado a vigilarla más de cerca. Y no lo hacía solo. Malfoy y Lestrange, dos de sus seguidores más leales, siempre parecían estar cerca de Annastacia, observando, siguiendo cada uno de sus pasos.
Según Tom, era su forma de "protegerla", de asegurarse de que nadie intentara lastimarla o aprovecharse de ella. Pero la sensación de ser vigilada constantemente empezaba a incomodarla, como si fuera una prisionera bajo la vigilancia de sus propios compañeros.
A pesar de todo, Annastacia intentaba mantener la calma. Conocía a Tom lo suficiente como para saber que no aceptaría bien una confrontación sobre el tema. Sin embargo, cada día, la intensidad de su control se hacía más evidente. Si un chico se acercaba demasiado a Annastacia, Tom lo sabía antes de que ella pudiera contarle. Siempre aparecía poco después, con una mirada impenetrable y una sonrisa que no llegaba a sus ojos.
Nagini, la serpiente que Annastacia le había regalado a Tom, se había convertido en una presencia constante entre ellos. A menudo, se deslizaba sigilosamente entre las sombras, observando, escuchando. Annastacia sentía cierta paz cuando Nagini estaba cerca, pues la serpiente le recordaba la conexión que alguna vez había sido más pura entre ella y Tom, antes de que la oscuridad comenzara a tomar forma en él. Sin embargo, incluso Nagini tenía su papel en el juego de Tom. En más de una ocasión, él le daba ratas a la serpiente, y tras alimentarse, Nagini le transmitía información, murmurando en lengua pársel sobre los estudiantes que osaban acercarse a Annastacia. Tom siempre estaba un paso por delante, siempre controlando.
Aquella vigilancia constante la hacía sentirse atrapada. Ya no podía compartir una simple conversación con un compañero sin sentir que unos ojos la observaban desde las sombras. Y aunque Tom no lo dijera abiertamente, Annastacia sabía que él estaba dispuesto a todo para proteger lo que consideraba suyo.
Esa idea era lo que hacía que todo fuera más incómodo, porque en sus miradas, en sus silencios, en la manera en que él se paraba siempre a su lado como si nadie más tuviera derecho a estar tan cerca, Annastacia comprendía que su libertad se desvanecía lentamente.
Los días pasaban y aquel vínculo que una vez fue amable y cercano ahora estaba teñido de posesión. Lo sentía en la manera en que Tom la miraba cuando alguien hablaba con ella. Un fuego silencioso ardía en sus ojos, como si cada palabra de otro estudiante fuera una ofensa personal contra él. A veces, ella pensaba en confrontarlo, pero sabía que no sería fácil. Había algo en Tom que no podía desafiar sin consecuencias.