El resto de la semana pasó en un susurro silencioso entre Charly y Gustavo. A escondidas, se encontraban en cada oportunidad que tenían, ya sea después de clase o en cualquier rincón donde sus amigos no los vieran. Ninguno de los dos podía pasar un día sin verse. Aunque jamás lo admitirían entre los demás, ambos sentían esa necesidad latente, ese impulso inexplicable de estar juntos.
Sin embargo, en el colegio, seguían actuando como si nada hubiera cambiado. Frente a sus amigos, la distancia se mantenía intacta, pero en el fondo, ambos sabían que algo había evolucionado. Cómo siempre.
En casa, las cosas no parecían tan simples para Charly. Sus padres habían comenzado a preocuparse por su distracción constante. No era solo que estuviera en las nubes en clase, sino que incluso en casa, parecía perderse en sus pensamientos. Después de algunas discusiones, habían decidido que lo mejor sería llevarlo a un psicólogo la semana siguiente. Temían que pudiera tener algún trastorno o problema que no estaban viendo. Aunque Charly no decía mucho al respecto, la idea lo incomodaba un poco pero pensaba que podría ser bueno, ahí podria hablar de cosas que con los demás no puede, como por ejemplo, el tema de Gustavo y su amistad.
El viernes por la tarde, Gustavo se encontraba en la casa de Charly. Ambos estaban sentados en el piso del living, frente a la consola, sumergidos en un mar de risas. Cada vez que uno perdía, el otro no tardaba en burlarse, provocando más carcajadas entre ellos.
—¡No podés ser tan malo, Gus! —dijo Charly, golpeando ligeramente el control contra su pierna mientras se reía.
—Callate, si vos sos peor. —respondió Gustavo, intentando contener la risa, aunque sus palabras estaban cargadas de buen humor.
Las horas pasaban entre risas y bromas, sin que ninguno de los dos se diera cuenta del tiempo. Ahí, en la intimidad de la casa de Charly, todo parecía más fácil. No había necesidad de fingir, ni de esconderse detrás de máscaras de indiferencia.
En un momento, la madre de Charly se asoma por la entrada del living y aclara su garganta para que la escuchen y calmen sus risas.
—Gus, no es por ser mala ni nada, ¿Pero a qué hora vas a m volver a casa?
—A las 7.
—Pero ya son las 8.
Gustavo abrió los ojos y miro a la ventana; la noche estaba oscura y con pocas estrellas.
—Uh, se me pasó el tiempo. —se levantó y fue a buscar sus cosas.
Charly se paró y se fue con su mamá, tenía pensado que lo dejara dormir en su casa. Así no tenía que volver tan tarde y solo hasta su casa. A lo que su madre asiste. Después, se acerca a Gustavo, que se estaba poniendo las zapatillas algo apurado.
—Gus, ¿No te querés quedar a dormir? —lo miro.
—No, no, estoy bien tranqui.
—Pero es tarde y no se si es muy seguro que vuelvas solo. —tomó una pausa. —Además, me voy a aburrir solo. —dijo sonriendo para que se quede.
Se quedó pensando unos segundos, en realidad si quería, pero no sabía si su mamá lo dejaría. Lo cual Dolly lo miro y entendió un poco.
—Yo le puedo hablar a tu madre, yo le aviso, pero si te querés quedar hay un lugar más en la mesa. —dijo sonriendo.
—Esta bien, me voy a quedar. —dijo y Alberti sonrió.
—Ya le voy a avisar, pero quédate tranquilo que como con tu madre me llevo bien te va a dejar. —y fue al teléfono.
ESTÁS LEYENDO
why not? | Gustavo Cerati & Charly Alberti
RomanceMientras los sentimientos florecen en mi corazón, las burlas y las miradas de tus amigos comienzan a dañar la conexión que habíamos creado, ¿por qué?