I
Casi todos la han visto: En la penumbra del bosque, una mujer de belleza etérea recorre los senderos con gracia. Su piel resplandece a la luz de la luna, y su largo cabello oscuro cae en suaves ondas, enmarcando su rostro sereno.
Viste un vestido ligero que se entrelaza con las sombras, y los ecos de la noche la envuelven en un aura de misterio.
Con manos delicadas, comienza a cortar flores, eligiendo cuidadosamente las más exquisitas, como si cada una contuviera un rayo de fortuna.
Mientras trabaja, sus ojos brillan con esperanza y anhelo, en espera de que la suerte le sonría y transforme sus deseos en realidad, todo bajo la atenta mirada de las estrellas.
Muchos la conocen como Érika, otros la llaman Marujita, Pero lo que la conocen desde su Juventud, tienen la confianza y la dicha de llamarla por su nombre de pila: La Pequeña Eleanor.
II
Cuando Carlos Guaramato y Casilda Rodríguez entraron en la caseta de jardinería en horas de la noche por presuntos ruidos extraños, pudieron ver por primera vez a la extraña joven, que si se hubiera aparecido en medio de la carretera, causaría el Peor accidente automovilístico del año: Tenía un cabello descuidado, canoso y repleto de piojos, unos labios negros y secos, usaba un vestido corto y raído que estaba convertido en harapos y ropa de vagabundo, sus ojos eran negros como la noche, y sus pestañas asombrosamente largas, tenía unas caderas bien formadas pero ambos le calculaban una edad de 15 o 16 años, entre sus piernas se veía que bajaba un flujo rojizo, correspondiente a la primera regla del mes, pero la chiquilla no se había percatado o no sentía la necesidad de limpiarse. Despues del examen físico General, Regional, por aparatos y sistemas, marido y mujer llegaron a un diagnóstico: o era una joven Huérfana y abandonada por Dios, o era una Prostituta.
La pequeña estaba dormida encima de una tabla, que al día siguiente se iba a colocar en la cerca caída por el Huracán Katrina; su respiración, a pesar de su cochino aspecto, era relajado y libre de agregados patológicos, la joven estaba descalza, Y al parecer siempre corría sin calzado por las calles, por la evidencia de varios callos en toda la planta de ambos pies; al principio, Casilda quiso despertar a la Durmiente, sin embargo, algo detuvo su acción, quizá no era tan inocente como lograba denotar en la apariencia y, al interrumpir su descanso eterno, resurgiera de las cenizas como una fiera salvaje.
El cobertizo, un antiguo refugio de herramientas y recuerdos, guardaba un secreto inesperado: una joven dormida en su interior, envuelta en un manto de hiedra y sombras. Carlos se acercó con cautela, sus pasos silenciosos resonando como susurros sobre el suelo desgastado.
—¡Detente! — susurró Casilda, a punto de estallar como si fueran a hacer algo malo — ¿Ves esa sombra? Creo que hay algo más por ahí.
En realidad ese comentario le causó a Carlos bastante incomodidad, no solo por lo imprudente, sino porque parecía ser cierto. El ruido se detuvo repentinamente y el silencio envolvió el cobertizo. El causante eran algunos ratones o conejos que hurgaban en el lugar; los cuales de manera milagrosa no habían despertado a la recién llegada.
—Ten cuidado de no despertarla, Carlos… ahora, ¿qué hacemos? ¿Qué haremos por ella?
—¡Tal vez deberíamos dejarla dormir hasta mañana! Así estaremos más preparados.
—¡No, por el amor de Dios! Hace mucho frío, Enfrentémonos al temor en la mañana. — Casilda se persignó al imaginar si el frío podría causarles una pulmonía a la pequeña — Hay que pasarla a la casa.
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La joven Eleanor
Teen FictionCasi todos la han visto: En la penumbra del bosque, una mujer de belleza etérea recorre los senderos con gracia. Su piel resplandece a la luz de la luna, y su largo cabello oscuro cae en suaves ondas, enmarcando su rostro sereno. Viste un vestido li...