Una estrella Fugaz que se extingue en el abismo

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I

La casa de la Tía Sylvia ya era legalmente de la Señora Lucía, Eleanor se encontraba en la cocina, concentrada en preparar la cena. El aroma de las especias llenaba el aire, creando un ambiente acogedor. Mientras cortaba algunas verduras frescas, pudo escuchar a la Señora Lucía murmurar desde el salón.

—Eleanor, — llamó con un tono nostálgico. — ¿Sabías que di a luz a mi hija cuando tenía solo 15 años?

Eleanor, sorprendida por la confesión, dejó de cortar y giró su cabeza hacia la sala. La imagen de la Señora Lucía, rodeada de fotografías de su hija, iluminó su mente con recuerdos vividos de su propia vida. Las palabras de la señora resonaron en su corazón, y un destello de empatía la envolvió.

—¿En serio? — respondió Eleanor, buscando la forma de entablar una conversación más profunda.

La Señora Lucía continuó hablando de la juventud y las dificultades que había enfrentado, sus sueños que a veces parecían inalcanzables y los sacrificios que había hecho por su hija. Su voz llevaba un peso de sabiduría que hacía que Eleanor se sintiera pequeña, casi vulnerable.

Mientras escuchaba, una lucha interna surgió en su pecho. Pensó en el secreto que guardaba (el pequeño ser que crecía dentro de ella, una vida que pronto cambiaría todo) La idea de compartir su propia realidad con la Señora Lucía la llenó de temor.

¿Cómo reaccionaría? ¿Le entendería, o tal vez lo vería como un error?

La comida ya estaba casi lista, pero su mente estaba nublada de dudas y confusión. ¡Ese era el momento perfecto! La conexión entre sus historias podría ofrecerle consuelo y apoyo, pero las palabras se le atoraban en la garganta. A medida que la Señora Lucía continuaba hablando sobre su maternidad a una edad temprana, Eleanor se dio cuenta de que la valentía que había demostrado en su juventud era admirable. Pero en ese momento, Eleanor se sintió aún más insegura sobre sí misma.

Finalmente, con un suspiro silencioso, decidió que no era el momento de revelaciones.

Ni siquiera había tenido el valor para contarle sobre su doble vida.

—No sabía eso, Señora Lucía, pero me alegra que esté aquí para compartir su experiencia, — dijo, con una sonrisa que ocultaba su propio conflicto.

Mientras continuaban hablando, Eleanor sintió que la cena se convertía en un refugio en medio de sus tempestades emocionales. Quizá en otro momento, cuando se sintiera más segura de sí misma, se atrevería a abrir su corazón. Pero por ahora, simplemente se sumergió en la conversación, dejando que las palabras de Lucía la guiara en su propia travesía hacia la maternidad.

La noche se había asentado suavemente sobre la ciudad, y la Señora de la casa, tras disfrutar de una cena ligera, sintió que el cansancio la envolvía. Decidió que era el momento de descansar y se retiró a su habitación, dejando tras de sí una atmósfera tranquila y casi silente.

Mientras tanto, en un rincón de la casa, Eleanor estaba dando los últimos toques a su imagen en el espejo. Se aplicó una capa de lápiz labial rojo intenso y peinó su cabello con cuidado, intentando captar el aire de confianza y determinación que sabía que necesitaba. Después de darle un último vistazo a su reflejo, se sintió lista. La noche prometía un encuentro crucial.

Con sigilo, salió de su habitación, agachándose apenas para evitar cualquier crujido del suelo. Se acercó a la puerta, el corazón latiéndole con fuerza. La idea de tener una conversación importante con Jinete, llenaba su mente de una mezcla de emoción y nerviosismo. Sabía que debía enfrentar la situación con madurez, y la verdad es que había llegado el momento de abordar lo inevitable.

La joven EleanorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora