¡Todo es tu culpa!

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I

Una tarde, mientras el sol comenzaba a ocultarse tras el horizonte, Carlos se sentó en la sala de su casa, nervioso pero emocionado. Había estado esperando el momento adecuado para compartir su nuevo trabajo con Casilda. Cuando ella entró, con su energía habitual, él sintió que el momento había llegado.

—Casilda, tengo algo que contarte, — comenzó Carlos, su voz un poco temblorosa. — He conseguido un trabajo de vigilante... pero es de noche.

Casilda levantó las cejas, sorprendida, pero su sorpresa se convirtió rápidamente en una sonrisa amplia.

—¿En serio? ¡Eso es fantástico, Carlos! Estoy tan orgullosa de ti — exclamó mientras se acercaba a él.

Carlos le contó sobre la empresa, el ambiente y cómo había pasado noches reflexionando sobre sus decisiones pasadas y cómo había dejado atrás sus vicios. Con cada palabra, se sentía más ligero, como si una pesada carga se estuviera desvaneciendo.

¿Será que podemos creerle?

Casilda, llena de alegría, lo abrazó con fuerza, era notorio que no tenía el discernimiento para averiguar si una persona mentía o decía la verdad.

¡Qué ilusa!

—¡Qué gran paso has dado! De verdad que me emociona tanto verte por fin en el camino que mereces — dijo, su voz llena de sinceridad. — Has luchado tanto contra tus demonios personales, y verte ahora listo para volver a la normalidad es un triunfo increíble.

Carlos sintió cómo su corazón se llenaba de calidez con el abrazo y las palabras de su "Esposa". Había sido un largo recorrido, pero en ese momento, con Casilda a su lado, sabía que estaba en el lugar correcto y que tenía el apoyo que necesitaba para seguir adelante.

Además, Maruja lo complacía del modo que ya Casilda no podía.

—Gracias, mi amor. Tus palabras significan mucho para mí — respondió Carlos, sintiéndose renovado. Con su apoyo, se sentía listo para enfrentar esta nueva etapa en su vida. 

Ambos compartieron risas y sueños de futuro mientras la noche se cernía sobre ellos, marcando el inicio de una nueva aventura para Carlos.

Con Marujita en la intimidad de su cuarto.

Maruja solo callaba, lloraba cuando se acercaba la noche, Pero no tenía la valentía de gritar; ya había arruinado muchas familias para tener que arruinar esta también. Se dejaba manosear y al final se duchaba para no dejar rastro; Pero siempre ese olor desagradable impregnando las paredes, las sábanas, las almohadas y su alma misma.

II

Cada noche, cuando el silencio caía sobre la casa, Casilda se acomodaba en su cama con la luz tenue de la lámpara de mesa. Después de un día agitado, su mente se llenaba de pensamientos dispersos, pero pronto esos pensamientos eran interrumpidos por un sonido que se repetía, persistente y desconcertante. Era un murmullo bajo, un vaivén de gemidos que parecían emanar de la habitación contigua, la de Maruja.

Ya había pasado una semana desde que Carlos trabajaba, ella solo le hacía su almuerzo, se lo empaquetaba, el se iba en el auto feliz y regresaba con ojeras al día siguiente.

Al principio, Casilda trató de ignorarlo, atribuyéndolo a su imaginación o a los ecos de la casa vieja. Pero a medida que los días se convertían en semanas, los ruidos se tornaron más evidentes, más íntimos. Eran sonidos que recordaban los susurros de un encuentro apasionado, momentos robados entre las sombras. La curiosidad comenzó a infiltrarse en su mente, junto con un leve sentido de incomodidad.

La joven EleanorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora