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Fanfic Lucemond.
Los personajes mencionado son obra del autor George R R Martin y...
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Su mano subía y bajaba en torno a su miembro, estaba desnudo tendido en la cama del camarote, no sabía ni cuantas veces lo había intentado pero no podía satisfacerse su alfa clamaba por poder saciar ese deseo contenido por años en un omega pero no en cualquiera.
Los supresores y brebajes ya no surtian tanto efecto como antes, en todos los años que llevaba siendo caballero su celo se había presentado en pocas ocasiones gracias a todo lo que tomaba para inhibirlos, al servir a alguna familia noble era obligatorio si eras alfa u omega mantener su segundo género a raya para evitar inconvenientes entre los demás caballeros o con la misma familia a la que se servía. Desde que comenzó su camino para ser guardia real había comenzado a tomar diferentes brebajes que le ayudaban en eso, nunca había tenido la necesidad de saciar sus deseos con ningún omega ya que desde muy joven junto con su hermano habían querido servir a la familia real y convertirse en capa blanca, sabiendo a la perfección las reglas que esto conllevaba, no tomar pareja, no engendrar hijos, gracias a los supresores eso había sido fácil desde el principio, estos ayudaban a que sus instintos primarios de querer aparearse con alguien fueran nulos manteniendo así su castidad intacta tal como lo requería el puesto al que aspiraba.
Sin embargo al recordar esos bonitos ojos verdes, esa piel blanca llena de pecas y ese exquisito olor su lobo aullaba por querer tenerlo ahí y saciar todos sus insanos deseos con él. Su mano se movió con más rapidez recordando todos esos detalles y pronto su semilla salió aliviando un poco su deseo.
Se irguió sentándose en la orilla de la cama, el sentimiento de culpa llegó de inmediato después del éxtasis que sintió al correrse con el recuerdo de su príncipe en mente. Respiro un par de veces intentando calmarse y alejar la imagen de el de su cabeza.
Alguien llamo a la puerta poniéndolo en alerta, seguro era el maestre le había dicho que volvería para darle algo para el dolor.
—Adelante. —su voz salió ronca pero audible, llevaba un día entero así y quizá faltarían uno o dos más para que su celo terminara por completo.
La menuda figura entro con seguridad en aquella habitación que estaba impregnada con su aroma, avanzó unos pasos hasta quedar no muy lejos de él.
—Ser. —parpadeo un par de veces sin creer de verdad que lo que veía era real— quería saber cómo estaba.
Tomo de inmediato la sábana de la cama intentando cubrir su desnudez de la vista de su príncipe, este sonrió observándolo.
