Dia 13: De lo que sea que nuestras almas están hechas...

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Si había algo que Wednesday detestaba con cada fibra de su ser era la sensación de estar enamorado.

La reconoció al ingresar a través de su sentido del olfato cuando un aroma dulce golpeó con violencia acompañado de una sonrisa brillante que se quedó estancada tras su retina, el tacto suave y la voz, una voz capaz de torcer miles de voluntades que le pertenecían a Enid Sinclair, su compañera de cuarto en la universidad.

Para Wednesday había sido un infierno tener que doblegarse ante los hechos que ahora la tenían en la entrada de aquel bar a las afueras de la ciudad mientras Enid la empujaba con suavidad hacia adelante invitándola a entrar.

Varias manos se alzaron para darle la bienvenida, rostros que suponía que debía reconocer, personas que Enid fue presentando una por una y que aparentemente eran otros compañeros de clases con quienes ella compartía durante las semanas de estudio.

¿Quiénes son? —habló por fin cuando la última persona se acercó saludando efusivamente y ella quedó a la mitad de la barra recuperando el aliento del abrupto momento social al que se vio lanzada sin anestesia.

¡Vamos! Los conoces —Enid hablaba a su lado tomando una cerveza— ¡Estamos en el mismo curso! 

No, nunca he tenido necesidad.

Deberías, muchos son buenas personas.

Wednesday vio como Enid le alcanzaba una cerveza y el contacto frio le produjo cierta calma, tomó un sorbo largo antes de responder, la joven no dejaba de sonreír como una suerte de tarjeta de felicitación andante, se sentía agotada, quería lanzar la botella y largarse, gritarle a todos que eran unos imbéciles atrapados en un sistema educativo obsoleto y que si estaba ahí no era para verles las caras, simplemente eran pasos que debía cumplir para hacerse cargo del negocio familiar.

No me gustan las personas —respondió secamente.

Enid sonrió aún más, si era posible y pasó una mano por la cabeza de ella como dando una palmadita de comprensión, Wednesday se estremeció molesta y evitando mirarla volvió a tomar otro trago largo, tan rápido que terminó por ahogarse con el líquido, tosiendo con fuerza, varias cabezas voltearon.

¿Estás bien?

Maldita cerveza.

Creí que era buena idea que vinieras —comentó ella— los chicos llevan bastante tiempo queriendo conocerte fuera de tu... ambiente natural.

Me gusta mi privacidad.

Si pero, te ausentas tanto de los círculos de reunión que empiezan a decir... cosas.

¿Por qué me importaría? —escupió ella molesta terminando de vaciar su cerveza.

Me importa a mi 

Y ahí estaba, esa voz que a pesar del estruendo del bar sonaba fuerte y claro a los oídos de Wednesday, debió ignorarla, desde el primer día que le dijeron que compartirían dormitorio en la universidad debió ignorarla, pedir un traslado, meterse debajo de una piedra, cualquier opción sería mil veces mejor que arriesgarse a caer en ese estado vomitivo que la tomó de rehén cuando se hundió sin remedio en sus ojos azules, cuando su respiración al dormir acariciaba sus oídos y la arrullaba.

Cuando abrazaba su almohada indecisa por no poder tomarla entre sus brazos.

No deberías —volvió a hablar tomando otra cerveza y alejándose de la barra se perdió entre las personas.

Fictober Wenclair 2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora