3

171 34 10
                                    


Llegar a casa era lo único que lo mantenía con esperanzas de recobrar sus energías, pero después del tráfico asfixiante y los empujones de gente sin escrúpulos solo se imaginaba preparando una taza de café y lanzándose al sillón para descansar todo lo pertinente.

No pudo omitir las malas palabras cuando encontró en su jardín las cajas dispersas de su mudanza, con tal desorden que juró que hubiese preferido que alguien se las robara antes de tener que ser él quien deba acomodarlas.

Nunca recibió la notificación de llegada, y al parecer la empresa encargada solo decidió lanzar las cajas sin cuidado, ni prudencia. Solo agradeció que al menos era un lugar tranquilo y seguro, pues pudo enumerar por encimita sus objetos de valor y los encontró todos.

Se entretuvo lo que restaba de la tarde acomodando lo poco que le quedaba de su vida pasada, y luego pudo tomar una ducha tibia cuando calentó agua en una olla y se echó cubetadas sobre el cuerpo tembloroso. Era mejor eso que bañarse con agua helada.

Encontró un libro interesante entre su pila sin acomodar y por fin pudo quedarse dormido a menos de cinco minutos de lectura exhaustiva.

Sus días no habían sido los mejores, y sabía que el cansancio extremo lo hacía ser menos funcional, pero no se rendiría. Quería quitarse el viejo estigma de ser un hombre despreocupado e idiota. No quería que volvieran a decir que era un bueno para nada, y le dolía reconocer que esos comentarios sí le afectaban, de sobremanera.

Se quedó dormido con el libro en las manos, y no se despertó ni siquiera por el ruido sordo de su pesada caída. Durmió como un bebé hasta que su alarma lo despertó, apresurándose a correr porque sabía que era tarde. Se vistió y preparó, desayunó un huevo medio desabrido y luego corrió hacia su auto, pues había conseguido llevar gasolina en un galón el día anterior, así que al menos agradeció no haberlo olvidado.

Manejó con rumbo a lo desconocido y suspiró antes de salir en busca de sus compañeros para entender mejor la naturaleza de lo que había estado esperando por tanto tiempo, quería sentirse útil una vez en su vida.

Los rumores resultaron ser más inquietantes de lo que se imaginó.

Al llegar al punto de reunión no se inmutó de la, para nada sorprendente, puntualidad del detective Lange, quien miraba a los árboles como si algo detrás de ellos le contara cosas.

Recibió su sonrisa cálida, y el consecuente acercamiento a su espacio personal que lo hizo sentir incómodo, pero fingió su mejor tranquilidad para ofrecer su mano como un saludo natural.

Suspiró cuando escuchó el ruido de patrullas acercándose, y luego las luces bicolores los alcanzaron, sintiendo placer cuando la atención se perdió en la llegada de los oficiales, así que su conversación sería aún más limitada.

Por algún motivo se sentía extrañamente raro en su compañía, pero intuía que era su talento natural de desconfiar de todos a su alrededor.

Escuchó a la lejanía los reportes de los otros oficiales, y se concentró en cada detalle de la escena acordonada para encontrar algo distinto, algo que pudiera definir si lo que veía era real o no, o si acaso era un humano el que había hecho eso.

La sangre se extendía varios metros, y por el tiempo que llevaba muerto ya solo era una costra que desprendía mal olor. El cuerpo no era mejor, pues parecía que habían desgarrado cada parte de él hasta hacerlo trizas. La cabeza separada de él era solo un montículo ennegrecido, y parecía más pequeño entre toda esa pila de piel y músculo.

Pasó saliva. Quizá Philza tenía razón y él no estaría particularmente relacionado con la bestialidad de los casos que solían encontrarse en el interior del bosque. Pero no tenía sentido, él no había sido expuesto a algo parecido, y lo más cruel que llegaba ver en la amplia ciudad eran suicidios desastrosos, o tiros llenos de odio que desfiguraban rostros.

Retorcido / GuapoduoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora