9

87 17 22
                                    


Pasó parte del tiempo limpiándose el labio y acercando una compresa fría sobre la herida, con la esperanza de que no se hinchase lo suficiente.

No era tan aparatoso como lo creyó, pero no pensó en que Roier tuviera buena condición para los golpes.

Ok, fue tonto y descuidado, pero logró acertar de forma apropiada para hacerlo ver estrellas de dolor indescriptible. Estaba intrigado, y eso lo hacía sentir muy extraño.

En definitiva no debía gustarle.

Se miró en el espejo una vez más, convencido de que todos sus esfuerzos solo le dejarían una pequeña marca que desaparecería con el tiempo.

Estaba dispuesto a irse a dormir hasta que el ruido en el exterior lo hizo detener sus movimientos, atento a los pasos sobre la duela vieja, imposibles de cubrir. Alguien estaba afuera, y aunque no se sentía atemorizado por ello sí que creía que solo un idiota se atrevería a merodear su casa, sin prever que una escopeta esperaría su entrada triunfal.

Caminó lento hacia su escondite, sacando de debajo de la mesa su preciosa arma reluciente, y se acercó al pasillo que dirigía a la puerta, esperando un mal movimiento del extraño.

Los pasos se detuvieron justo afuera, extinguiendo su instinto merodeador, y apuntó con precisión donde sabía que estaría la cabeza.

Escuchó un resoplido y luego el toque suave en la madera, una, dos, tres veces en línea. Dio un paso adelante solo para no perder ventaja, pero los golpes se intensificaron, sacándolo de su comodidad.

Negoció con su instinto y delimitó que quizá no sería nada malo, descubriendo la mirilla solo para encontrarse con el enemigo.

Tenía ojos ambarinos, el cabello húmedo y despeinado, y la pinta de haber corrido un maratón. Aún tenía la misma ropa que hace unas horas.

Abrió solo por curiosidad, escondiendo la escopeta detrás de su pierna solo para estar seguro, y odiando la facilidad con la que quitó todas las defensas para recibirlo como si no le hubiera roto el orgullo.

–Roier.

Lo vio empujarse con violencia hacia él, y en un segundo el arma desapareció de sus manos, siendo lanzada hacia un lugar que no pudo ver pues para entonces sus labios ya estaban sobre los suyos.

Jadeó por aire poco después, siendo preso de sus manos sobre sus mejillas y la intensidad de su lengua exigiéndole algo que no podía pronunciar. Él no cerraba los ojos al besar, y eso lo confundió, parecía que quería consumirlo y no perderse de ningún detalle.

Aún olía a perfume, pero con más alcohol en el cuerpo, y su ropa manchada de lodo le mostró que no había tenido un buen momento. Era como si hubiese sido vencedor de una pelea.

Sabía que su actitud cambiaba completamente con el vino. Las copas haciendo efecto en su sangre de forma tan intensa como un beso castigador. Lamió su herida, gimió sobre su boca y luego sacó una navaja peligrosamente afilada de su bolsillo trasero.

Cellbit ni siquiera se inmutó cuando sintió el filo desgarrando sus prendas importadas, jadeando con el peligro de ser herido, pero confiando en sus manos que parecían saber bien lo que hacían.

Roier se mostraba a él en su estado más puro, y no sabía si estaba listo.

Después de todo lo había provocado, había intentado descubrir si la fascinación en su mente era compartida, si el deseo de llevar al límite sus cuerpos se extendía en su sangre con tal intensidad como en la suya.

Y si le preguntaran... En realidad, no estaba impresionado. Sabía que el misterio detrás de sus ojos podía llevarlo a un camino alfombrado de lavanda y vino tinto.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: 2 days ago ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Retorcido / GuapoduoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora