Cellbit era un hombre interesante, pero a la vista de la mayoría era muy extraño.
No solía entablar muchas conversaciones ni amistades cercanas, así que su interés en el joven oficial fue una excepción a su regla personal.
Veía en él algo extraño, fascinante e intrigante. Quizá su forma de ser, quizá su aparente inocencia e inexperiencia, quizá la forma en que sus sentidos se agudizaban para absorber de él el mínimo movimiento, un paso en falso que lo hiciera caer.
Sabía que detrás de él había algo que lo perseguía, sabía que una persona aparentemente buena no podía estar libre de ningún pecado, pero ¿con qué cara lo diría?
Él solo sonreía mientras marinaba la carne fresca de su día de caza habitual una vez al mes, a veces dejaba pasar dos, pero nunca se quedaba con las ganas de revivir una de sus pasiones más refinadas, así que se daba el lujo de mantener viva la memoria de su madre, quien le había enseñado mucho de cocina desde que era apenas un infante.
Tenía muy buen gusto, y su nivel socioeconómico le permitía vivir con todas las comodidades que deseaba, incluyendo botellas de los mejores vinos, y acceso a algunos ingredientes que muy difícilmente llegaban al país. Su paladar estaba acostumbrado a degustar solo lo que sus manos tocaran, así que se preparó para la cena de esa noche, siendo un gran anfitrión, aunque odiaba el contacto humano.
Nunca dejaría pasar la oportunidad de pavonearse frente a su público contando interesantes anécdotas de su formación en su país natal, donde luego abandonó lo vivido para seguir siendo un hombre de conocimiento, iniciando una nueva vida e historia que lo hiciera sentir orgulloso.
Y rehacer una faceta que nadie conocía le hacía vibrar la sangre, con un intenso cosquilleo en el cuerpo que temblaba de anticipación.
Eso combinado a que, tras varios días de convivencia obligada, el misterioso chico de ojos ámbar aceptó su invitación a cenar, llevándose una sorpresa. Deseó que cada detalle fuese más previsto que lo que nunca hizo en su vida.
Sonrió por melancolía porque por alguna extraña sensación creía haberlo visto antes, con un rostro prácticamente idéntico a alguien a quien estimó y por quien, vergonzosamente, ofreció su vulnerabilidad, terminando peligrosamente mal.
Y a pesar de creer verlo en ciertas ocasiones de su vida, intuyó que solo era el fantasma del pasado que lo atormentaba, y solo desataba sus profundas intenciones como si le hubiese sido aprobada una nueva oportunidad de redimirse y cambiar las cosas.
Preparó la carne y la horneó, acompañó todo de suave puré de papa y vino de su más destacada colección, dedicando algunos minutos extras a su cuidado personal, para rebajar su barba y colocarse su fragancia favorita, con loción refrescante a juego.
No sabía a quién quería impresionar con ello, pero no pudo evitar usar su coquetería natural. Sonrió con el sonido del timbre y dejó que, uno a uno, los invitados ingresaran a su hogar para comenzar con la cena.
Su sonrisa tensa y fingida aumentaba su plasticidad entre más minutos transcurrían sin la aparición del oficial, y el único en entender que algo no iba bien fue Philza, quien lo conocía aún sin decirle realmente mucho.
–¿Por qué tan tenso, Lange? —le sonrió.
–Todo bien, pero no sé por qué Roier no ha llegado. —admitió.
–Oh, ¿el oficial? Posiblemente algo en su desastrosa vida lo hizo demorar, o quizá solo cambio de opinión, ¿cenaremos pronto?
–Claro, serviré la cena.
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Retorcido / Guapoduo
Fanfiction¿Insinúas que me siento más atraído por la locura, que por el hombre?