Para Cellbit la cena estaba yendo de maravilla, exceptuando la pequeña parte donde sintió sus mejillas entumecidas por una fingida sonrisa social ignorando que Roier no se había sentado a su lado, y ahora estaba sumergido en una cómoda conversación con colegas suyos, amigos de tiempo atrás.
Quizá para ese tipo de detalles debía aprender a hablar y mencionar sus intenciones, pero lo dejaría como una nota mental sin importancia.
Aún le causaba conflicto que Roier le provocara tanto interés, pero no quería encontrarle un motivo por el momento. Usualmente se catalogaba como alguien que podía tener buenos presentimientos con ciertas personas y terminaba acertando en sus amistades.
No era un hombre de muchas relaciones sociales, como adivinó que Roier tampoco, y esa oscura atracción para ganar su atención se estaba convirtiendo en una meta personal y retorcida.
Aunque había algo extraño; él era visiblemente más abierto que otros días, charlando y sonriendo, con el cuerpo relajado, y los labios sueltos, hacía lindos ademanes mientras paseaba su copa de vino y alardeaba sobre ciertas cosas que vivió en su antigua ciudad, o en sus años de formación, y tenía esa mirada que reconocía de alguien que quería impresionar o enamorar.
Para Roier no era nada extraño, era más bien un mecanismo bien planificado para ganarse toda la atención de Cellbit.
No era un tonto, recordaba sus años mozos donde era un éxito en la escuela secundaria y del cómo podía hacer balancear a cualquier hombre que creía ser tan hetero como pudiese gritar.
Y él, en realidad, no estaba buscando una relación. Solo quería el estatus que Cell le podía brindar si se hacían lo suficientemente cercanos y lo promovían a un mejor puesto. No quería ser corrupto, pero admitía que un poco de ayuda siempre caía muy bien, y no iba a dejar pasar la oportunidad de escalar unos cuantos peldaños.
Fue todo sonrisas y miraditas, dejando a todos completamente interesados en él, incluido su jefe, Philza, quien ya no lo veía solo como un estúpido niñito guapo, aunque jamás lo admitiría en público.
Y luego, cuando todo estuvo más tranquilo se quedó parado, recargado en un estante con una copa de vino en sus manos mientras los demás se despedían amablemente del anfitrión.
Cellbit no dejó pasar que él parecía extrañamente cómodo en lo que imaginó sería una noche complicada para el castaño, pero no quiso dar muchas vueltas pues su plan de acercarse podría ser más sencillo de lo que imaginó.
Lo acompañó para despedir a Philza, y luego, como si fueran recién casados, volvieron a la comodidad de la sala, donde la leña aún estaba consumiéndose para mitigar el frío ambiente.
Roier alcanzó otra copa de vino y se sentó en el amplio sillón, suspirando de hartazgo puro y sinvergüenza, mientras Cell lo inspeccionaba desde la entrada, con una clara confusión.
–¿No crees que has tomado ya varias copas? —le sonrió.
–Yo creo que ha sido lo justo, tienes un excelente gusto.
No se perdió el momento en que desabrochó su propio saco prestado y lo recorrió sobre sus hombros para deshacerse de él.
–Ya estaba harto. —siguió. –Me estaba dando mucho calor con esto.
–Pudiste aceptar mi oferta de prestarte una camisa limpia.
–Estoy bien, es mi castigo por ser tan torpe.
Cellbit imaginó que, si tuviese aretes, éstos tintinearían seductoramente en sus orejas, con esos sutiles movimientos coquetos que intentaba hacer. Seguía siendo raro viéndolo en este extraño papel que no pintaba tan bien a como ya lo conocía.
ESTÁS LEYENDO
Retorcido / Guapoduo
Fanfiction¿Insinúas que me siento más atraído por la locura, que por el hombre?