Capítulo 5

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Harper se despertó lentamente, sintiendo el suave roce de las sábanas sobre su piel. El día había llegado y no podía ignorar lo que significaba, lucir perfecta y sonreír. Parecer una figura decorativa y no destacar demasiado por nada más que la perfección.

Se puso de pie, aún con la pereza invadiendo sus músculos y caminó hacia la cocina, donde el bullicio habitual ya se había instalado. Al entrar, se encontró con la imagen familiar de su madre, Charlotte, inclinada sobre la encimera, mientras le daba instrucciones a Carmen, la cocinera.

—Carmen, por favor asegúrate de que las flores lleguen a tiempo. Las orquídeas son fundamentales para la decoración —decía Charlotte con ese tono de perfección inquebrantable que siempre la caracterizaba.

Carmen, siempre eficiente, asintió con una sonrisa cálida, mientras seguía con los preparativos del desayuno. Charlotte levantó la vista cuando Harper entró, observándola con ese escrutinio materno que Harper había aprendido a interpretar desde pequeña.

—Buenos días, cariño —dijo su madre con una sonrisa forzada—. ¿Dormiste bien? Hoy es un día importante.

Harper se encogió de hombros mientras se servía una taza de café. Se acercó a la isla central de la cocina, tomando asiento en una de las sillas altas.

—Sí, dormí bien —respondió, aunque no era del todo cierto. Había pasado gran parte de la noche pensando en la gala, en Matt... y en Aiden. Sus pensamientos la habían mantenido en vilo, pero decidió no darle vueltas en ese momento.

—Espero que hayas decidido ya qué vestido te pondrás esta noche —añadió Charlotte mientras le lanzaba una mirada inquisitiva.

Harper tomó un sorbo de café, intentando no mostrar su ligera irritación. Odiaba la forma en que su madre siempre hablaba como si el éxito de una noche dependiera únicamente de su apariencia. La presión constante de ser perfecta la agotaba.

—Voy a llevar el vestido dorado —dijo, con tono tranquilo pero firme.

Charlotte levantó una ceja, claramente sorprendida por la elección. El dorado era llamativo, sugerente, no era el tipo de vestido que Harper solía elegir. Era un vestido de satén, elegante y estiloso, con una espectacular abertura en la pierna que llegaba casi hasta la cadera. No era ceñido, pero sí se ajustaba a sus formas, caía suavemente desde el cuello hasta el suelo, dejando la espalda completamente al descubierto. Era el tipo de vestido que acaparaba miradas, algo que Harper, normalmente, evitaba.

—El dorado, ¿eh? —respondió Charlotte, sin disimular su sorpresa—. Es un vestido... atrevido.

—Lo sé —dijo Harper, mirándola directamente a los ojos—. Es el que quiero llevar.

Charlotte no insistió. Sabía cuándo dejar un tema en paz y este era uno de esos momentos. Con un leve asentimiento, volvió a concentrarse en las flores y los preparativos de la gala. Harper, por su parte, terminó su café y decidió retirarse. Había tenido suficiente de las expectativas y los juicios velados de su madre por la mañana.

Subió de nuevo a su habitación, donde pasó gran parte de la mañana intercambiando mensajes con sus amigas. Leah estaba emocionada por la gala, enviando fotos de los peinados que planeaba hacerse, mientras Morgan mantenía un tono más relajado pero igual de ilusionado. Matt también le envió algunos mensajes, mencionando lo mucho que deseaba verla esa noche y lo especial que sería estar juntos en la gala.

A medida que avanzaba el día, la casa comenzó a llenarse de actividad. Peluqueros, maquilladores y estilistas entraban y salían, preparando a Harper y sus padres para el gran evento. El diseñador del vestido dorado también hizo su aparición, acompañado por un equipo que supervisaba cada detalle de su atuendo. Las sandalias doradas con tacones de infarto que le habían propuesto eran perfectas para el look y una pequeña cartera dorada completaba el conjunto. Harper no podía negar que se veía impresionante.

Bajo Cielos OpuestosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora