Capítulo 10

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Aiden observó cómo Harper se alejaba con sus padres. Sabía que la situación con Matt y su familia no iba a terminar tan fácilmente, pero por ahora lo más urgente era recuperar su moto.

Caminó hacia la comisaría una vez más, donde le indicaron que el vehículo había sido llevado al depósito policial. Tras unos trámites rápidos —y varios minutos de miradas despectivas por parte de los agentes—, Aiden finalmente recuperó su moto y tras firmar algunos papeles y verificar que todo estaba en orden, se subió de nuevo sobre ella. Aceleró y se alejó del depósito, dejando atrás la comisaría, las luces azules y todo el maldito lío con los Barrister.

Después de una rápida carrera por las calles, Aiden llegó a casa. Ya era bien entrada la mañana, pero al ver la luz encendida en la ventana del salón, supo que su padre lo estaba esperando. Aparcó la moto en el garaje y se dirigió a la puerta, preparándose mentalmente para lo que sabía que no iba a ser una charla amistosa.

Al entrar, lo primero que notó fue la mirada de su padre, sentado en el sofá, con un cigarro medio consumido entre los dedos y la expresión dura, como si hubiera estado esperando ese momento durante horas.

—¿Te han soltado? —preguntó Dom sin levantar la vista de la mesa, donde varios papeles y una botella de whisky descansaban en silencio.

—Sí —respondió Aiden, dejándose caer en una silla frente a su padre—. No tenían nada. Los análisis de Harper salieron limpios.

Dom exhaló una bocanada de humo, finalmente alzando la mirada hacia su hijo. Sus ojos estaban llenos de una mezcla de desdén y preocupación.

—Me he enterado de todo por un chivatazo —continuó Dominique, con voz baja y controlada—. Tenemos amigos en la policía que se han tomado la molestia de avisarme. ¿Qué coño has hecho para terminar la noche en una celda?

Aiden se tensó. Sabía que su padre no iba a quedarse callado ante esto, pero no esperaba que la noticia hubiera llegado tan rápido. Aunque no debería sorprenderle. Los Iron Fangs tenían contactos en todos los rincones oscuros de la ciudad.

—Fue Matt Barrister —respondió Aiden—. Mintió a la policía, diciendo que había secuestrado a Harper Hargrave. Se puso celoso porque me fui con ella. La fiesta... bueno, se torció bastante.

Dom soltó una risa seca, amargada.

—¿Los Barrister? —dijo Dom con una ceja arqueada—. Esos imbéciles pueden parecer idiotas, pero son peligrosos, Aiden. No puedes andar metiéndote con ellos.

Aiden se levantó de la silla, cansado de escuchar la misma advertencia. Sabía que los Barrister eran poderosos, pero no iba a dejar que Matt manejara la situación a su antojo.

—¿Por qué me dices eso? —preguntó Aiden, cruzándose de brazos—. ¿Qué te importa lo que esos cabrones piensen?

Dom lo miró fijamente, apagando el cigarro con un gesto brusco antes de hablar.

—Porque no es tan simple como te imaginas —dijo, con un tono más grave—. Los Barrister no son solo una familia de políticos ambiciosos. Su padre, el senador Barrister, tiene tratos con nosotros. Tratos que no necesitas conocer, pero que hacen que este asunto sea más delicado de lo que parece.

Aiden frunció el ceño, sorprendido por la revelación.

—¿Tratos? —preguntó confundido—. ¿Qué clase de tratos puede tener un senador con los Iron Fangs?

Dom se levantó del sofá, caminando hasta la mesa donde reposaba el whisky. Sirvió dos vasos, empujando uno hacia Aiden.

—Tráfico de influencias y lavado de dinero, principalmente —respondió con frialdad—. El senador Barrister nos proporciona cobertura política a cambio de un pequeño "favor". Movemos dinero sucio a través de nuestras operaciones en los negocios legítimos que usamos como fachada. Empresas que parecen inocentes pero que están llenas de transacciones falsas que lavan su dinero. A cambio, él nos protege, manteniendo a los federales lejos de nuestros asuntos.

Bajo Cielos OpuestosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora